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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

MIEL, dulce bálsamo ecuatoriano


A pesar de que algunas personas más cercanas al ecosistema indie ecuatoriano en nuestro país, aquellos quienes seguían a Lolabúm o DaPawn, podían tener noticias de hace tiempo de ellos, el resto de los mortales conocimos a MIEL como parte de los showcases de la pasada edición del BIME en Bogotá. Bastó con una presentación de poco menos de veinte minutos para entender que este dúo era poco menos que lo mejor en exportarse culturalmente desde el país hermano en mucho tiempo. Y es que el proyecto de Damián Segovia y Martín Flies ha reunido en apenas dos álbumes de estudio, EDÉN de 2020 y MIEL estrenado este año, una de las experiencias sonoras más sorprendentes de los tiempos recientes de nuestro sonido continental.


Celebrar la inteligencia en producción, song writing o el sound designing de los ecuatorianos para contrastar estos dotes con su juventud sería un ejercicio perezoso de crítica, pues es evidente que son muy talentosos y jóvenes. Pero, más allá de sus dotes artísticos, hay una intuición delicada por lo que precisa cada una de sus composiciones, una elegancia en la factura de su sonido, una grandilocuencia que no resulta incómoda en los momentos de mayor éxtasis de su acto en vivo. MIEL es uno de esos proyectos que sorprende de manera inmediata, acaso la representación de una magia atemporal conectada con el polvo de las estrellas que ha llovido sobre el suelo durante siglos y que se materializa en un ritual en el que el cuerpo es testigo y agente de las perfectas formas del mundo. Hay herida y catarsis. Hay sensualidad y coqueteo. Hay dulce trampa para las hormigas, vital néctar para la angustia, música y canciones que curan.


A propósito de su participación en la reciente edición de Hermoso Ruido, nos reunimos con el acto ecuatoriano para hablar sobre el sonido latinoamericano, la raza cósmica y la obra de arte total contemporánea que buscan construir en sus presentaciones en vivo.

MIEL, segundo trabajo discográfico


En 2020, en plena pandemia, el dúo ecuatoriano presentó Edén, su primera producción gestada desde un inteligente uso de la economía de recursos y una habilidad sorprendente para la arquitectura de canciones. En nueve cortes que combinaban con la sincronía de las abejas el lenguaje del pop y la electrónica en una danza arcana y misteriosa, los ecuatorianos se posicionaron como parte de la nueva avanzada indie de su país, una etiqueta obtusa que a fuerza de ser utilizada hasta el cansancio poco informa de su sonido, más allá del hecho de que responde a su propia sensibilidad y no a las exigencias de un mercado global al que no estaban prestando atención.


En 2023, luego de que pudiéramos regresar a la presencialidad, MIEL regresó para presentar una segunda placa autotitulada. Las experiencias recogidas durante tres años de interpretar sus poemas sonoros, sus propios dramas personales de los que nadie está exento pues el invierno reviste a todas las flores, además de una habilidad para la producción que sólo se adquiere con la práctica, hacen de este álbum una joya distinta a su primer jardín de flores vibrantes.


“Creo que como contraparte a la primera etapa de proyecto, que de alguna forma era todavía una búsqueda para entender qué queríamos hacer o de saber a cómo sonábamos, MIEL es muy distinto”, reflexiona desde su estudio en Quito Damián. “De alguna manera, nosotros pensamos en Edén como un niño: es un disco más inocente, vino desde un lugar más natural. En contraposición, siento que este es más visceral. Estábamos pasando por un año fuerte en lo personal. O sea, justo en el momento en que empezamos a hacer el disco empezaron a pasar muchas cosas en la vida fuertes y eso fue atravesando el disco por completo. Al tiempo que estábamos componiendo este álbum, estábamos atravesando un montón de cosas, un montón de búsquedas, un montón de ceremonias, un montón de encuentros y de desencuentros que que de alguna manera hicieron que la música tomara un significado más profundo, incluso más abstracto, porque también aborda como cosas un poco más metafísicas. Incluso desde el sonido y desde la sensación de las letras también: habla de la muerte, habla de la carne”, añade.


MIEL encuentra a sus compositores enfrentándose a la vida adulta y a sus zarpazos crueles. Y, aunque no es evidente en cada uno de los poemas musicalizados, lo cierto es que el sonido se sabe más maduro. También y evidentemente por el hecho de que habían crecido mucho como productores, trabajando no sólo para su proyecto propio. “Este disco arrancó desde la música, no desde las letras. De hecho, estuvimos un mes encerrados en una casa en la playa, sólo poniendo los sonidos y haciendo la música. Armando la cosa”, añade Damián. Luego, las letras nacieron sobre estos paisajes construidos frente al mar, pues a los productores les emociona sobremanera el sound design.


“Las letras fueron cosas que nos fueron pasando en la vida. También hubo muchas versiones de las canciones. Hubo canciones que salieron un mes antes de entregarlas para la mezcla”, explica Martín sobre el proceso de escritura de las canciones. Al verse informados los cortes por las experiencias cotidianas de sus demiurgos, estaban en constante mutación, por lo que fue necesario en un punto soltarlas hasta su máxima posibilidad perfectible para volver a los conciertos y festivales. “Hay algunas cosas que nacieron de catarsis y hay algunas otras que nacieron de viajes psicodélicos, de sanación, de experiencias míticas. También otras cosas que han venido de experiencias muy humanas muy fuertes. Siento que realmente para nosotros la música es un medio para canalizar todas estas cosas que van pasando en la vida, de canalizar la vida”, añade Martín.


La raza cósmica, los sonidos del Latin Touch


Toda la identidad visual de MIEL está informada por una estética retrofuturista que construye una gran mitología galáctica, en la que Damián y Martín se desdoblan en una suerte de dobles alienígenas. Este concepto visual a veces se correlaciona de una manera más directa con las letras del álbum, mientras que otras canciones remiten apenas en un sentido vedado a la identidad visual del álbum. Así, si en la primera etapa de la banda habían utilizado un retrato pintado como parte de su esencia estilizada, ahora Miel juega con referencias gráficas de la década de los cincuenta y sesenta para construir una narrativa de ciencia ficción aunada a su sonido. “Es un mundo que poco a poco vamos a ir revelando, hay una historia gigante que luego se va a ir entendiendo. Está buenísimo”, explica Martín.


Alineado a ello, hay una construcción sonora en MIEL que da cuenta de una estética global que la banda ha venido construyendo. “Es un disco súper variado. Hay muchas cosas pasando y, sobre todo, también está muy conectado a la idea de lo latino, pero justo no al folklore andino, si no al recuerdo latino noventero: los cafetas, los Caifanes y los Soda”, explica Martín. “Todo eso ya es música del recuerdo y es una entidad latina súper fuerte que ha marcado la historia de la música, tal vez más que la música folclórica para nosotros. Ahorita medio que todos están en busca de rescatar la música originaria, pero es reciente. A partir de eso nació el género Latin Touch que hemos estado llevando y que abarca varias cosas. No sólo la música electrónica, sino el ambien y el trip hop”.





En ese sentido, para Miel, el concepto de la raza cósmica hace parte de una discusión que se suma a su propuesta estética. El escritor mexicano José Vasconcelos plasmó la idea de la "quinta raza" en el continente americano, concebida como una amalgama de todas las razas mundiales, sin distinciones, con el propósito de forjar una nueva civilización denominada Universópolis, donde individuos de todo el mundo compartirían su conocimiento. El autor sostiene que los habitantes de Iberoamérica (antiguas colonias de España y Portugal) poseen factores territoriales, raciales y espirituales que los capacitaban para inaugurar la "era universal de la humanidad". Al señalar que las ideas de Charles Darwin son meras "teorías científicas" creadas para validar la supuesta superioridad racial y reprimir a otros, Vasconcelos busca rechazar dichas teorías. Reconociendo su propio esfuerzo ideológico, el autor busca mejorar la moral cultural de la "raza oprimida" al ofrecer una visión optimista del futuro desarrollo de una "raza cósmica".


“Como continente y como pueblo los latinoamericanos no tenemos mucha identidad, o sea, nos la borraron. Somos gente mestiza que se acaba de independizar que de alguna manera está intentando ahí definirse”, señala Damián al respecto. “Es también extraño apropiarse del folklore porque son cosas de gente que estaba aquí antes de que llegara otra cultura. Los latinos al final somos la raza cósmica, una cosa que está mucho más combinada y fundida entre un montón de cosas, que ya llega a ser como incomprensible y, de alguna manera, toca volverse a preguntar qué es la música latinoamericana. O sea, al final cuando hablas de lo latino hablas del reguetón o de la música andina. O la cumbia. ¿Qué es la música latinoamericana fuera del cliché? Entonces también queremos pensar esto más como un movimiento. Justamente por eso también proponíamos esto del globo en nuestras imágenes, porque en el globo la Tierra está al revés, entonces está Latinoamérica arriba. Más allá de esta ironía queremos también crear un espacio dentro de la música para que incluso más gente se pueda identificar con el Latin Touch. Que haya gente que también puede estar metida en la electrónica sin hacer el mismo techno de siempre, el mismo house de siempre. Es un género que también se puede reinventar, que también se puede fusionar y que se puede usar de maneras muy diferentes”.


Multimedia y sensaciones


El proyecto de Miel no es un proyecto que se enuncia únicamente desde un espacio musical, pues el performance, lo multimedia y las experiencias en vivo informan también la existencia dentro del universo de Miel, ya sea durante el breve showcase de los mercados culturales o sus participaciones más extensas en festivales. “Desde el día uno procuramos ser un proyecto completo”, explica Martín. Desde el show uno nos hemos preocupado de que sea una experiencia más allá de lo musical. También estamos en una era moderna en a que a veces no basta con la música. Tiene que entrarte por todos lados, tiene que ser toda una experiencia sensorial. Entras en unos estados alterados sólo con la presentación. Hemos hecho varios formatos: en uno teníamos un láser arriba, en otro teníamos también las pantallas. Tuvimos también unos soles gigantes de unas estructuras que eran increíbles. Para nosotros, tanto como en lo visual de los conciertos como en lo visual del disco o de las redes, siempre tiene que ser algo potente”.


“Es que además creo que sí es algo que nos divierte el intentar traducir estas cosas porque somos somos volados, siempre estamos con unas ideas locas”, añade Damián. “Miel es una banda que está como muy arraigada a la tecnología, desde cómo secuenciamos las luces y los beats. Llevamos trabajando en nuestro live set años y viendo la manera de cómo hacer para que nos salga perfecto, que suene exactamente igual que el disco y toda la cosa para luego, en un punto, destruir eso por completo. Lo lindo de la música es que se puede reinterpretar muchas veces y de alguna manera también para nosotros ha sido muy refrescante reversionar temas, hacerlos más interesantes, cambiarles de tempo, encontrarles otras vueltas con otros sonidos que de verdad que cada vez que vayas a ver a la banda, la quieras ir a ver porque sabes que cada vez va a ser distinto, que no vas a ir a ver el mismo show o las mismas canciones de la misma manera”.


En cinco años de trabajo continuo Miel se ha convertido en una fuerza natural por mérito propio. Con una inteligencia en todos los momentos del nacimiento de la canción, de la ideación hasta la producción de la amalgama de sonidos que convergen en un mismo corte, los ecuatorianos han aprendido a perfeccionar su arte con destreza sobresaliente. Habitando un universo musical propio, el dúo conformado por Martín y Damián está convirtiéndose rápidamente en una de las bandas centrales para entender la alternativa latinoamericana, un sonido que antes de venir de una estética específica refleja una identidad marcada por las vicisitudes y la necesidad de sobrepasarlas, a partir de inventiva y creatividad. A través de responsabilidad con nuestra esencia y el uso inteligente de los recursos que esta tierra fértil nos ha ofrendado.



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