
Cuando escuchamos la expresión “hombre renacentista” quizás la primera imagen que se materialice en nuestra cabeza es ese lápiz en el que Leonardo se retrataba: la mirada abstraída en el infinito y una luenga barba que se extiende y se pierde en la superficie del papel, señal universal de la sabiduría que viene de la mano con la experiencia. La polimatía, esto es la sabiduría que abarca saberes de campos diversos de las artes, las humanidades o las ciencias, generalmente se reserva para el ideal del filósofo de la Grecia primera, ese hombre togado que en el ágora hablaba lo mismo de matemáticas, ciencias naturales, retórica o poesía. Sin embargo, acelerando el visor histórico hasta nuestra Colombia contemporánea nos encontramos con una mujer cuya labor artística ha sido incansable en diferentes campos del conocimiento artístico y ahora, después de cerca de dos años de esfuerzos, se ha cristalizado en un álbum íntimo, telúrico, conmovedor. Se trata de Catalina Ávila y Origen, un primer manifiesto musical difícil de catalogar, pero cuyo efecto es profundo y enternecedor.
Aunque Ávila está educada en artes dramáticas lleva cerca de 18 años detrás de los tambores y, en general, de cualquier instrumento de percusión, en una investigación rítmica que nunca se ha detenido y la ha llevado al estudio de la música sefardí, rusa, brasilera, británica o argentina, así como de las raíces de nuestro folclor. De las chisgas con Héctor Buitrago pasó a hacer parte de Aterciopelados y los acompañó en ese icónico regreso en el Rock al Parque de 2014. Era difícil entonces imaginar que esta mujer que con avezada seguridad golpeaba los redoblantes ataviada de tigre sería capaz de dar años después forma a un álbum tan estremecedor por lo íntimo y emotivo, que una mujer tan enérgica y estremecedora podría dar forma a uno de los proyectos más melancólicos y fascinantes de meses recientes. Después de su aventura con Héctor y Andrea acompañó en su primer momento a Pedrina y Rio. La pueden ver en la versión en vivo de “Enamorada” jugando con flores y marcando el ritmo con un cajón, luego de acariciar campanitas estelares y en pleno modo de percusión, haciendo de cada articulación de su cuerpo una extensión de la música del dúo de pop bogotano. Después de todas estas aventuras, además de su participación en Latin Latas, Ávila le dio forma a su primer disco solista, un esfuerzo musical que demoró dos años en salir de la crisálida para estirar sus alas fantasmagóricas y frágiles para volar cerca del sol.
Hacia 2015 Ávila comenzó a trabajar en Origen, un álbum que si bien da inicio a su carrera solista también recoge todo el aprendizaje de media vida haciendo música, conociendo los sonidos del mundo, haciéndolos propios en una fusión particular, irrepetible. Toda belleza es singular en el sentido de que se consolida frente a un universal como un objeto único. Esto es especialmente cierto cuando nos acercamos a la producción de Ávila, pues no hay nada en el mundo que suene como Origen, aunque sus influencias estén a la mano, escondidas entre capas y configuraciones nacidas de su propia sensibilidad estética. El proyecto comenzó como un juego en la aplicación de Garage Band, plataforma en la que fue grabado todo el álbum. El auxilio de esta tecnología le permitió a la música, actriz, ilustradora y escritora configurar lo que entonces creía iban a ser únicamente unas maquetas. Luego de dos años de esfuerzos, Ávila supo que, así como estaban, las canciones estaban completas, que más hubiera sido excesivo, que la naturaleza de lo que quería decir residía en esos once cortes que, pese a lo artesanal de su identidad, estaban listos. Por ello, también, Ávila es única productora de este álbum.
Origen es melancólico de principio a fin, salvo, quizás, “Manchitas felinas”, corte dedicado a un gato que, también y por cábalas poéticas, es también un animal asociado con la soledad, la introspección y las tardes frías. Empero, es un álbum hermoso, tal vez más por el hecho de dar razón y cuenta del lado más humano de las tristezas, del anhelo ante la derrota sentimental, del recuerdo de ese calor ahora lejano, perdido en las hojas de un calendario derrotado, en la memoria de días más fáciles por la compañía de otro. Son diez composiciones propias más una versión de “Regresa” del maestro Augusto Polo Campos, héroe de la canción peruana que nos dejó a principios de año, poco tiempo después a que Ávila diera forma a su último homenaje en vida. La música está acompañada en dos temas por líderes de la música colombiana, Andrea Echeverri y Edson Velandia. A la primera la trató tanto en su carrera solista como en su regreso con la banda que la hizo leyenda y al segundo lo buscó hasta Piedecuesta luego de haberlo acompañado en varios escenarios e incluso haber interpretado Sócrates, su álbum para niños, en un concierto en la capital. En el corte que interpreta con el santandereano también se une Tomás Erasmo de la Burning Caravan, lo demás es puro del corazón de Ávila, de sus afectos, inseguridades y certezas, nacido en el núcleo de este corazón hecho para amar las artes.
Catalina Ávila ha creado un álbum poderosísimo y espectral que, además, tiene la virtud de una percusión impecable que es tan enérgica cuando se hace presente como cuando la echamos en falta. El silencio, la ausencia y todo lo no dicho también está presente en Origen y hacen que esta aventura sonora sea conmovedora y sobrecogedora, como el petricor de los campos una vez ha amainado la tempestad. Es un álbum esencial, precioso y emocionante. Son canciones que dejan una impronta que nos acompañan y exigen una escucha atenta, esmerada como el mismo proceso de composición que hay tras cada una de ellas. Ávila ha creado un híbrido fascinante, una colección de canciones que van del folclor al bolero y a la vanguardia musical en cada estrofa, en cada puente que conecta a las canciones que, como islas solitarias, se yerguen en un océano plagado de bruma y misterioso. Escuchen aquí Origen y enamórense del lado más hermoso y humano de las tristezas, toda la sensibilidad de una mujer llena de arte está plasmada en estos once cortes de precisa (y preciosa) factura.