De Mar y Río, entre la raíz y la escena global: la orquesta del Pacífico que se tomó el Estéreo Picnic 2025
- Ignacio Mayorga Alzate
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Apenas aparecía el sol en la mitad del cielo cuando De Mar y Río se tomó la tarima principal del Festival Estéreo Picnic el 30 de marzo de 2025. Con una puesta en escena liderada por cantaoras jóvenes, la orquesta multitudinaria aprovechó el paréntesis a las lluvias de marzo para permitir que sus trajes autóctonos se vistieran con los cálidos colores del astro rey. Mientras interpretaban su colección de canciones, la banda estuvo acompañada de Caña Flecha, probablemente la principal compañía de danza folclórica del Pacífico colombiano, dando una clase monumental de la riqueza sonora de este territorio y ataviados con los distintos atuendos ceremoniales de las fiestas afrocolombianas de las regiones del Valle del Cauca.
La presentación de De Mar y Río en el Estéreo Picnic 2025 no sólo fue una fiesta de marimbas, cununos y cantos, sino la expresión de una historia colectiva de migración, memoria y profesionalización artística. El grupo, liderado por el director y gestor cultural Felipe Amú, llegó al festival como uno de los proyectos más sólidos y visionarios del Pacífico colombiano, tras haberse formado en un cruce de caminos entre tradición, territorio y ciudad. Sumándose a una iniciativa de Páramo que ha empezado a programar, enhorabuena, a distintas agrupaciones del Pacífico afrocolombiano en sus festivales, De Mar y Río probó que tiene el poder de interpretación y puesta en escena para competir contra los cabezas de cartel de cualquier festival del mundo. En horario nocturno.
La agrupación nació como una comunidad de jóvenes que compartían un mismo impulso: seguir tocando las músicas con las que crecieron tras migrar desde sus pueblos al interior del país. “Esto comenzó como un junte de jóvenes que veníamos de distintos territorios del Pacífico. Al salir del bachillerato, muchos no teníamos opciones claras para seguir estudiando y eso nos obligaba a migrar. En esa búsqueda de oportunidades nos encontramos en Cali y decidimos formar este grupo”, recuerda la agrupación en la que participan actores de todo el territorio como custodios de un sonido ancestral.
Aunque su punto de partida fue la formación en escuelas musicales, De Mar y Río se consolidó rápidamente como una agrupación independiente. Parte clave en ese proceso fue la Escuela Canalón, un semillero impulsado por el grupo Canalón de Timbiquí. Desde allí, los integrantes de De Mar y Río tejieron vínculos sólidos que luego dieron paso a un proyecto con voz propia. El espacio de la maestra Góngora se había tornado insuficiente para una comunidad de artistas que habían empatizado desde cada una de sus orillas, por lo que el paso a seguir era independizarse de este espacio y construir un puerto cierto desde el cual presentar su música. De lo contrario, la agrupación corría el riesgo de convertirse en una suerte de Canalón juvenil a la sombra de una leyenda ya establecida. Amú compara esta situación a la salida de la casa de la madre: “Canalón es Canalón. De Mar y Río tiene un sello propio. Siempre hay que hacer osmosis, siempre una madre pare un hijo y el hijo crece, se reproduce y se va de la casa. Asimismo, De mar y Río nació en la escuela Canalón y le agradece sus aportes".
Ese paso también implicó asumir la música como una vocación de vida, con todo el esfuerzo que ello conlleva. “Lo bonito es que los que estamos en De Mar y Río somos los mismos desde el comienzo. Nos ha tocado pasar trabajos, llorar, reír, ver cómo no hay plata para pasajes o cómo los velorios de uno son los del otro. Por eso cuando tocamos, se nota. No es un grupo de sesión ni un parche: es una comunidad”, explica Amú. En un país en el que los agentes culturales pocas veces pueden vivir de su formación artística, De Mar y Río ha aprendido a hacerse un camino entre distintas estrategias, en el sector público y el privado, para sacar adelante un proyecto que cobija a tantos actores. Estímulos del ministerio, convocatorias y mercados musicales les han permitido cimentar una reputación que corroboran con el esfuerzo de sus intérpretes. Por ello, en 2024, la banda se hizo con el primer puesto del Petronio Álvarez. Y, ahora que tienen que pasar la batuta, se perfila un espectáculo excepcional en el marco de las festividades de 2025.

Esa comunidad se ha tomado en serio su papel como relevo generacional. Para Amú, lo que hacen no es una casualidad, ni una tendencia efímera. “Esta es una de las pocas músicas que tiene una transmisión generacional viva. No necesitas una escuela formal para aprenderla porque los niños la reciben en los arrullos, en las comparsas, en las fiestas. Pero lo importante es que ahora esa música tiene escenarios grandes. Y eso cambia todo: que un niño vea a De Mar y Río en Estéreo Picnic le dice que sí puede ser artista, que su tradición también puede llegar al mundo”. Así, la agrupación entiende y reflexiona sobre la visibilidad que ha tenido el Pacífico musical colombiano en las últimas dos décadas cuando ChocQuibTown y otras agrupaciones enarbolaron la bandera de su territorio con orgullo y a partir de canciones que celebraban la idiosincracia de la región, las formas plenas de sus ejercicios artísticos y una retórica enunciativa que empezaba a desligarse de la leyenda negra para construir país a partir de la construcción de espacios seguros.
El espectáculo en el festival también dejó claro que De Mar y Río no está pensando su propuesta desde un lugar cerrado o nostálgico. “Nosotros no fuimos al Picnic a tocar como si estuviéramos en una plaza de pueblo. Hicimos una performance pensada para un escenario grande, con Caña Flecha, una compañía de danza que se sumó a la propuesta. Queríamos romper con esa idea de que estos festivales son sólo para pop o rock. Nos soñamos el Estéreo Picnic, nos soñamos Lollapalooza, y vamos tras eso”, afirma Amú.
Por ello, en el marco de un contexto global, De Mar y Río se perfila desde un lugar de enunciación complejo que les ha causado cargar consigo una larga fila de detractores. Las músicas tradicionales son músicas vivas que se sostienen en sus prácticas en el territorio. Por ello, resulta irrisorio que la industria nacional, con un discurso centralista, intente plantear una suerte de “rescate” a una tradición que, quizás por inscribirse en el momento de la aldea global, ha menguado, pero nunca ha desaparecido. “Hay que romper paradigmas y hay que desaprender. Eso es algo que le ha aprendido a varias maestras del Pacífico, a las que han incursionado en el en el Pacífico electrónico. Hay que desaprender esos estereotipos y prejuicios que nos enseñan en el territorio. Porque hay un sesgo terrible”, explica Amú, quien ha reflexionado sobre todos los aspectos del en vivo de la agrupación, su característica más fuerte.
La cultura no es un ente monolítico y se transforma conforme la tecnología y las redes intelectuales evolucionan, conforme se van erosionando las distancias discursivas e identitarias de Occidente. “Hay formas de representar. Pero es más lo que la gente desconoce. La gente no sabe que, al presentarse descalzo, sin camisa, con los sombreros rasgados, estamos simplemente viviendo todavía 500 años atrás: estamos evocando que somos los esclavos que les hacemos el show a los grandes conquistadores, a los dueños y patrones de las haciendas”, reflexiona Amú.

Por eso, De Mar y Río denota rigor desde la interpretación exacta de sus instrumentos de madera, hasta su explosiva puesta en escena con uniformes y coreografías precisas. Es un espectáculo que ha integrado las mejores lecciones del pop global para adaptarlas a un contexto de músicas tradicionales. Y es que, además de los referentes específicos a su contexto como Hugo Candelario o la maestra Nidia Góngora, De Mar y Río también vibra con las estéticas contemporáneas de actos como Beyoncé o Bruno Mars, actores afro visibles que representan su raza con orgullo desde un lugar aspiracional en la cúspide del panorama musical del planeta. Hay un uniforme, una puesta en escena coreografeada hasta la saciedad, distintos momentos en los que los intérpretes pueden dialogar a través de sus instrumentos. Se prescinde de los visuales: el baile y la apuesta de presentar a más de una decena de músicos en tarima atrapa de manera inmediata.
Detrás del espectáculo hay también una estrategia sostenida. La orquesta ha buscado mantenerse activa no solo desde los conciertos, sino también desde proyectos, convocatorias y alianzas institucionales. “Tratamos de no vivir sólo de los toques. Hacemos gestión, presentamos proyectos al ministerio, tenemos aliados. Y eso es posible porque nos ven como un proyecto serio. De hecho, estamos en conversaciones con el equipo de Carlos Vives para trabajar juntos. Todo eso ha sido un premio al compromiso”, explica Amú. De Mar y Río está lejos, en ese sentido, de aquellas agrupaciones que se presentan una o dos veces en el año en festivales de marimba específicos o en eventos gestionados a través de una única beca. La agrupación se ve como un proyecto sostenible a largo plazo, marcando la ruta para quienes los sucedan y probando que las músicas tradicionales son sostenibles, a pesar de su formato extenso, en el variopinto panorama musical colombiano.

Ese compromiso también implica, para muchos de sus integrantes, sostenerse con oficios paralelos. La profesionalización de la música tradicional sigue siendo un reto. “Muchos de nosotros somos también abogados, juristas, bailarinas profesionales. Pero vivir del folclor es difícil. No siempre te contratan por lo que eres, sino por lo que necesitas hacer. Y aun así, seguimos aquí, comprometidos con esto”, cuentan algunos de los integrantes de Caña Flecha, que señalan que se les busca para participar como bailarines de urbano o salsa, mientras que su principal atributo, el ser profesional en las danzas tradicionales, muchas veces es desconocido.
Es claro que De Mar y Río no es una agrupación tradicional. Para Amú entender que estaban haciendo música del Pacífico desde Cali, circunscrita geográficamente al territorio, pero con dinámicas propias de los centros urbanos, fue una revelación que determinó la manera de enunciarse desde un nuevo contexto. "Ahora también podemos incorporar elementos como un bajo eléctrico en una canción. Vamos negociando. No se trata de llegar de sopetón y decirle a la gente 'Es que vamos a innovar y fusionar' porque no es la intención fusionar. La gente ama esta música sin ninguna intervención. 'Es que me gusta la marimba, pero si le metes eso no'. ¿Por qué la gente se interesa? Porque escucha la música que es tradicional y luego ve algo totalmente distinto en la tarima". Por ello, sumándose a Herencia de Timbiquí, siempre inscrita en la categoría de Marimba Libre en el Petronio, y a Nidia Góngora, la agrupación del Pacífico liderada por Amú es la tercera en aparecer en la Rolling Stone. Un hito para la banda y un jalón de orejas a nuestros medios musicales con los ojos demasiado pegados al urbano.
La aparición de De Mar y Río en festivales como el Estéreo Picnic marca una inflexión en el lugar de la música tradicional dentro del circuito independiente contemporáneo. No como una excentricidad exótica ni como una cuota de diversidad, sino como una propuesta artística robusta, autónoma y con futuro. Es el momento para reconocer nuestra mismidad en la diferencia, de celebrar la pluralidad cultural de nuestros caminos de barro y selva, de cantos y acentos. Como afirma Amú: “Cuando subimos a ese escenario, lloré. Todo ha valido la pena. No es fácil, pero sabemos que esto tiene sentido. Y vamos a seguir”.