top of page
  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Amantina, la melancolía más allá del peformance



De manera pausada y muy sigilosamente, Daniel Sorzano Perry, conocido como Amantina en el mundo de la música independiente, se ha convertido en una de las voces más sorpresivas del indie latinoamericano. A medio camino entre Ecuador y Colombia y una pluralidad de estéticas y sonidos ingeniosamente manufacturados, Amantina es un artista polifacético, conmovedor y sorpresivo que tiene los pies en el suelo y los oídos en todas partes. El año pasado, el artista debutó con su sorpresivo Vivo, nasty, un álbum poco menos que perfecto que le muestra el dedo medio a todos los críticos que dependen de encasillar un producto para determinar su valor. Pero es que este disco está por todas partes y bebe de todas fuentes para construir una declaración de principios, artística y estética en la que la pluralidad es la clave del éxito.


El disco juega con todos los lenguajes que la canción requiere y va mucho más lejos, creando una experiencia de escucha durante sus catorce cortes que no se parece a nada que hayamos escuchado antes y que, seguramente, no escucharemos después. Adicionalmente, la capacidad lírica del autor lo lleva a mirar de frente una serie de conductas nocivas del espíritu contemporáneo que desafortunadamente se han instaurado como un implante quirúrgico en nuestra psiquis. Amantina apuesta por lo genuino y genuinamente crea lo que le venga en gana. El confiar en su instinto lo llevó a crear uno de nuestros álbumes favoritos de 2022 y a ser parte del cartel de la edición 2023 de Estéreo Picnic, en la que se presentará el viernes 24 de marzo. A propósito de su álbum, hablamos con el músico sobre su relación con la melancolía, el problema con las etiquetas y los sonidos que lo interpelan a seguir creando.


¿Cómo nace el proyecto de Amantina?


De la exploración de algunos sonidos que he estado tripeando desde hace un tiempo, el hip hop, mucho pop, algo de synth pop y los rezagos del inde de mi adolescencia. Es una exploración más allá de las sonoridades, sino también de estructuras de canciones, tratando de probar moldes diferentes antes que la misma estructura formulaica de siempre. No digo que esté, pero tal vez en aras de encontrar un discurso diferente que vaya un poco más afín a lo que quiero decir con cada canción, era necesario que cada canción tuviera una estructura distinta. Eso, al mismo tiempo, permite un desarrollo de la narrativa diferente, porque uno no está sujeto a las mismas estructurales tradicionales. La música siempre ha hecho parte de mi vida y después de terminar con un proyecto que tenía en Ecuador, Amantina sí nace como este punto de convergencia entre esto que quiero llegar a desarrollar en algún momento, poniendo sobre la mesa esas cartas de aprendizajes que he venido teniendo en los últimos años.


¿Cómo dialoga con las estéticas contemporáneas del Ecuador y de Colombia?


Algo que me gustaría pensar realmente es el tema de la vigencia o la actualidad, porque creo que los artistas, no solo músicos, piensan en la vigencia. Es importante para mí estar en contacto con lo que está sucediendo, no tanto en el tema de tendencia, sino de las sonoridades que se están utilizando porque eso, al final, tiene que ver con el discurso generacional y con el contexto en el que estamos viviendo y creciendo. Valoro mucho lo que se pueda entablar con proyectos distintos de Colombia o Ecuador que tal vez están buscando lo mismo, pero a su manera y de forma diferente. Siento que para mí ha sido importante desvinculare de sonoridades que ya no están tan vigentes como, por ejemplo, el rock. Sí ha sido una base muy importante, pero si nos quedamos pensando que esa es la única música que vale la pena o seguir esos mismos elementos para un discurso diferente, creo que puede ser como contraproducente. No sé muy bien cómo dialogan, pero me gusta pensar que lo que estoy haciendo ahorita tiene un lugar en los artistas que conozco y quiero, con los que he crecido en Ecuador y Colombia, con los que podemos retroalimentarnos también.



Vivo, nasty es un disco que se fermentó durante varios años. ¿Existió, en algún momento, el miedo de que su sonido perdiera vigencia?


Creo que no porque no tenía en la cabeza un determinado sonido que quería lograr específicamente. Sí había ciertas pautas, direcciones o consignas que era chévere tener presentes al momento de plantear cierto desarrollo de producción y de mezcla. Sin embargo, no estábamos casados con nada. Yo no estaba casado con nada y creo que esa fue una de las filosofías más importantes en el momento de creación y producción del disco, porque nos permitía estar abiertos a ideas múltiples, súper diversas, que no vieran solo de una sola persona. Trabajando en la producción del disco, una de las ideas fundamentales en la construcción del proyecto era el permitir que cualquier posibilidad que se pusiera sobre la mesa se podía contemplar, aunque a mí no me gustara, por ejemplo. El hecho de que yo tal vez pudiera tener al final la última palabra, no significaba que no se tomaran en consideración las ideas del resto de personas. Creo que lo que prima, al final, es lo que queda en la música o lo que la música está pidiendo. Y muchas veces eso iba variando con el tiempo. Por eso no estuve muy preocupado, ni nadie, de que tal vez el sonido perdiera algún tipo de vigencia. Todo el tiempo estuvimos transformando el sonido del disco hasta que estuvimos lo más contentos posible.


En el disco convergen varios géneros musicales, lo que me lleva a pensar en ellos más como complementos a un sonido particular antes que una etiqueta funcional para catalogar artistas y bandas. Desde tu perspectiva, ¿crees que aún es necesario hablar de géneros musicales y dividir a las propuestas musicales desde allí?


Esta pregunta me parece súper importante porque creo que son etiquetas o un catálogo que nos ha permitido entendernos. Es una herramienta del lenguaje que ha sido importante. Sin embargo, creo que, hablando precisamente de la vigencia, están perdiendo vigencia. Ahora que todo está tan globalizado desde hace un buen tiempo, siento que todos podemos permearnos de las diferentes cosas que escuchamos. Además, todos tenemos mucho acceso a diferentes formas de arte, músicas, etc. Tratar de catalogarlo, de encasillarlo, puede por un lado simplificar lo que se está haciendo y la obra que se está llevando a cabo y, por el otro lado, termina generando unos estigmas sobre lo que es o no es cierta cosa, pues tiene que cumplir con unos parámetros específicos para entrar en esa casilla. Creo que no va tanto por ahí. ¿Qué importa si no es reggae o rock realmente? Es un pensamiento súper purista también y los géneros y esa forma de categorizar sí termina respondiendo a un sistema de pensamiento súper purista.


Honestamente, por lo que yo me guío para disfrutar la música es lo genuino que estoy escuchando. También es una discusión súper subjetiva, porque al final es difícil determinar al cien por ciento si algo es genuino, pero sí siento que la música resuena con una sensibilidad difícil de explicar. En ese sentido, creo que guiarnos por un esquema lógico termina generando unos márgenes que no son tan necesarios en el momento de escuchar o hablar de la música. Yo, en vez de hablar de un género musical o de un tipo de música, hablaría de cómo ese artista me interpela de cierta manera o más bien me repele si siento que lo que está haciendo no viene de un lugar tan genuino, sin catalogarlo o juzgarlo como nada.



Hablemos de la importancia del silencio en el disco. Siento que es uno de los elementos mejor trabajados en el proceso de mezcla.


Me gusta mucho esto porque se ha presentado mucho en esta época, no solo musical y artística, sino en lo personal también. Creo que el silencio es igual de valioso porque es la única manera de escuchar lo que está pasando, sea que la otra persona esté tocando al lado nuestro o presentando una idea. Me parece lindo que percibas que esto se manifieste en la música, porque siento que un poco el proceso requería de eso, requería de poder quedarnos callados en un momento y escuchar lo que otra persona estaba proponiendo por fuera de nuestra cabeza. En ese sentido, creo que es un poco lo mismo que el “sí” y el “no”. Para poder decir “sí” genuinamente hay que aprender a decir “no” y para decir algo que valga la pena hay que saber estar en silencio.


En el momento contemporáneo es extraño encontrarse con álbumes redondos, completos. Quisiera preguntarte cómo ves la figura del álbum hoy por hoy y qué álbumes tenías en la cabeza cuando estabas trabajando en este.


Siento que es un poco extraño también hablar de álbumes también. La gente está apuntando mucho a lo instantáneo, a lo inmediato, y el disco se va un poco en contra de eso, ya sea redondo o no. Puede ser simplemente un compilado de canciones. Para mí por eso era tan importante lo que representa el disco, más allá de que la gente lo oiga o no completo, que igual creo que sí hay un porcentaje grande que escucha Amantina que se ha dado a la tarea de escuchar cada una de las canciones. Se ha hecho el intento de escucharlo de corrido. Por eso creo que es importante. Primero para apelar a lo valioso que tiene el público realmente que se ha olvidado tanto, que es la capacidad de poner atención de lleno a una obra o a una pieza musical, o a cualquier cosa en general ahora que estamos acostumbrados a la inmediatez.


Y también era importante para mí mismo poder pensar que soy capaz de crear esto que siempre he estado escuchando. Yo sí soy una persona a la que le gustan mucho los discos. Esto no quiere decir que no escuche canciones sueltas o listas de reproducción. Lo hago todo el tiempo. Pero me gusta mucho la experiencia o ritual que implica escuchar un disco de corrido y lo que te puede decir, además. Porque no son solo las canciones juntas, sino su continuidad y lo que te puede decir que una esté antes que la otra. Ese submundo que se empieza a entretejer por debajo de la escucha es como un subtexto que solo lo permite un material de ese estilo.


Era algo que quería poder hacer por mí mismo y me parecía importante, porque es una cosa que me debía a mí después de estar trabajando en música desde hace casi diez años, justamente porque no me sentía preparado. Y en este momento, antes que sentirme preparado o no, creo que he tenido aprendizajes y desaprendizajes valiosos que me han permitido llegar hasta este punto y decir “esto es lo que quiero hacer”.


Este es un disco bellísimamente melancólico. ¿Por qué es necesario rescatar estas sensaciones en la era de la híper positividad, cuando todos estamos obligados a ser felices o, al menos, proyectarnos felices para el otro?


Creo que es un papel importante no solo político, sino personal. Para mí ha sido una búsqueda súper personal porque creo que he pecado mucho de reírme de mis propias miserias. Creo que es un mecanismo que me ha permitido muchas cosas, pero al mismo tiempo creo que trae unos dolores por tener ese tipo de actitud deflectiva. Nos pasa mucho porque creo que estamos no diseñados, pero sí condicionados y acostumbrados a que respondemos de cierta manera, incluso por el sistema socio económico en el que vivimos. El capitalismo tampoco nos permite estar mucho con la cabeza abajo, tristes o poco productivos. Pero sí creo que fue una cosa que me ha tocado muy personalmente y, de hecho, todo el disco gira alrededor de eso, como de estar muy en la mala y pretender que no o tratar de reírte a pesar de. Sí está bueno por un lado, han sido herramientas que me han mantenido a flote, pero al mismo tiempo, creo que hay unos dolores que vienen de esas actitudes que lo único que hacen es no permitirnos estar en ese estado que, a veces, es un poco necesario. Es bien necesario.


Por eso entra también este imaginario del payaso y de lo clown, que es como proyectar los dolores de esa forma a partir de estos mecanismos. El payaso en general ha sido un elemento muy importante en general desde hace un buen tiempo con la música. Recalca mucho esto y denota un poco que ese imaginario que tenemos del payaso termina siendo también el imaginario que tenemos del artista que, a pesar de que esté en una situación emocional súper difícil, tiene que estar recreando o más bien ese es el motor para crear. Como la canción de Héctor Lavo, “El cantante”: no importa si estás en una pena muy honda, tienes que ir a cantar. Asocio mucho el imaginario con el imaginario del artista y creo que gira mucho alrededor de esta época en la que nos tenemos que proyectar felices o que solemos hacerlo porque no sabemos ponernos en contacto con la tristeza.


Por último, quisiera saber cuál es el concepto transversal al disco, cuál fue la brújula que orientó esta aventura musical que emprendiste en Vivo, nasty.


Más allá de la melancolía que hablábamos antes y que es una cosa conceptual que tienen todas las canciones, también era tener la libertad de no pensar esto como un objeto inamovible, inalterable, sino más bien estar consciente de que eso puede ir variando y cambiando todo el tiempo. Se trataba de entender esa flexibilidad y esa elasticidad que también nos caracteriza como humanos, el estar en constante cambio. Creo que eso fue algo que estuvo transversalmente en el proceso de creación del disco. Hubo canciones que salieron muy rápido, como “Vivo, nasty”, y en cambio hubo otras canciones que me demoré mucho en componer y que reescribí una y otra y otra vez hasta quedaron realmente como quería que quedaran, o que dijeran lo que estaban hechas para decir. Sentía que no era no eran lo que tenían que ser y, a partir de eso, se fueron transformando hasta que quedaron como quedaron en el disco.




274 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page