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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Loli Molina llega a Colombia para tres fechas


Loli Molina nació en Buenos Aires en 1986, en un momento clave del rock argentino. Fue el año de Signos de Soda Stereo, de La La La de Spinetta y Páez, de Oktubre de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, de Llegando los monos de Sumo y tantos otros. La compositora y cantante comenzó su recorrido artístico con el aprendizaje del piano a los seis años. Luego, a los diez, entablaría un diálogo que aún no finalizado con la guitarra, templo de cuyos seis pilares nace cada una de sus composiciones. Ya a los 15 años ingresó a la Escuela de Música de Buenos Aires y se vio poderosamente influida por el trabajo y técnica de Quique Sinesi. Molina se presentaría a lo largo de estos años formativos como la cantante de pequeñas agrupaciones bonarenses que buscaban abrirse un camino en la competida ciudad que, todavía, mantiene su estatus de meca de los sonidos latinoamericanos desde que Borges se enamorara de las trágicas historias de las milongas porteñas.

Loli Molina hace parte de una nueva ola de artistas y creadores jóvenes, llenos de talentos que, con el respaldo de una tradición lírica innegable y todas las posibilidades de su ingenio, se han convertido en referentes de la música argentina dentro de su país y el mundo. En 2008 la cantante lanzó su primer LP que nació de un importante encuentro con Nico Cota, quien produjo Horno para calentar los mares, Chaco y Versus de Illya Kuryaki and the Valderramas, después de haber trabajado con el padre de Dante Spinetta como músico. Los senderos amarillos le permitió a Molina asociarse con RCA Victor, dependiente de Sony, y marcaría su ingreso oficial al mercado argentino. De la mano de Juana Molina (con la que no comparte parentesco alguno más allá de su amor por las canciones de fina factura y el apellido) se presentó en el Festival Buenos Aires Folk 2007, un año antes de la aparición de su debut discográfico.

Después de dos producciones más de la mano de la disquera internacional, Molina presentó Rubí de manera independiente. Su última producción de estudio encontraba a la joven cantautora como una fuerza imbatible llena de una sabiduría plena que desconcertaba por el nivel de experiencia que subyacía a cada uno de los nueve cortes propios. “A la mañana amanecemos todos pegados entre remolinos de besos y calma que espera la primavera”, entonaba con su voz dulce en “Los días”. Con cada acorde, las canciones de Molina adquieren una dirección distinta que, antes que incomodar al oyente, lo envuelven en un manto hipnótico lleno de una mística como ninguna. Después, resulta imposible deshacer el hechizo: Loli Molina se ha quedado con una parte de nuestro corazón.

Por primera vez desde su carrera discográfica que inició a la incierta edad de los veinte años, Loli Molina visitará Colombia. La cantautora llega con el lanzamiento de Segundo Round sobre los hombros, un disco en vivo que demuestra el poder que tienen las múltiples filigranas de su voz melódica, lugar en que convergen los colores brillantes de los que nace la esperanza y la lúgubre melancolía de la tristeza y la traición. Loli Molina se presentará este 9 de septiembre en Cine Tonalá (Bogotá) de la mano de Salomón Beda, quien presentó en agosto su debut discográfico. Seguidamente, viajará a Medellín al día siguiente para presentarse en la Feria del Libro y la Cultura y regresará a la capital para un show acústico e íntimo en el marco de la boutique discográfica RPM Records, en el marco de la celebración de independencia y empuje que es Yavería, el festival pequeño más grande de nuestro país. Permítanse la posibilidad de conocer a Loli Molina. Seguramente, tras verla en vivo, las cosas no volverán a ser iguales.


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