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La 33 le rinde un homenaje a Tito Puente con su versión de “Ran Kan Kan”

  • Por Ignacio Mayorga Alzate
  • 6 jun 2018
  • 3 Min. de lectura

En la historia de la salsa pocos nombres tienen tanta resonancia como el de Ernesto Antonio Puente. Nacido en el seno de una familia puertorriqueña en el Nueva York anterior a la crisis del 29, el percusionista convirtió a los timbales en su caballo de batalla, llevando su oficio de herrería sonora a dimensiones insospechadas que pusieron a bailar a todo el mundo desde América Latina a África y de vuelta a la ciudad de la Estatua de la Libertad en la que la comunidad hispana ha tenido un peso cultural ineludible para la configuración de músicas nacidas en esta cuna poli discursiva y siempre caótica. Abrazando las sonoridades provenientes de la mágica isla de Cuba (el son montuno, el chachachá, el mambo, el bolero, la pachanga y la guaracha), además del jazz latino y la salsa, Puente signó su nombre con fuego en la enorme placa de la historia de la música hasta su muerte el 31 de mayo de 2000. Con de 54 años de carrera artística, 198 álbumes entre originales y colaboraciones y una historia vital apasionante, Tito Puente es sin duda alguna una de las estrellas más brillantes del firmamento musical. 18 años después de su partida, la orquesta más movida de la salsa local le dedica un hondo homenaje que no huele a nostalgia, sino que nos recuerda que el mejor tributo que pueden hacernos tras nuestra muerte es recordarnos haciendo lo que más queríamos en vida. En el caso de Puente, ponernos a bailar.

Se trata de “Ran Kan Kan”, una pieza llena de vitalidad que el percusionista prensó por primera vez con su orquesta hacia 1974, 11 años de haber compuesto “Oye cómo va”, que inmortalizaría en 1970 Carlos Santana. Para su tributo La 33 se basa en la melodía un poco más rápida que hay en la versión de Puente junto a Willie Colón de 1993 que, además, tenía letra, aunque la orquesta bogotana apenas y se basa en ella para dar rienda suelta a su imaginación lírica, convirtiendo una reflexión sobre las virtudes del timbalero en una advertencia sobre una mujer seductora. Alejándose del mambo y el montuno de las primeras versiones, La 33 conjura toda la fuerza de su orquesta para crear una pieza poderosa en la que sobresalen los arreglos de flauta a la manera de Pacheco que se contrapone con precisión en un cóctel imbatible que dejará exhausto hasta al más afiebrado bailarín. “Ran Kan Kan”, en todas sus iteraciones, es una composición emocionante e hipnótica que nos ata con un hechizo que doblega nuestras voluntades para ponernos a bailar. Lo propio le sucedió a Oscar el Gruñón cuando Puente visitó el set de grabación de Plaza Sésamo en 1992.

Siempre es satisfactorio y refrescante encontrarse con un nuevo lanzamiento de La 33 que, a fuerza de ser tan minuciosos en su factura, no llegan tan frecuentemente como quisiéramos. Lo bueno toma tiempo y este es un fidedigno ejemplo. Con “Ran Kan Kan” la orquesta bogotana nos obliga a brincar lejos de nuestro letargo, nos invita a recorrer la historia musical de un género a través de una reinterpretación osada y potente que resulta victoriosa y enérgica. No siempre es fácil versionar a quienes ya han creado en una primera instancia una melodía implacable, mas La 33 no se queda corta y nos ofrenda el mejor tributo del que es capaz su ingenio, que no es poco. Puente estaría complacido.

 
 
 

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