Paula van Hissenhoven es una de las voces más novedosas del pop colombiano. Desde hace algunos años ha estado girando con algunas de las bandas de mayor difusión en el país, primero como teclista y corista de Esteman y ahora ocupando el mismo rol en el regreso de Aterciopelados, por lo que es muy probable que ya hayan visto a esta música virtuosa en más de una ocasión, jugando con las teclas dinámicamente o apoyando vocalmente algunas de sus canciones favoritas. Ahora, la colombiana de ascendencia belga, por fin presenta su primer álbum solista, que vino preparando juiciosamente desde hace un par de años cuando se lanzó al ruedo solista con una meticulosidad orquestal que la convirtió en uno de los proyectos más prometedores del pop electrónico producido en nuestra geografía. Quién soy (lado A) es el primer álbum de la música y psicóloga, un lanzamiento de ocho cortes en el que la colombiana presenta su intimidad sin tapujos, logrando conectar desde el primer corte por la sinceridad de sus letras y su sonido delicado pletórico de teclados de ensueño.
El álbum abre con “Paredes invisibles”, el sencillo foco que ha tenido una importante rotación en la radio colombiana, un corte con tintes retro y new wave que recuerdan los momentos menos experimentales de New Order y The Human League. Coproducida y escrita junto a Sergio González, la canción habla de una relación de pareja que se ve estancada por la falta de iniciativa de uno de los involucrados, y la imposibilidad de dar las cosas por terminadas por parte del otro. Este ciclo de juntarse y alejarse hace que cada vez sea más difícil rescatar lo que alguna vez tuvieron ya que, con cada vuelta, se va agregando un ladrillo más a las paredes invisibles que crecen entre ellos y que eventualmente se encargarán de separarlos por completo. Con delicados juegos de teclados burbujeantes y dinámicos, van Hissenhoven explora el lado más emotivo de su voz desde el primer momento. La producción tiene detalles en la mezcla que son pinceladas delicadas que se suman a un gran cuadro, dándole un sentido de cohesión interna al corte que demuestra desde el primer momento cuán cuidado es el trabajo detrás de Quién soy (lado A), que se demoró dos años en el proceso. “Paredes invisibles” es el corte perfecto para abrir el álbum y presentar a todo el mundo el álbum de Paula van Hissenhoven.
El juego en los sintetizadores y teclado le han dado a van Hissenhoven su diferencial de marca, permitiendo crear un sonido elegante, espaciado y pleno de atmósferas que es de una riqueza absoluta y presenta una factura sofisticada que denota una inteligencia orquestal muy avezada. “Jetlag”, segundo corte del álbum, abre con programaciones lejanas que se van acercando, como los aviones a la pista de aterrizaje, antes de que entre la voz de van Hissenhoven. Sobre cada estrofa la cantante va sumando capas de sonido etéreo que contrasta con una base de percusión digital que nos trae a la tierra, con todo su peso de gravedad. La melodía tiene un carácter retro muy emocionante, que contrasta con sonidos secos minimalistas, hacia un lenguaje del sonido electrónico contemporáneo. Líricamente van Hissenhoven presenta el tras de bambalinas de la vida de artista, reflexionando sobre lo que significa realmente estar de gira, perdiendo el sentido del tiempo, del espacio y de la existencia. Es una mirada íntima a una vida que le es familiar, un retrato honesto detrás del glamur y la vida de los reflectores. Al final, cuando nos alumbran los focos, poco a poco se va apagando nuestra luz propia. No es una canción de denuncia a las mecánicas de la industria, sino el reconocimiento de su propia fragilidad, de cómo el peso de los días en aeropuertos puede irnos marchitándonos lentamente. Van Hissenhoven siempre termina compartiendo partes importantes de su sentir humano, lo que nos acerca a la artista a nivel personal, pues “Jetlag” puede extrapolarse al sentir de los días en que, enfrascados en nuestro trabajo, perdemos de vista lo esencial.
Van Hissenhoven baja el ritmo en “Así es mejor”, un corte con una delicada guitarra R&B y un juego de teclados ascendentes cálido como el último abrazo antes de una despedida que no es dolorosa, sino una promesa de un futuro próximo, aunque sin fecha de caducidad. A veces nos encontramos con personas que representan un fuego abrasador en nuestra pasión, pero con las que no podemos trazar planes inmediatos por un problema de sincronía o de incompatibilidad de horarios emocionales. El corte abre con unas guitarras limpias que construyen un motivo sobre el que entra una base de percusión, jugando con la idea de la asincronía entre las dos partes de una relación, los teclados son delicados y aparecen para dar énfasis a los momentos vocales más emocionantes de la cantante bogotana. Van Hissenhoven es una pianista sobresaliente, pero también una intérprete fantástica que entiende cuando el silencio dice más que la sinfonía. Aquí, su pop electrónico minimalista florece entre la calidez de su voz y nos promete muchas cosas para quienes hemos tenido el corazón roto. Quizás mañana las cosas saldrán mejor.
Sin embargo, si hay posibilidad para el reencuentro en algunas oportunidades, en otras es simplemente imposible continuar. En “Vuelta atrás” van Hissenhoven explora lo que pasa cuando se alcanza un punto de no retorno en una relación, cuando el “errare humane est” ya no sirve como excusa para justificar una serie de errores que han condenado la unión de dos cuerpos a la división en el espacio, yéndose cada uno por su parte. Con programaciones de sintetizadores acuosas y algunos momentos de explosiva guitarra, la cantante cristaliza toda la fuerza y valor que se requiere para dejar a alguien a quien amamos, pero que no nos hace bien, que nos hiere, que nos lleva a caer una y otra vez. Es uno de los momentos más explosivos del disco y uno de los más cargados en materia de producción, magnificándose y multiplicándose la voz de la cantante hasta el infinito y, cuando se estrella contra el techo con todo su vigor, se convierte en un susurro calmo y resignado: ya no hay nada más que hacer, este es el fin.
Seguidamente llega “Quien soy”, el primer sencillo en español de la etapa solista de van Hissenhoven, con la que apropiadamente empezaba a desnudar su personalidad al público en habla hispana. Con estilo inspirado por los nuevos sonidos del pop electrónico latinoamericano, van Hissenhoven construye una historia sobre las despedidas, el reconocimiento de sí mismo después de cambiar el lugar de enunciación del “nos” al “yo” y la reconciliación con un pasado que ha dado forma a nuestro presente. La canción fue creada en México junto a Julián Bernal (Esteman, Cohetes, Soy Emilia) y Sergio González, compañero de aventuras en la producción que también lideró Púter, un grupo de punk capitalino, durante años. Líricamente la canción se refiere a una necesidad de cambio, de avanzar con la vista al frente sin importar el pasado que dejamos atrás y que nos hace daño. Es una composición delicada para soltar ese viejo ser y la pregunta del qué hubiera pasado si. “Quién soy” tiene una estructura minimalista en los teclados que permite a la voz de van Hissenhoven brillar en medio de beats espaciados y fríos, aunque emotivos y acompasados. El pre-coro presenta una transición armónica delicada para alcanzar una suerte de cénit en el coro, que mantiene una orquestación depurada en la que la voz se convierte en el principal instrumento.
“Barcelona”, es otro de los sencillos que antecedieron al lanzamiento del disco y que nos recuerda un momento de la vida en el que podíamos viajar tranquilamente. “Barcelona” es sencillo dedicado a una ciudad honda en sus afectos, la capital de Cataluña, en España. Cuando van Hissenhoven tenía 15 años visitó por primera vez la cuna de Gaudí y, desde entonces, la une un hilo invisible con esta capital de estructuras maravillosas en la que encontró la libertad y en la que se sintió feliz desde el primer momento. Por eso el corte es uno de los momentos más cálidos del álbum, con un tempo upbeat de celebración y alegría plena, a la manera delicada y sopesada de van Hissenhoven. La canción abre con unos arreglos retro en el sintetizador sobre los que rápidamente se incorpora una batería acompasada que, cuando entra la voz de la cantante, se moderan para dar prelación al canto. El piano luego asume una actitud de jazz relajado mientras que una guitarra se intuye en el fondo jugando con la melodía. “Barcelona” cuenta de nuevo con la colaboración de Sergio González en la producción, aunque se masterizó en Nada Recordings en los Estados Unidos. El resultado es un hermoso retrato de crecimiento personal enmarcado en una de las ciudades más hermosas del planeta, una metrópoli cargada de arte e historias mágicas en cada esquina.
“Volver” recuerda con nostalgia un lugar en el que solo existe el aquí y el ahora, que nos muestra la sensación de querer volver, así sólo sea por medio de la imaginación sin preocuparnos por lo que deparará el futuro. Producida por Julián Bernal, “Volver”, así como algunas de sus canciones previas, destaca por el sonido de los teclados y sintetizadores que diferencian a van Hissenhoven como artista en la escena latinoamericana. El corte abre con sintetizadores de ensueño que remiten al sonido del dream pop y el pop electrónico. La voz de van Hissenhoven se muestra prístina y calma conforme nos va guiando por paisajes mágicos, no aquellos prestados de la narrativa fantástica, sino aquellos detalles que visten de color el mundo si paramos a ver lo que nos rodea sin acatar las dudas y los ruidos de nuestra cabeza. Así, la compositora se propone crear una atmósfera de calma y esperanza que resuena con todos los que llevamos varios meses encerrados, sin poder viajar o compartir con nuestros amigos. Sin embargo, no resulta una composición melancólica, sino que se viste de esperanza para recordarnos que el mundo sigue allí fuera, esperándonos para que esta vez prestemos atención a su magia escondida. Es una de las canciones más esperanzadoras del disco y llegó en medio de la pandemia para recordarnos que, a veces, las cosas más importantes, son las que damos por sentadas.
Cerrando el álbum, llega “A veces”, uno de los cortes más personales de toda la experiencia sonora que van Hissenhoven ha venido construyendo a lo largo del disco. Es una canción lenta llena de ecos que funciona como una suerte de catarsis tras algunos días y noches llenos de ansiedad. La cantante trata de expresar en palabras y melodías lo que ha venido sintiendo: despertarse en medio de la noche con la sensación de estar en un cuerpo que no es el suyo (despersonalización, y aquí entra su segunda faceta profesional como psicóloga), percibir el tiempo pasando muy lento sin entender qué le está pasando, pero, al mismo tiempo, como si de alguna manera su vida se pasara muy rápido frente a sus ojos mientras ella está congelada sin saber qué hacer. La música se convierte en una especie de escape que le permite verbalizar su necesidad de escapar de esta situación, de una crisis que nos agobia a quienes nacimos antes del principio de milenio y no vemos una salida a la inestabilidad emocional y laboral que se ha convertido en una crisis sociológica. Las estrofas tienen un ritmo melódico lento de forma consciente, intentando retratar cómo siente de pesado y detenido el paso del tiempo y la incertidumbre, mientras que los coros son voluntariamente rápidos en la letra, mostrando el afán que tiene por querer entender lo que está viviendo y poder retomar el control. Es un corte emocional y visceral que cierra de manera perfecta el disco en el que trabajó durante años.
A lo largo de ocho cortes Paula van Hissenhoven logra proyectar una voz única y vital para el pop electrónico nacional. La música ha estado componiendo y trabajando en esta disciplina desde una edad temprana y este salto al vacío es una declaración de principios elegante y magistral. Van Hissenhoven es la evidencia de que las canciones honestas son las que perduran en el tiempo, a dos años desde que empezó a adelantarnos Quién soy (lado A), las canciones han envejecido con fuerza y resuenan actuales y vívidas. La música bogotana ha aprendido las mejores lecciones de la historia del pop y ha sabido a jugar con la música y el silencio para darle a cada una de sus composiciones todo lo que precisa para ser conmovedora y única. Quién soy (lado A) es un espectacular despliegue de emociones y visceralidad envuelto en un adornado empaque de lustroso pop digital. Paula van Hissenhoven se convertirá en una de las voces centrales de la próxima década. No tengan duda: sus canciones son asombrosas.
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