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Por Sara Sofía Rojas

Monstruos & Animales: reggae, rancheras, balada y rock


Así sonó Monstruos & Animales, el segundo disco de Los Makenzy, por primera vez en vivo.

Rafael Pérez, cortesía de Aforo Total

Qué complicada tarea la de contar a alguien más lo que pasa en un concierto, qué responsabilidad más grande la de mantener un relato objetivo de lo que pasa en él. Y es que cuando la música, y en este caso un concierto, está rodeada de cosas tan subjetivas como las experiencias personales, ser objetivo es todo un reto.

21 de junio, 11:30 de la noche, dos horas y media después de la cita, Andrés, Nicolás, y 6 músicos más suben a la tarima de Latino Power para presentar Monstruos & Animales (2019). Afuera del lugar, y más de una hora antes del comienzo, la fila ya daba cuenta de lo deseada que había sido la fecha. Aún con esto, al venue, más que faltarle espacio, le sobraba, ¿por qué Latino Power?

Cualquiera que escucha Los Makenzy (2016) y después Monstruos & Animales (2019), se da cuenta de lo diferentes que son uno del otro, del blues y rock n’ roll de los 60 del primero, y de lo latinoamericano y caribeño del segundo. Esa noche, Andrés (Contrabajo) y Nicolás (Guitarra y voz) subían al escenario con chaquetas de cuero, como de costumbre, aunque en esta oportunidad no eran negras: una era dorada, la otra rosada. El cambio, entonces, y de entrada, se percibía desde cómo se veían. Me preguntaba de nuevo: ¿por qué Latino Power?

Una vez arriba, eso del cambio volvía a mí con la alteración del formato. Esta vez no había 3 o 4 personas tocando, eran 8 y, aunque no los había escuchado antes (mucho menos así), sabía que sonarían diferente. Tenían más percusión y vientos que, de una u otra forma, terminaron reiterando esa fuerza característica de Los Makenzy. Hubo una especie de jam al inicio, grito y respuesta del público, maracas, cencerro y empezó “Cayendo Bajo”.

De este LP, que conocimos por sencillos, “Wasting Time” tuvo un éxito evidente en los toques previos. La canción fue también de las primeras en sonar aquella noche, era de esperar el risueño “all over the night” coreado por el público. Las congas, el saxofón tenor, el barítono y las trompetas tomaban fuerza poco a poco.

Luego vino “Juegos” que no terminó, conectó con “Nona” y esa atmósfera tan Sui Generis de subidas y bajadas que va de la calma al desespero. Al terminar, el groove del contrabajo y lo country de su guitarra siguieron para darle paso a una especie de interludio jazzero. Nada raro para ser el inicio de “Cruel II”, la canción que abre su primer disco y cierra este re versionada con un juego extraño de instrumentos. Desde arriba piden que la gente salte. No salta. Es una versión oscura, sí, pero para mover la cabeza atrás y adelante, no para saltar y eso se sabe, se siente.

Íntima la tríada “Jaco”, “Monstruos & Animales” y “Muelle”, que empezó con una dedicatoria a “los que ya no están”, Andrés cantando y un par de manos arriba de lado a lado con encendedores o celulares alumbrando. Luego esos griticos característicos de los finales de un par de frases en “Monstruos & Animales” y, para cerrar, “aire eléctrico fluyó, el amor estalló”.

Siento cerca el final y, con él, la falta de momentos importantes en el show, no ha habido uno cumbre. Me pregunto si me iré echándolo de menos. En ese momento escucho de alguien un “Suena bien, sí, pero no hay nada nuevo. Suena a lo de siempre”. Buscando contradecirlo llega de otro lado la idea de lo “innovador” de un contrabajo en el rock colombiano, de uno que, aunque no ha sido el único, ha sabido abrirse paso en medio de lo diverso de la música de esta ciudad. Uno que, en últimas, ha logrado una salida comercial con su sonido.

Lo que tengo de fondo, con tanto pensamiento alrededor, me lleva a los 11 Episodios Sinfónicos (2001) de Gustavo Cerati, no con la magnitud que lo amerita, claro, pero sí siento algo de eso allí. Quizá por eso esté ahí esa noche, quizá no necesite un momento cumbre, quizá sólo necesite algo diferente.

Del inicio de “Retrato” me quedó bien grabado otro comentario “Wow, Jessi Uribe Rock”, y aún sin conocerlo bien, sabía de qué estaba hablando. Sí, “Retraro” es una ranchera y el acompañamiento de los vientos, un acierto. La canción terminó siendo cantada por la gente. Después de eso vino el anuncio de Pipe Bravo (Superlitio) para “Delirio” y el grito de emoción del público, que podría decir sonó sincero por primera vez en la noche. Los que se sabían los vientos, hacían los vientos, los que no, lo intentaban. Al terminar “Delirio”, sonó “Las Nubes del Cine” y un final que, aunque buscaba desbordar energía, llegó a sentirse forzado en algún momento.

Una invitación a comprar merch “para los que no entienden que vivimos de eso”, gente yéndose en el encore y la banda volviendo a la tarima con “Retar Mis Sentidos No Te Hará Sentir Muy Bien”. Esta vez sonaba diferente: pads y sintetizadores le daban una onda de trap, aunque no llegaba a serlo del todo.

Para cerrar, y de esperar, “Aura”, que los tiene ahí parados y, a mí, viéndolos, pretendiendo hacerme a la idea de que quizá no se trate de momentos cumbre, sino de toparse con algo diferente, de encontrar la versatilidad en algo que parece sonar a “lo mismo de siempre”, de intentar separar un montón de conocimientos y sentimientos previos de lo que es la música. Importante, entonces, volver a la subjetividad. Y es que hay momentos en los que mi intento por acercarme a las cosas sin expectativas falla. Debía verlos tras Monstruos & Animales por esa versatilidad de la que hablé antes, y que, aunque fue transmitida, no logró llevarme al lugar que esperaba.


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