Bituin no tiene marco de referencia: es un proyecto único en Latinoamérica. La banda conformada por las hermanas Añez y los hermanos De Mendoza se ha convertido en una favorita local del hermético nicho del jazz, pero también ha logrado hacerse un lugar importante dentro de nuevos espacios sonoros al jugar tan rica y lúdicamente con las formas de un género complejo, presentando en su proyecto una impronta latina que recupera y reinventa el amplio color del folclor de nuestro indígena dividido en tres identidades. La experimentación vocal que ha llevado a Las Añez a comerse tarimas en Europa se entreteje con arreglos minimalistas a cargo de los hermanos De Mendoza que conmueven por su honesta desnudez y su minucioso arreglo. Revisando algunas composiciones claves del cancionero latinoamericano y algunos nuevos nombres de las músicas locales, Bituin logra una fusión orgánica con sus conmovedoras composiciones y la interpretación sin par de dos mujeres que han devuelto a la voz su dimensión instrumental, jugando con todas las posibilidades que tiene la caja de resonancia que llevamos en el pecho y la garganta. En 2018 presentaron Lluvia en el maizal, un esfuerzo bellísimo que se configuró como su tercera placa discográfica. El resultado es un poema bellísimo que hay que escuchar con atención pues, como el vuelo de un colibrí, podría pasar desapercibido en toda su majestuosidad si parpadeamos o perdemos la concentración un solo segundo. Es un testimonio honesto y cargado de arte que da protagonismo a la lírica poética, compleja, rica.
Ahora, el par de hermanos ha empezado a dar adelantos de su próxima producción de estudio. En 2020 presentaron “Los hermanos” y “Profeta”, adelantando una nueva producción que, seguramente como su esfuerzo anterior, se consagrará como uno de nuestros favoritos del año. Hace unos días, el cuarteto regresó con “Cuando Dios el mundo hacía”, una composición anónima uruguaya, una de esas estampas de la memoria colectiva que a suerte de transmitirse oralmente se convierte en un patrimonio de los pueblos y se entona en todos los lugares en los que la sombra que proyectan los árboles del territorio ofrecen sosiego a los caminantes. Es un momento rico en experimentación para el cuarteto, con una presencia más minimalista en la que las voces de Las Áñez se imponen sobre el trabajo de casi improvisación de los hermanos De Mendoza. El contrabajo suena inquieto y emocionante, mientras que la batería va por todas partes persiguiendo luciérnagas que se pierden en la noche oscura del Río de la Plata.
La composición es un homenaje a la creación, a la música y la vida. “Cuando Dios el mundo hacía” es una suerte de interpelación entre nuestro juglar anónimo y el creador invisible que da forma a todas las cosas. Sin embargo, hacia al final de la pista, este narrador de rostro incierto reconoce que del cielo le han sido dados los dones de crear canciones, como a otros les fueron entregadas las manos para dar forma a la arcilla sobre el fuego. Es un reconocimiento emocionante de los valores de la creación musical y un homenaje al arte de las canciones como fabulaciones que explican el origen del mundo. Bituin presentó este homenaje a una voz anónima acompañando el lanzamiento del sencillo en plataformas con un videoclip en vivo con imágenes de su reciente participación en el Festival de Jazz al Parque. El sonido de Bituin es una maravilla que premia al oyente de escucha atenta, que nos recuerda el valor de la paciencia y que nos invita a mirar con nuevos ojos al pasado para encontrar entre sus raíces las nuevas formas del futuro.
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