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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Búha 2030 regresa con “Me comí”, su tercer sencillo


Decir que Búha 2030 es una rara avis in terris es un sobreentendido. Hace mucho no sucedía algo tan inquietante en el panorama musical colombiano, algo tan interesante, algo tan difícil de nombrar. Y no es que la categoría sea siempre pertinente, pues cuando una forma de arte es tan contundente y estremecedora sobran las palabras. No es hipérbole. Cuando la banda de pastusos radicados en Bogotá debutó a principios de este año con “Fea monosílaba” no supimos que decir y quizá debimos haber reaccionado más a tiempo, pero con un solo corte no pudimos comprender todo el cuadro. No es que “Eva”, que siguió unos meses después, diera muchas más pistas del mensaje que la banda quería comunicar. Es raro que no le exijamos las mismas explicaciones a las canciones de los 40 Principales, pero tales son las dinámicas del cerebral mundo de la música alternativa. En todo caso, Búha 2030 está de regreso y ello debería ser suficiente.

Una cosa es clara: la música de Búha 2030 es una amalgama de finísimas imágenes poéticas que retratan la experiencia femenina, o mejor, una experiencia femenina: la de la muy inteligente Gabriela Ponce, una joven promesa de la música nacional que llegó desde la tierra del Galeras para comerse el mundo nocturno de la capital. “Me comí”, tercer sencillo de la banda que estrenó hace algunos días, es quizás su corte más evidente, pero no por ello no posee el bellísimo encanto de producciones anteriores. La canción abre con un saxo feroz de Joe Days, exmiembro fundador de Acid Yesit, que se complementa con la batería acompasada de Camila Moreno, de Gil de Gils, a quien Ponce conoció cuando trabajó en Bardo de Odio a Botero hace un par de años. Luego la música muda de plumaje y el saxo se hace con la melodía para narrar un momento de autosarcofagia en el que nuestra protagonista lleva su ser hasta el agotamiento, encontrando en este acto perverso una satisfacción plena y autocomplaciente.

“Me comí” narra una experiencia cuyo lugar no me corresponde narrar. Es una historia de auto sabotaje en el que la mujer se va agotando en función de alguien más, doblegando su poder y sobre todo su presencia a la voluntad de otro. Es una canción desgarrada que va del anuncio del gesto con el grito al susurro avergonzado sin perder nunca la fuerza interpretativa del cuarteto. Búha 2030 continúa amasando un catálogo contundente de miradas sobre el cuerpo femenino y un rico paisaje poético que domina desde la espesura oscura de los bosques esqueléticos, oteando más allá de los montes con ojos de depredador inquieto. Es una de las bandas de este año y, si su augurio nominativo es cierto, tendremos música suya para rato. Afortunadamente.


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