Han sido días difíciles. En un país en el que la fraternidad es la bandera para vender sus playas como destino turístico, que es unánime en detenerse cuando la selección nacional de fútbol juega un amistoso y que aplaude los reinados de belleza como si estuviese presenciando el triunfo de los lanceros en Boyacá contra la avanzada bélica del imperio español, han sido días difíciles. La enfermedad nos ha obligado a permanecer en casa, a cuidar a los nuestros limitando nuestro contacto, a ver a nuestras parejas a través de pixeles difusos porque las redes de Internet están saturadas. Y, sin embargo, resistimos. Todos los días aprendemos que nuestra mente puede ser nuestra mejor aliada y la amenaza silenciosa para perder el sentido entre las sombras de un apartamento vacío de voces. Despertamos en la incertidumbre y nos acostamos con frío ansiosos. A veces no podemos dormir. Algunos días lavar la loza es la única actividad para no ceder ante el miedo. Y aquí estamos, cuarenta jornadas después, añorando, comprendiendo la dolorosa verdad de que somos más frágiles de lo que creíamos, que un abrazo puede ser letal.
En medio de todo ello hemos encontrado canciones que alivianan el peso de los días, que nos dan algo de fuerza en el desasosiego. En medio de esta coyuntura hemos encontrado composiciones que le ponen un freno al ruido de voces en nuestra cabeza, que nos invitan a detenernos y ver al sol tras la ventana erguirse en el cielo soberano, como en los primeros días de la especie cuando convertimos su fuego inmortal en el dios de nuestros días, el indicador para medir el tiempo y la razón para no tener miedo. En días como estos resulta en una bendición que aparezcan composiciones como “Solo, Op. 1: No. 1” de Böjo, el proyecto solista de Samuel Lizarralde. El compositor y productor musical colombiano, nominado al Latin Grammy en 2019, se arriesgó el año pasado a lanzar su proyecto solista, un lugar fértil para la creación en el que explora las distintas facetas de la música electrónica que han inspirado su carrera. Lizarralde ha dirigido las bandas sonoras de numerosos cortos, películas y series de televisión y es reconocido por su trabajo con artistas como Bajonfondo, Carlos Sadness, además de ser miembro fundador de MOÜGLI, banda que desde el principio nos ha conmovido.
Pero Böjo es otra cosa. Está lejos del sonido del jungle beat con el que empezó a hacerse un nombre en la prensa musical y seguramente con Opus, su primer álbum como solista, el proyecto solista de Lizarralde se convertirá en un nombre en boca de todos. “Solo, Op. 1: No. 1” se ha convertido rápidamente en un sencillo exitoso en el convulso ecosistema de las plataformas, encontrando un lugar en listas de reproducción orientadas hacia la relajación, la introspección y la espiritualidad. No es para menos: esta pieza inaugural del Opus es el primer momento de un recorrido personal en la sensibilidad de Böjo, partiendo desde el piano clásico y la influencia minimalista de Debussy, para luego empezar a explorar los aspectos sintéticos de la música electrónica, en la que se ha desempeñado gran parte de su carrera. Este primer momento, sin embargo, es solo Lizarralde y su piano. Es un vistazo casi íntimo de su alma de artista, de sus emociones, sus fragilidades y sus miedos. Y el resultado es simplemente enternecedor. En días como estos, la música de Böjo parece ser el bálsamo ideal para sobrellevar el peso de los días, para celebrar que seguimos vivos, para descubrir que aún la música puede conmovernos, que a veces lo único que necesitamos es guardar silencio y escuchar al mundo realizar su magia invisible, aquella que mantiene las cosas vivas, respirando. Escuchen aquí “Solo, Op. 1: No. 1” de Böjo, inhalen y exhalen. Pronto seremos libres.
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