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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Franz Ferdinand cerró su gira de dos años y medio con un concierto emocionante en Bogotá

Actualizado: 9 ene 2020


No eran bandas nuevas las que se presentaron hace una semana en el Movistar Arena. Salvo el acto de apertura, las dos bandas principales de la noche son viejas conocidas de una generación que descubrió en el MTV pre Jershey Shore (o en PlayTV de Canal 13) los sonidos que cambiarían el rostro del rock a principios del nuevo milenio. En ese sentido, reencontrarse con Franz Ferdinand e Interpol era menester para todos quienes descubrieron el rock en su faceta más elegante: con corbata y zapatos sofisticados, con peinados impecables, con canciones evocativas que cantaban la misma historia de siempre (el amor, la fiesta, la ira) pero con una profundidad poética nueva, renovada. Era una cita imprescindible y allí acudimos en marcha.

El Movistar Arena se ha convertido en el escenario predilecto de la capital y tiene sentido. Si bien estéticamente recuerda esos flotadores de brazo que le ponen a los niños obesos en los balnearios a las afueras de la capital, lo cierto es que la disposición interna es pertinente y cumple con todas las condiciones para hacer del edificio un venue real para conciertos. No es un salón comunal multi propósitos, es un escenario con dignidad para presentar espectáculos de primera. Y con ello nos encontramos precisamente el martes, con un show de primera línea, emocionante y conmovedor.

Una de las principales ventajas del lugar es su facilidad de acceso. Así es que cuando llegamos muy temprano tuvimos miedo de que la presentación final de la gira de dos años y medio de Franz Ferdinand fuese a estar vacía, pues no veíamos personas haciendo fila. Así mismo, temimos la poca respuesta del público nacional por uno de los suyos, Margarita siempre viva, que tenía la difícil tarea de abrir la tarima para dos pesos pesados de lo que la crítica especializada ha llamado post punk revival. Empero, los paisas tuvieron una presentación inquietante y poderosa de la que hablaremos a continuación. El hecho de que la gira de los europeos finalizara un martes también era motivo de alarma: si bien sale más económico para los organizadores convocar a las bandas durante la semana antes que los viernes y sábados, lo cierto es que también corren un riesgo en lo relativo a la asistencia, pues la mayoría del público con solvencia tiene que trabajar al día siguiente.

Margarita siempre viva ha tenido un ascenso vertiginoso en la escena alternativa colombiana. Dos días antes había llenado la Cervecería Sánchez con un concierto gratuito en el que la gente tuvo que, literalmente, subirse a las paredes para poder ser parte del fenómeno paisa. Es una banda potente que tiene todos los elementos para triunfar: un ensamble dinámico y unas melodías envolventes, una inteligencia lírica cercana a la experiencia urbana, pero profundamente reflexiva y una ingenua juventud que los lleva a tomar riesgos que al final resultan en lo mejor para la banda. Ataviados de rojo los Margarita se tomaron el escenario frente a la indiferencia de los que solo habían madrugado para rozar la mano de Alex Kapranos desde la barrera y quienes se sabían todas las canciones de los antioqueños desde que empezaron a hacer ruidos en canales independientes como el de El Enemigo. Margarita abrió con medley de “Decadencia reverb: lo que se pierde sin querere” y “Carente de cigarros: lo que se encuentra sin buscar”, dos composiciones de su debut de 2017 La luz que dejaste regar. Le siguieron “Los días apacibles”, “Atracción como lamento” y “Particularmente nada” antes de que concatenaran “La nostalgia pt. II” y “La nostalgia pt. III” de su último trabajo musical, el EP Lentas nubes de fuego. La banda mostró una entereza durante su corto set que demuestra los aprendizajes de una carrera fructuosa y joven, como los miembros que componen el ensamble, que solo augura muchos éxitos en el futuro. A quienes no creían o no los conocían al principio del show, los convirtieron con su espíritu noble y sus melodías conmovedoras. A quienes los veníamos siguiendo con interés nos dejaron con la boca abierta, pues nunca los habíamos visto tan poderosos y emotivos, tan centrados y adultos. Margarita siempre viva es una banda brillante en su melancolía y así lo demostró con los cinco últimos cortes: “Detrás de la fachada”, “Lentas nubes de fuego”, “Anticoncepción del sueño: abono”, “Cara de flor: el trémulo del viento” y “Techo de astros y truenos: fenómenos”. Sin duda alguna, la banda se lució con su honestidad descarnada, con su potencia en tarima, con el poder de su juventud esperanzada.

Para los dos actos restantes la historia se invirtió: cuando Franz Ferdinand empezó a girar tuvo varias fechas como acto de apertura para Interpol. Esta vez, sin embargo, los neoyorquinos fueron los encargados de presentar a los europeos. Fue triste, empero, que esta vez Sam Fogarino no pudiera asumir las labores de batería aquejado por un mal de altura que ya le había pasado la factura meses antes en su presentación de Briceño en el marco del festival Estéreo Picnic. El tener a un roadie ocupándose de la percusión dificultó la tarea de la banda pues, como se sabe, el trabajo de Fogarino es sobresaliente sobre todo en los dos primeros álbumes de los norteamericanos, lo que resultó en una presentación sin una de sus partes principales. Paul Banks y Daniel Kessler no estaban cómodos y eso se notó, desafortunadamente. La banda se excusó de antemano e hizo lo que pudo, eso también fue evidente. Su espíritu no mermó pese a las circunstancias y su presentación estuvo cargada de clásicos de un catálogo que recorre casi ya dos décadas. “Untitled” de Turn on the Bright Lights y “C’mere” de Antics abrieron su presentación. “Is You Really Love Nothing” de su álbum más reciente siguió a la presentación, luego “The Heinrich Maneuver” de Our Love to Admire y “NYC” y “PDA” de su primera placa discográfica. La banda, para entonces, sabía que no podría darles a los fanáticos el sonido al que estaban acostumbrados y redujo la complejidad musical sin disminuir su entusiasmo e interés. Los fanáticos supieron entender y, pese a la frustración, trataron de disfrutar lo que seguía. Afortunadamente el siguiente momento fue la interpretación de “Evil”, sencillo que los puso en el mapa latinoamericano hace quince años con el depravado retrato de un par de asesinos seriales y un divertido video con una marioneta herida. El aforo en pleno se dejó llevar por el “Rosemary” que abre la carta de despedida. Siguió “The Rover”, parte de su trabajo reciente y “Rest My Chemistry”, “una canción sobre la fiesta”, en la que Paul Banks exorciza sus demonios farmacodependientes. “Narc”, “Not Even Jail” y “Slow Hands” no presentaron mayor dificultad y la gente llegó a un estado de alegría consensuada. Empero, “Obstacle I”, bordeando el fin de la presentación” nos reafirmó la necesidad de Fogarino en la percusión, pues sonó inconexa, aletargada y débil. La banda cerró con “Stella Was a Diver and She Was Always Down” y pudieron regresar a los camerinos con el sabor agridulce de pasar raspando. Siempre podemos perdonar cualquier tropiezo de salud, sabemos que la banda no es la misma devota de Baco de hace quince años y no hay culpables para las circunstancias. Sin embargo, a la luz de lo sucedido, ¿podrá volver a Bogotá con su altitud peligrosa? Ojalá Sam pueda recuperarse para futuras presentaciones.

No por jugar “Al caído, caerle”, pero una vez Franz Ferdinand se tomó la tarima del Movistar Arena las cosas fueron completamente distintas. La banda demostró, como siempre, una vitalidad que no merma y con Alex Kapranos como líder hicieron una presentación explosiva y emocionante que duró 16 canciones. Kapranos podría narrar una partida de parqués e igual terminaríamos ebrios de alegría, saltando en éxtasis por un par seis en los dados. Los europeos abrieron, después de agradecer y felicitar a la audiencia local, con “No You Girls” parte de su Tonight: Franz Ferdinand de 2009. Una canción y la gente ya estaba saltando, coreando a voz en grito y abrazándose. “The Dark of the Matinée” preparó los ánimos para “Always Ascending”, que titulaba esta larga gira de dos años y medio. “Evil Eye”de Right Thoughts, Right Words, Right Action y un “Do You Want To” en el que el coro fue modificado para “You’re so cumbia” preparó a la asistencia para el momento más emotivo de la noche. Las luces cayeron para la interpretación de “Walk Away”, con cientos de estrellas artificiales titilando desde las manos de los asistentes. “Lazy Boy”, “Michael” y “Black Tuesday”, que aún no está grabada, anticiparon otra sorpresa para los fans de antaño. Los primeros acordes de “Darts of Pleasure” empezaron a sonar en un Movistar Arena perplejo. El primer sencillo de la banda, aquel que los lanzó en una rápida carrera hacia el estrellato, fue interpretado por primera vez en mucho tiempo, pues no había figurado en el setlist de la banda en el último año. Fue una hermosa sorpresa que sirvió también como homenaje a una amistad de más de quince años: con “Darts of Pleasure” la banda alcanzó la fama suficiente para empezar a girar con Interpol. “Lucid Dreams”, “Love Illumination”, “Ulysses” (como una suerte de respuesta irónica a “Rest My Chemistry”, o una evidencia de los dos lados de la fiesta) y “Outsiders” llevaron a la gente al extremo. “Take Me Out” preparó los ánimos para un cierre apoteósico: cuando llegó “This Fire”, Kapranos puso al público en el suelo, dándole instrucciones, completamente a merced de su poder hipnótico. El resultado fue una explosión histérica que se propagó por casi diez minutos entre coros y respuestas. Franz Ferdinand, como siempre, dejó la barra muy alta para cualquier próximo espectáculo en la ciudad. Fue un honor que cerraran la gira en nuestra casa.

Todas las fotografías por Juan Pablo Paredes Jordan


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