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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Los Makenzy, “Monstruos y animales”, un recorrido continental por la canción

Actualizado: 9 ene 2020


Los Makenzy son uno de los proyectos que más identidad ha logrado en su trayectoria como banda, pues ha respetado el sonido que los caracteriza y apilado sobre este una serie de referentes claves que hacen que su propuesta sea única y vital. Los vimos en Rock al Parque 2017 con una presentación impecable y recordamos con alegría el concierto que abrieron para Queens of the Stone Age en marzo de 2018. Desde entonces la banda finalizó un disco imponente y lleno de canciones, acentos e historias, que venía adelantando desde hace algún tiempo con el lanzamiento de sencillos contundentes y emocionantes, que dibujaban el gran paisaje sonoro que es lograr de construir esta elegante propuesta. En la música de Los Makenzy colindan una serie de influencias que vienen desde la música latinoamericano hasta el rock and roll de raza, pero, ahora, su álbum Monstruos y animales presenta un tapiz más extenso en el que sonidos de reggae y visos de música electrónica complementan canciones intachables y conmovedoras.

La banda ya había publicado hace un par de años su debut discográfico, lo que les permitió llegar a la radio pública y privada con himnos explosivos y rockeros que los caracterizó como un dúo con chaqueta de cuero y riff de guitarras sin par. Para su segunda producción, los hermanos Makenzy matizan esta primera del rock para crear un producto más redondo y en el que se permiten explorar nuevas tonalidades que ratifican su oficio como orfebres sonoros. El álbum, es cierto, tiene una serie de detractores. Lo cierto es que para algunas personas en la crítica los proyectos discográficos tienen que tener una identidad única. Para ciertos sectores del periodismo musical es vital poder catalogar fácilmente un álbum de una sola manera (“hip hop”, “punk”, “trova”, etc.). Esto no es fácil de hacer con un disco tan complejo como Monstruos y animales, pues en este esfuerzo de diez temas hay muchas atmósferas, estados de ánimo y, sobre todo, muchos ritmos. Para nosotros en 120dB Bogotá, sin embargo, ello constituye una virtud que denota una estética polifacética y osada.

Vamos por partes, como corresponde. “Retrato” abre el disco con un arreglo de cuerdas cercano al bolero y la música latinoamericana de primera mitad del siglo pasado, una guitarra presurosa se une al ensamble para dar forma a una balada con vientos que es entrañable y conmovedora. La canción narra la historia de una de las dos partes de una relación que sobrevive la ausencia de su complemento. El tiempo, el recuerdo, la soledad y el vacío que anida en nuestro pecho después de una larga relación configuran un motivo poético emocionante y doloroso. El disco, entonces, presenta el motivo de la nostalgia (romántica, musical) como motor creativo de una estética emotiva y sonora que se acrecentará con el paso de las canciones.

Seguidamente, aparece “Wasting Time”, una canción en la que el español coexiste con un coro en inglés y que lleva consigo los tintes de un reggae caribeño lento y sensual. La canción es una reflexión sobre todas las personas que tenemos que conocer y con las que desperdiciamos nuestro tiempo hasta encontrar a ese complemento perfecto para compartir nuestras horas, nuestras caricias y nuestro amor. “Delirio”, con Pipe Bravo de Superlitio, es una funky cadencia plena de coqueteo que retrata el estado físico y emocional al que pueden llevarnos ciertos individuos debido al efecto completamente demoledor que representan para nuestra química interna. Con unos saxos salvajes y coquetos que casi obligan a un chiste fácil de intercambio vocal (saxo/sexo), “Delirio” va acrecentándose con un coro provocativo que emula los jadeos de una relación carnal portentosa y arrolladora. En tres canciones Los Makenzy han explorado ya un amplio espectro musical al que poco le importan la mojigatería de los géneros.

“Jaco” es uno de los momentos sagrados del álbum. Una lenta balada atmosférica que demuestra no solo la virtud interpretativa que tienen Los Makenzy, sino también su habilidad como plumas líricas. La canción está repleta de imágenes de una belleza frágil y singular. Es una composición que no tiene miedo de abrazar el lado más tierno y melodramático de los músicos. El resultado, como toda composición del disco, es sobresaliente. “Juegos” tiene un arreglo de cuerdas idílico y doloroso, como un paraíso del que fuimos expulsados y que nos toca contemplar desde el otro lado de la verja con tristeza. La canción muta con elegancia hacia un arreglo moderno que respeta la esencia clásica de sus primeros momentos, pero crece de manera vertiginosa para llegar a un clímax calmo e inconcluso, como una historia de la que no conoceremos el final.

“Monstruos & animales”, canción que da nombre al disco, introduce un piano solitario emotivo que se construye sobre distorsiones de guitarra y una batería a medio paso que se entreteje con arreglos electrónicos que, como una gota de un color disruptivo sobre una composición bi cromática, sirven para resaltar y subrayar una melodía encantadora y de grácil belleza. “Nona” es la canción con más trazos biográficos y está dedicada a la abuela de los hermanos, sólo pensar en el videoclip que acompañó el lanzamiento del sencillo es suficiente para estremecernos. Y es que el paso del tiempo, el recuerdo, el olvido, los momentos que se van para nunca volver y de los que no sobreviven fotogramas nunca fueron motivos tan potentes y conmovedores. “Muelle” recuerda un poco a los Beatles del Sgt. Pepper y al trip hop de principios de los noventa, es la canción más minimalista y antecede a un cierre explosivo que es una reversión de su álbum pasado, “Cruel II”.

Los Makenzy han creado un documento que es un recorrido continental por la música latinoamericana, tanto en el sentido de la forma como en el de la historia. Con Monstruos y animales la banda ha demostrado que es docta en la posibilidad de escribir sobre cualquier base rítmica. Con una sensibilidad estética y poética sin par en el panorama del rock colombiano, estos hermanos ratifican que han llegado para quedarse, que su música es osada en su redefinición de las formas ya establecidos y, sobre cualquier género, aportan a la discusión con una sofisticación melódica coqueta, pero prudente. Sabrán disculpar que me salga del personaje, pero es que es un disco muy hijueputa.


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