La escena alternativa colombiana hace tiempo reconoce y valora el talento creativo de Felipe Ortega. El músico bogotano ha colaborado en los últimos años en algunos de los proyectos más interesantes de los nuevos sonidos colombianos. Desde el lanzamiento de Cada célula de Ságan el productor, compositor y ahora cantautor se ha ganado un lugar clave en el circuito por la minuciosidad con la que construye sus delicadas composiciones. Así mismo, ha destacado como músico al lado del proyecto de Juan Felipe Ochoa, Surcos, y también ha colaborado con Pablo Trujillo para darle forma a ese hermoso híbrido que lleva por nombre iglū. Durante su carrera ha producido a varios nombres de la esfera indie y grabado a importantes nombres como Andrés Cepeda, Cabas y Flora Martínez. Ahora, después de presentarse en decenas de importantes eventos con cada uno de sus proyectos, Ortega decide lanzarse al ruedo solista con un proyecto honesto, desnudo y conectado con la tierra.
El viernes Ortega llegó pisando fuerte para presentar la primera de una serie de canciones que hacen parte de una nueva etapa de su carrera, un momento en el que decide, al margen de sus proyectos como integrante de banda, presentarse acompañado únicamente por una guitarra y la fuerza de sus palabras. Es una novedad inquietante para un músico callado y tímido que, sin embargo, se arma de valor para apelar a una nueva sensibilidad estética, a comunicar con sus palabras las verdades dormidas del centro de su pecho. “Hace más o menos 5 meses me surgió una necesidad de volver a la raíz”, explica el compositor. “Cuando era niño mi papá nos enseñó a mi hermano y a mí a tocar guitarra. Era una guitarra española de nylon que abrió un universo para mi: la pasión por la música”. Con este primer encuentro llegó una estima sincera por la música de artistas del orden de Rodrigo Amarante y José González. “Decidí volver a retomar este instrumento que fue el que de niño me abrió las puertas a mi vocación como músico. En una búsqueda por lo real empecé este viaje musical”.
“Fuerza” es la manera perfecta para dar inicio a una nueva etapa en la carrera de Ortega. De corte minimalista, la canción es un relato envolvente que invoca el poder que yace en la profundidad de cada uno de nosotros. La metáfora del viaje se configura como una imagen de los nuevos inicios, un arcano en los naipes que marca el comienzo de una nueva aventura. Ortega encuentra un nuevo valor en el filo de su piel, dejando de lado las máquinas para, paradójicamente, encontrar una poderosa armadura en su vulnerabilidad y en su desnudez. “En proyectos como Ságan o Surcos he podido explorar facetas que me han enriquecido mucho como musico y productor. También he podido trabajar con artistas que me han enriquecido muchísimo en todas las facetas: como productor, instrumentista y como compositor. Ahora decido arriesgarme a ser honesto con lo que pasa en mi vida cotidiana, desnudarme, a mostrar las batallas internas que tengo y mi percepción actual de la vida”, explica Ortega. El músico no precisa sino de seis cuerdas, unos visos de piano discretos y un arsenal de palabras cargadas de sensibilidad y coraje.
“Fuerza” es el primer sencillo de un disco que el músico prepara junto con otras ocho composiciones. “Es un pedirle a lo elevado en mí y en el universo que salga, se revele. Que lo oscuro y lo viejo, que las ideas predeterminadas automáticas no oscurezcan el paisaje interior y que la fuerza propia siempre lleve la dirección del camino. Es un recordatorio a mí mismo y a los demás de no tener miedo a reinventarse y morirse para recrearse”. Con este primer sencillo se nos revela una faceta entrañable de un creador dotado y lleno de historias. “Fuerza” es el anticipo de una carrera que le depara triunfos solistas a Ortega. El compositor nos ha demostrado con esta composición que el valor de la honestidad es suficiente y que el lastre del equipaje no es buen compañero para el viaje: con una guitarra basta para cantarle a las estrellas y al camino.
