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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Espíritu Balanta y Estrellas de Timbiquí, la casa de los encuentros

Actualizado: 9 ene 2020


El río es lugar de encuentro. Punto de inicio y de llegada. Por su caudal de aguas ancestrales las actividades económicas de una civilización se han llevado a cabo desde el trueque de caracolas hasta el intercambio pago de nuestra economía moderna. El río es también espacio sagrado de encuentro con los espíritus, metáfora de vida en el sentido del camino, pero también como espacio generatriz del cosmos. El río conecta, nutre y germina. Quizás por ello, para la producción que une al Espíritu Balanta con las Estrellas de Timbiquí, la portada del disco que hoy reseñamos es un joven que contempla las estrellas sobre el río Timbiquí. Frente a él, canoas pesqueras, vegetación tupida y un cielo imposible se abren como un abanico de posibilidades infinitas, presagiando un disco lleno de magia, leyenda e historia, un encuentro entre generaciones para generaciones futuras.

Espíritu Balanta y Estrellas de Timbiquí es el primer álbum de música folclórica que reseño, sabrá el lector disculpar cualquier imprecisión que encuentre. En primer lugar, es importante señalar que es un disco que reúne a dos actores titulares. Por un lado, están los Balanta, una familia con más de un siglo de historia en el Timbiquí caucano que ha sobresalido por su importancia como actores musicales que han transmitido, de generación en generación, los saberes ancestrales de las músicas africanas que han hibridado con los discursos estéticos propios del sincretismo cultural colombiano. Por el otro, cumpliendo a veces la función de un coro griego, pero también brillando protagónicas, están las Estrellas de Timbiquí, un grupo de mujeres que recoge la tradición del arrullo, el currulao y demás músicas tradicionales del litoral del Pacífico colombiano. La reunión de estas dos fuerzas naturales crea un álbum hipnótico y poderoso que, como el río, lo mismo nos mece como nos excede.

Sin embargo, si hay un protagonista claro, es la marimba de chonta. El piano de la selva, como se le ha llamado en ocasiones, tiene la misión de guiar la melodía con su murmullo acuático ejecutado por Justino Carabalí en solo. Carabalí lleva décadas trabajando con los Balanta y se desempeña como marimbero de las Estrellas. Su virtuosa ejecución recuerda las maderas bailando en el agua, entretejiéndose con rocas, flora y memoria. Es una marimba viva que tiene una resonancia central en la mezcla (de la que hablaremos más adelante) y que suena orgánica a la luz de los procesos de captación de sonido que se utilizaron para la grabación de este álbum. Acompañada por el cununo, el guasá, el bombo o la guitarra que a veces aparece como un arreglo que rompe la tradición implícitamente africana del disco.

Hablar de cada una de las canciones no tiene mucho sentido, pues cada una es una suerte de continuación la una de la otra, quizás no a nivel temático, pero sí melódico. El álbum, en ese sentido, recuerda una fiesta en la que los intérpretes se reúnen a soltar pregones inmemoriales y heredados, variaciones afro del cancionero castellano que colindan con el imaginario de una nueva tierra. Las canciones tienen una continuidad implícita en la que alternan las voces masculinas con las femeninas, dando forma a un esfuerzo coral conmovedor y enérgico. Y ahí está uno de los aciertos del álbum que, a diferencia de otras producciones que buscan matizar el sonido del Pacífico para gustar en mercados europeos, conserva intacta la esencia de una música con un carácter único y una identidad sólida que no precisa de artilugios digitales para hechizar con un sortilegio que llegó por mar y amarrado con cadenas a tierra nuestra.

Temáticamente el álbum es una colección bucólica y pastoril de momentos de la cotidianidad timbiqueña, presentando los actores de una población pequeña que conserva varias de sus primeras prácticas culturales, denuncia algunas actitudes machistas con elegantes comparaciones y presenta reflexiones sobre el oficio del canto como herramienta para acceder a la narración de la realidad inmediata. Son canciones que parecen construidas sobre coros antes que sobre estrofas, lo que le da un matiz de ritual y ceremonia sagrada a las composiciones, que van creciendo en la construcción rítmica sobre unas voces que, antes que construir un sentido narrativo, se figuran como parte de la melodía en su entonación, dando forma a canciones hipnóticas y emocionantes.

Espíritu Balanta y Estrellas de Timbiquí fue pensado, grabado y producido en Timbiquí como parte de una investigación que por más de ocho años adelantó JUGA Music, en cabeza del productor colombiano Julián Gallo. Y es que la producción es de una elegancia suprema pues, antes que imponer, busca comprender fenómenos complejos que dan forma a tradiciones vivas y de importancia vital para reconocernos como un país complejo y pluri identitario. En ese sentido, el álbum no es un mero registro etnográfico de la historia de los hermanos Balanta, sino que aporta ideas complementarias a la estética y dinámicas inmersas en esta cultura musical. El uso de la guitarra en un par de cortes, que viene de la tradición castellana, dinamiza una propuesta al entablar un diálogo con otras estéticas que también hacen parte de los discursos culturales de nuestro país.

La grabación se realizó en bloque en casa de Reinaldo Sinisterra en el barrio Francia de Santa Bárbara de Timbiquí. La casa de madera es el lugar idóneo para el encuentro entre generaciones e intérpretes, entre la pléyade de sonidos vienen de la naturaleza y de los instrumentos ancestrales que buscaron emularlos en un primer momento. En ese sentido, la marimba dialoga con la lluvia cayendo sobre las tejas de zinc y los ruidos de afuera de la calle, con voces de los transeúntes que pasan curiosos. El álbum se grabó en bloque y tiene la virtud análoga de las grabaciones de antes, con unos ecos que evocan un pasado cercano de nuestra historia más simple y tranquilo. “Baila Juana” y “Juga”, dos piezas instrumentales a cargo del maestro Justino son de una delicadeza contemplativa y una belleza evocativa que nos devuelve a la primera noche de los tiempos, quizás aquella que contemplaba el joven de la portada del disco. Se siente el suelo de madera vibrar levantando polvo e historias, dejando entrar por los resquicios del tablado la luz de la tarde húmeda. Es bellísimo.

Espíritu Balanta y Estrellas de Timbiquí es uno de los álbumes más hermosos que han visto la luz este año y del que poco se ha hablado. Quizás una persona más docta en estas músicas pueda ofrecer una opinión formada que explique cada una de las formas que dan orden a esta producción bellísima, empero, el sentimiento que despierta es universal: tiene una magia viva y tangible que a nadie deja indiferente. Es un acierto el de JUGA Music haber producido una joya que respira y brilla con luz propia. No dejen de escuchar este álbum. No dejen de escuchar todas las voces que hacen parte de nuestra tradición folclórica y que nos trae el río con su caudal eterno.


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