Encuentro profundamente molestas las comparaciones arbitrarias, esa tendencia aburridora en los medios nacionales de reseñar los lanzamientos musicales con metáforas alambicadas y pretenciosas. Sin embargo, después de varias sesiones de escucha, sólo puedo resumir la experiencia de Tiempo, el debut discográfico de Surcos, con la imagen del petricor, ese olor a vida en la tierra húmeda que nos abraza una vez ha amainado la tormenta. Y es que, después de repasar una y otra vez este álbum que hace algunos días llegó a plataformas digitales y que esta semana se presentó en formato físico, me encuentro con la misma nostalgia que me sobrecoge cuando la ciudad está gris y, sin embargo, todo huele a vida.
Tiempo es una historia hecha desde su propia enunciación, una consciente reflexión sobre cómo los ciclos estructuran nuestro presente, una dulce añoranza que nos lleva a recordar esa tormenta que dejó tras de sí la semilla germinada de una nueva flor. El álbum está hecho de tiempo (como todos los álbumes, es cierto) e historias, una serie de anécdotas que, necesariamente, están inscritas en esa hoja blanca que es el tiempo mismo. Producido por Juan Felipe Ochoa, mente maestra detrás de Surcos, Ernesto Santos y Lätt, Felipe Ortega de Ságan en su papel de producción, Tiempo tardó más de un año de trabajo de estudio, más de tres que es la duración de la historia de Surcos, varios más en la acumulación de historias que devino en una relación sentimental que hubo de terminar y toda una vida que es el camino del hombre que compuso sus canciones.
Después de varios lustros en el exterior, Ochoa tuvo que regresar a su natal Bogotá a cerrar el ciclo de un amor que había terminado y dar inicio a un nuevo ciclo que tenía por delante. Con el ánimo herido y el pecho henchido de canciones, el joven músico se dio a la ardua tarea de concretar todo ese torbellino de emociones en una serie de canciones que hoy ven la luz entre las nubes de una ciudad lluviosa. Al principio, armado solo con un ukelele y una necesidad escritural para llenar el tiempo muerto entre las horas laborales, Ochoa se contactó con Ortega y empezó el proceso de Surcos, figura agrícola que remite a una hendidura en el suelo sobre la que, con el paso del tiempo, crecerá la vida.
El primer éxito llegó con “Irme a dormir”, una composición de carácter alegre que lleva, como en todo el disco, la impronta de una dulce melancolía, del dolor del que ahora nace algo hermoso, una tierra abonada con las manos heridas a la que retornará la vida con el paso del tiempo. “Muchas de las canciones de Surcos hablan de ciclos. Del momento pasado, de la actualidad, la melancolía, etc.”, explica Ochoa. “Cuando compuse todas estas canciones estaba entrando en un tema espiritual, un lugar de meditación, toda esa transición y toda esa ideología de alguna manera quedó en las canciones. Todas las canciones hablan mucho de eso”.
El principio y el fin en el álbum y para Ochoa no son realidades antagónicas sino complementarias. De esta manera, como en la visión del tiempo indígena, podemos conectar el presente con el pasado, y en el caso de la narrativa de Surcos, permite comprender la factibilidad de construir futuro volviendo al pasado, de entendernos en nuestra actualidad y en nuestras proyecciones a partir de la historia construida, de los surcos que dejamos detrás nuestro en nuestro recorrido vital y a los que necesariamente regresaremos conforme transcurra nuestra narrativa vital para recoger los frutos de lo que sembramos.
Sin embargo, el disco es todo menos triste. Es cierto: las canciones llevan en sus letras una serie de imágenes cargadas de potentes figuras poéticas que rayan en lo sentimental sin pisar nunca el terreno de lo cursi fortuito y, también, a veces el acordeón de Sofía Montenegro remite a los oscuros cafetines bonarenses a donde van a morir los amores. Aun así, la percusión lleva un ritmo galopante que invita a seguir adelante y cada composición está plagada de esfuerzos corales en los que las voces y las palmas acompañan a la voz que expresa su nostalgia, pero que nunca está sola. Llena de cuerdas y una amplia cantidad de instrumentos, Tiempo es una placa cargada de vida, una alegre paradoja de alegría y tristeza. Con este debut discográfico también estrenó un nuevo sencillo: “El mundo entero”, un lamento lleno de risas que deja abierta la promesa de un nuevo encuentro, de cerrar el antiguo ciclo y dar inicio a uno distinto. “En todas las canciones han participado músicos diferentes. Siempre es chévere porque muchas canciones de Surcos tienen como muchas voces y como palmas, entonces siempre nos juntamos todos los que estamos en ese momento a mamar gallo en el estudio y queda más real”, comenta Ochoa sobre el sencillo que acompaña este lanzamiento. “La canción que sale de sencillo con el disco, “El mundo entero”, tiene mucho de eso”.
Incluidos entre canciones, Tiempo presenta tres interludios “Ayer”, “Mañana”, “Hoy” que rompen con la percepción lineal y determinista del tiempo, entremezclando una serie de historias pasadas con la posibilidad de nuevas historias en el futuro en una posibilidad temporal que subvierte las lógicas occidentales. Este esfuerzo suma a esta colección de canciones y rompe con el viejo adagio de que “Todo tiempo pasado fue mejor”. Con Tiempo, con la obsesión milimétrica de una fina pieza de relojería, todo está fríamente calculado pero guarda también esa cálida espontaneidad que ha caracterizado al proyecto desde sus inicios.
Acompañando este estreno la banda también anunció una serie de fechas nacionales que finalizará en Bogotá junto a Buendía. Tiempo es en sí todos esos ciclos de Surcos “El disco tiene un nombre súper conceptual, pero también tiene como el hecho de que es la recopilación de todo este tiempo, de todas esas facetas que ha vivido la banda: la canción que salió hace un año, la que salió hace seis meses, la que salió ahorita y todas las que ya habíamos sacado en demo hace algún tiempo, pero que están producidas diferentes”, explica Ochoa. En este sentido, Tiempo se convierte también en un regalo para todas esas personas que han estado desde el principio, a las que asistieron a improvisadas sesiones acústicas en los parques de la ciudad, aquellas que conocieron a la banda gracias a “Irme a dormir” y a estas nuevas que acaban de arribar, justo a tiempo.