
Los Maricas llevan cinco años en el circuito subterráneo de bares y galerías de Bogotá. En este tiempo han presentado cinco EPs cargados de ironía, humor negro y, sobre todo, un sonido cargado de energía en que converge el punk como sólida base rítmica con exploraciones sobre influencias del garage, el hardcore, el post punk y el noise. Desde su fundación han buscado salir de los lugares comunes de un género que a veces peca de exceso sobre el aburrimiento y la denuncia social, subvirtiendo estos tipos discursivos con una actitud meta referencial y auto crítica. Después de mucho tiempo dando de qué hablar en nuevos santuarios de la movida independiente como la Galería KB en San Felipe o la Rat Trap, el cuarteto bogotano presentó este fin de semana Escupiendo tulipanes, su primera larga duración en esta historia llena de pogos, cerveza y aburrimiento existencial. El disco fue lanzado en Asilo, templo de la estridencia capitalina, en compañía de Las Hermanas, DJ Pasajero y The Kitsch, que también ha cruzado el umbral de los cincos años en este 2017.
Escupiendo tulipanes llega después de la presentación de tres sencillos que demuestran las muchas facetas de su visceral sonido: “La balada de Brauni”, “Bebé vamos a la playa” y “Tiempo”, estrenada poco antes del lanzamiento en plataformas digitales del álbum. En total son trece cortes y un outro a cargo de Las Hermanas, el proyecto multimediático de exploración electrónica de Diego Cuellar. Las canciones de esta placa transitan varios momentos en una suerte de micro viaje sonoro que hace de la producción de Los Maricas un recorrido enérgico para hacerle un quite al aburrimiento, para prenderle fuego a la monotonía de una ciudad caótica que, pese a las promesas políticas para puntear en las encuestas, nunca permitirá que sus habitantes regresen al río pues hemos convertido al gris del hormigón en la única paleta cromática de nuestra experiencia urbana. Pleno en alaridos y coros para rasgar la garganta con sevicia, Escupiendo tulipanes se convierte en un documento clave de este nuevo momento que atraviesa el punk y la estética DIY en la capital colombiana.
Producido por Discos Muertos, imprenta de la banda que se ha encargado en tiempos recientes de difundir esta nueva ola de artistas locales enfocados en las sonoridades del punk, Escupiendo tulipanes se suma a una serie de importantes lanzamientos para el catálogo musical del género en este año como son Me cansé de llorar voy vomitar de Las Yumbeñas, Canciones de Amor de The Pinkers o Alegrías de perro viejo de los veteranos Chite! Sin embargo, lo que caracteriza a este lanzamiento es el hecho de que la banda se permite salir de las formas de un género que tiende a tornarse repetitivo y que ha sido el único culpable de su propio agotamiento. El hecho de que Los Maricas lleven todo el tiempo de su carrera artística intentando difundir en nuevos espacios y en compañía de otros actores su proyecto artístico explica por qué, junto a otras bandas, el punk se ha revitalizado en tiempos recientes a partir de una colaboración entre géneros y expresiones artísticas que recuerda más a esa primera ola de músicos ingleses en los que coexistían junto a proyectos de ska o reggae o al aval que bandas como Blondie o Television hicieran del hip hop emergente en el Manhattan de principios de los ochenta.
Si algo nos enseña Escupiendo tulipanes, y no es que tenga como misión una intención pedagógica, es que, cada vez más, se hace necesario la hibridación sonora, el colindar con sonidos tomados de otras influencias. El álbum de Los Maricas conserva un sólido componente de punk en cada uno de sus cortes, desde la ferocidad en el galope de la batería, hasta los alaridos inconformes e incluso la duración mínima de sus canciones, pero se sabe más nutrido e interesante cuando el grito de combate se contamina de armonías más complejas tomadas de una variopinta fuente de influencias. El tiempo de los puristas ha terminado y esto se traduce en una escena multicultural en el que todos somos bienvenidos.
Escuchen aquí todo el disco: