Cada mes la música colombiana presenta una serie de lanzamientos excelsos que, a fuerza de una oferta siempre creciente, a veces se quedan en el tintero. Como medio independiente enfocado en la misión de ayudar a visibilizar y hacer crecer la movida cultural colombiana, es nuestra tarea tratar de reseñar cuanto podamos de lo que está pasando musicalmente en Colombia e Iberoamérica. Sin embargo, muchas veces no nos alcanza el talento humano para presentarles un análisis riguroso de cada uno de estos lanzamientos. En cambio, cada día más buscaremos proponer espacios de difusión para que se familiaricen con nuevos sonidos locales y para que cada uno de ustedes pueda formular su propia opinión de las producciones más recientes dentro de nuestro país. Noviembre fue un mes fructífero para la efervescente movida musical dentro de nuestras fronteras. Muchos lanzamientos revitalizaron el formato del álbum para demostrarnos que aún hay obras complejas y redondas que buscan transmitir un sentido concreto y cabal. No se pierdan estos lanzamientos. Seguramente entrarán a su listado de favoritos.
Frente Cumbiero – Cera perdida
Fueron necesarios diez años para contar con una nueva placa de Frente Cumbiero. Y la espera valió cada segundo. Cera perdida, su segundo álbum de estudio, encuentra al proyecto de Mario Galeano en su momento de mayor perspicacia investigativa, luego de haber lanzado este mismo año Minyo Cumbiero, un EP junto a los Minyo Crusaders de Japón. Cera perdida hace referencia al proceso de creación de las gaitas indígenas y es un álbum en el que los vientos están más presentes pues, además Sebastián Rozo se une a la banda en las labores del bombardino. Este nuevo espíritu le permite al conjunto explorar los sonidos de los ensambles de la costa Caribe del país, bebiendo de la cumbia, las bandas pelayeras, el porro, las papayeras y demás manifestaciones culturales nacionales que tienen un arraigo vital en nuestra idiosincrasia. Es un disco que, desde la antropología musical y la etnomusicología, estudia la manera en que estos acentos heredados y transmitidos por generaciones pueden dialogar con el lenguaje de las máquinas modernas. Es una exploración cabal del tropicanibalismo, ampliamente estudiado en Latinoamérica y retomado por Galeano para reevaluar los criterios de identidad, mística, historia y performatividad, entorno a los mecanismos por medio de los cuales se reinterpretan los sonidos tropicales de la época de oro para llevarlos a un nuevo esquema del ritual de la fiesta, enalteciéndolos, dándoles continuidad y vigencia, desechando las fórmulas establecidas en la industria musical y generando nuevos diálogos sonoros y artísticos. Todo este marco conceptual sirve para disfrutar con mayor alevosía uno de los discos más inteligentes y rumberos del año. Es una joya.
Pernett – Tengo cada día
Pernett es el papá de los pollitos. Así de simple. Su trabajo sembró hace casi dos décadas una semilla que permitiría que la fusión de música electrónica con ritmos autóctonos tuviera una salida comercial más allá de los bares de modernillos en Chapinero. El barranquillero ha creado una propuesta de valor sólida y contundente que no deja de sorprender con cada lanzamiento y este disco es, por ahora, su magno opus. Tengo cada día es un álbum cargado de buena vibra y energía en el que las gaitas colindan con la champeta, el reggae, el rock y el dancehall, entre muchos otros, para regalarle un sentido a este año de mierda. Con invitados ilustres y nuevos talentos, este disco es una declaración de principios que nos invita a aprovechar cada nueva mañana y agradecer cada soplo de aire que se convierte en oxígeno vital para que amemos, luchemos, aprendamos a levantarnos y superemos nuestras manías que solo envenenan cada ratito que nos fue dado como regalo. Es un milagro estar vivo, es una bendición que la música nos lo recuerde. El mago regresa con toda la fuerza ancestral que cataliza a través de la gaita para darle nuevos vientos. Es un disco perfecto desde el primer corte.
Julián Mayorga – Cuando tengo fiebre veo la cabeza de un leopardo magnífico
El arte de Mayorga es complejo y fascinante. Luego de presentar este año su EP Las transmigraciones, su cumbia espectral regresa con un aire minimalista en el que, con la factura de un relojero, el tolimense plantea un recorrido psicodélico y extraño por parajes surrealistas. Cargado de metáforas brillantes, Cuando tengo fiebre veo la cabeza de un jaguar magnífico nos lleva por una deconstrucción de los ritmos folclóricos para inyectar imágenes rabiosas para narrar el difícil contexto de un país que, no digan que no, sigue en guerra. Paracos, jaguares, sueños afiebrados y personajes extraños recorren los parajes de una jungla que brilla con neón artificial y furia primordial. Los sintetizadores análogos de Mayorga nos llevan por visiones imposibles de una realidad fabulosa y fabulada que sirve para recontextualizar las difíciles circunstancias de nuestro país aún consagrado al Sagrado Corazón. La música del tolimense es minimalista y extrema. Una joya de rara belleza que, desde España donde está afianzado, reluce colores nuevos y maravillosos sobre nuestros oídos y nos invita a soltar la racionalidad para llevarnos por un viaje alucinógeno y vivaz. Es un momento de los nuevos ritmos y cantautores del país. Un trabajo magnífico de cabo a rabo moteado.
Montañera – Salvadora
María Mónica Gutiérrez tiene uno de los colores vocales más particulares de la música colombiana contemporánea. La cantautora bogotana lleva ya años moviéndose por el circuito nacional con proyectos cargados de fuerza como El Último Boabdil, Suricato, Niño Pueblo y Ságan. Desde 2017, la música y compositora bogotana lanzó su proyecto solista en el que tenía pleno control creativo, Montañera. Luego de Encarnación la compositora bogotana presenta Salvadora, su segundo álbum como solista. Este álbum es una mirada íntima e introspectiva para entendernos como sujetos y tener un impacto positivo en el mundo que nos rodea y las personas con quienes lo compartimos y cohabitamos. Son ocho cortes delicados en los que la naturaleza juega un rol central como membrana viva que nos arropa y que se convierte en metáfora para hablar de los procesos individuales de cada uno de nosotros. Con una instrumentación delicada que recuerda el pop electrónico, pero también la música folclórica latinoamericana, Montañera nos abre la calidez de su espíritu para darnos un sosiego en medio del caos. Salvadora no se refiere a la solista como profeta, sino a la cualidad última de la música: curarnos, arroparnos, darnos paz y protegernos.
Los Rolling Ruanas – La casa de la abuela
Diciembre se celebra mejor al lado de los Rolling Ruanas. La banda de neo carranga se ha convertido en uno de los actos centrales del país a fuerza de construir una identidad propia, respetuosa e inteligente que honra la verdadera idiosincrasia nacional: los héroes del ciclismo, el campesino que cultiva la tierra, la gastronomía colombiana y las tradiciones de los hogares de nuestra región. Siendo así, era evidente que algún día llegarían a celebrar diciembre, el mes más familiar y cálido de nuestro contexto, en el que las familias se reúnen para compartir, entregarse presente y comer juntos en la mesa las delicias de la abuela: tamales, buñuelos y natilla. La casa de la abuela es una celebración a la matrona del hogar que con calidez y temple se ha convertido en un mapa de ruta moral y ético en las familias colombianas. El disco reúne clásicos del repertorio decembrino que van desde “Faltan 5’ pa las 12” hasta “Jingle Bell Rock” y los reversiona en clave de delicada carranga con arreglos de cuerdas íntimos y bellísimos. Por primera vez, Fernando Cely, el requintista de la banda se le mide a las labores de producción en un estudio que montó y ensayó durante el confinamiento social. Como ven, es un disco íntimo y cercano hasta el último detalle.
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