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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Vanitas y angustia existencial en “Danza de agujas” de Babelgam, nuestra canción de la semana


Hay una obra contemporánea que conmueve hasta las lágrimas por su simpleza compositiva y su contundente mensaje: Untitled (Perfect Lovers) del cubano-estadounidense Félix González-Torres de 1991. Dos relojes sincronizados a la misma hora, como aquellos que normalmente se encuentran en oficinas y salas de esperas de estaciones de trenes y hospitales, se exhiben uno al lado del otro. Inevitablemente, uno se detendrá antes que el otro. La obra data del momento en el que la pareja de González-Torre, Ross Laycock, estaba enfermo de SIDA y representa la tensión que viene de dos personas que habitan conjuntamente mientras la vida se acerca inevitablemente hacia la muerte. Laycok murió de SIDA 6 años antes que González-Torres falleciera por iguales causas, antes de llegar a los cuarenta, en 1996. “Este trabajo se originó en mi miedo a perderlo todo. Esta obra es sobre el control del propio miedo […]. Este trabajo no va a ser destruido de la misma manera en que otras cosas en mi vida han desaparecido y me han abandonado. En su lugar, lo he destruido yo. Tengo control sobre él y eso es lo que me ha fortalecido. Pero es una manera muy masoquista de poder. Destruyo el trabajo antes de hacerlo”, explicaba en su momento el cubano. Contundente y demoledora, esta declaración definía líneas temáticas de su obra –en especial la que desarrolló a lo largo de la última década de su vida, cautivo de una enfermedad imposible-, y que aparecen fundidos plenamente con su propia vida: el amor, la pérdida dramática del ser amado, el avance implacable del tiempo, el dolor que provoca la privación de lo que se ama e, incluso, la voluntaria y masoquista decisión de desprenderse de aquello que colmó su vida de placer y de felicidad. Tanto individualmente como en conjunto, estos elementos conforman algunos de los temas más característicos de las vanitas, género artístico y literario que llega a su plenitud en el XVII y que formula la meditación sobre la caducidad de las cosas, ya sean materiales o inmateriales, ante la certera llegada de la muerte.

El reloj, como la calavera, son entonces elementos característicos de un motivo recurrente del arte que busca recordarnos la imposibilidad de eludir a la Parca en nuestro recorrido vital. “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir” recordaba Jorge Manrique en la elegía a su fallecido progenitor y, en definitiva, quizás ningún producto artístico ha dejado de reflexionar nunca, de alguna u otra manera, sobre el agotamiento del tiempo vital, ya sea de forma hedonista como en las composiciones del género humano que coronan los listados musicales desde hace más de dos décadas hasta las más sombrías y dolorosas composiciones de Nick Cave & The Bad Seeds. Ahora, Babelgam, desde Bogotá, se adhiere a esta tradición con una frenética angustia existencial que desde hace un par de temas han caracterizado su música y los han puesto en el centro del debate de los nuevos artistas capitalinos. “Danza de agujas”, como se llama su tercer sencillo, sigue la línea estética de “Materia oscura” y “Hikikomori”, aunque lleva un tempo más calmo y un tratamiento sobre la voz de Juan Tuaty que la acerca a la fantasmagoría y a lo espectral, como si su presencia hace mucho hubiese abandonado el plano de lo real.

“Danza de agujas” fue escrita por Tuaty. Viene de lo que sintió el cantante después de abandonar su vida universitaria: el paso del tiempo en los comienzos de su vida adulta y sus responsabilidades. El narrador se siente apartado de su familia, de sus amigos y se ve marcadamente afectado por la pérdida de su abuela. En este sentido, siente que todo es consecuencia de la falta de tiempo y de la inhabilidad humana de controlarlo. Babelgam toma la figura de la danza de agujas como el movimiento de un reloj, convirtiendo el tic tac eterno en una sierra dentada frenética que en su rotación agresiva amenaza con desbaratar vidas y edificios. El “giró, giró” que marca desde el pretérito las acciones del tiempo sobre la vida del protagonista de esta reflexión explican la angustia de un momento presente, del aún estar sobreviviendo a este vals macabro del que vamos siendo eliminados como en una versión perversa de las sillas locas. La producción y mezcla fue hecha por Felipe Róndon, guitarrista y compositor de Telebit, quien, junto con Babelgam, quiso explorar una vertiente más etérea en las líneas melódicas, en las que se evidencian las reverberaciones en voz guitarras propias del shoegaze y el dreampop que se concatenan con el "dolor cachaco" que expresa la banda, una melancolía agorafóbica y paralizante frente a un mundo que sigue girando a un ritmo estrepitoso y alarmante. Hay un momento en el que el reloj deja de moverse, víctima de ese golpe cruel de los dados de la fortuna y todos nuestros manecillas deberán proseguir su camino en solitario hasta que, como los relojes de los lienzos barrocos, el último grano de arena acabe finalmente por hundirse. El problema, a veces, es que nuestros tiempos no se acaban. Escuchen aquí “Danza de agujas” de Babelgam y pierdan el control con un vanitas en clave de angustia contemporánea.


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