Sofi Tukker por Juan Pablo Paredes
Acabamos de dejar atrás otra edición del festival privado más importante de la música en Colombia. Con una asistencia de más de 170.000 personas en las cuatro jornadas de espectáculos, esta es la edición más multitudinaria del niño consentido de la promotora de eventos Páramo. Con un cartel diverso que reunió algunos de los actos más emocionantes de la música mundial y los puso en conversación con los más importantes artistas alternativos nacionales, la fiesta de la música se vivió en paz y de manera ordenada. A pesar de que continúan algunos problemas de orden técnico y logístico, Páramo aprende pronto de sus errores y presenta mejorías en cada edición. Empero, hay preguntas que sobreviven sobre la viabilidad del evento multitudinario y problemas que el público colombiano ha manifestado. No todo puede ser color de rosa. A la luz de los cuatro días que vivimos, y ya a medio camino en la recuperación física, presentamos un balance de la edición 2023, aquello que nos gustó y opciones de mejora para futuras ediciones.
Un cartel de nivel mundial
Aurora por Juan Pablo Paredes
Con tanto tiempo en el circuito, es fácil para Páramo aunar sus conciertos con festivales de la región para garantizar que los artistas que se encuentran de gira son, de hecho, los mejores que pueden presentarse en nuestro territorio. Esto no quiere decir que no exista una curaduría estricta por parte de la organizadora de eventos, pues este año todo lo que se presentó fue de primer nivel. A pesar de las críticas a Drake, tuvimos la fortuna de verlo brevemente, cosa que no ocurrió en Brasil. Se escapa de las manos de los organizadores la falta de respeto del artista, pero el poder garantizar el rider de un cabeza de cartel tan reputado es ya prueba y evidencia de que estamos en un momento muy provechoso para la música en vivo. Años de experiencia avalan la seriedad de Páramo y esto permite que se negocien cada vez actos más sobresalientes.
Más allá de los headliners, la presencia internacional de otros actos fue impecable. L’imperátrice, Lil Nas X, Bandalos Chinos, Soffi Tukker, Fred Again, Trueno, Tame Impala o The Rose, Rosalía o Jerry Rivera estuvieron a la altura de los actos principales y casi que podría debatirse que algunos de los momentos más emocionantes de esta edición se vivieron en las tarimas secundarias, por lo que no faltó música de calidad excelsa, y para todo los gustos, desde el primer minuto. Siempre habrá problemas técnicos, pero la consolidación del equipo en el que Páramo lleva años trabajando prueba su celeridad ante las adversidades, de manera que los obstáculos fueron sorteados con elegancia. Una curaduría de este orden pone a prueba a los locales, que deben reinventarse en aras de captar la atención del público que podría llegar a descubrirlos en este mundo distinto.
Jugar de local
Salt Cathedral por Juan Pablo Paredes
Con cerca de cuarenta artistas nacionales en sus tarimas en vivo, el Estéreo Picnic ratifica el compromiso que tiene como evento para la consolidación y fortalecimiento de un público local que se preocupa por los actos musicales de su contexto. Cada año el festival se convierte en una tarima para los talentos emergentes y obliga a los artistas a tener una mentalidad que se sale del estudio indie para construir un show envolvente y en conformidad con la calidad que plantea el importante evento. Algunos de los nuevos se quemaron por su falta de visión y organización, pero la mayoría brilló con luz propia desde su propia identidad estética. Fue una selección apropiada que recogió lo mejor de la música local, involucrando a Antioquia y al Valle del Cauca con una nómina extensa. Sin embargo, a la luz del circuito, es necesario preguntarse qué pasa con Nariño o los artistas de las costas. El agendamiento de estos artistas coincide con su calendario de lanzamientos, por lo que se vuelve esencial que los locales fortalezcan su presencia en plataformas.
Además, el Picnic fue un lugar de celebración para la consagración de artistas colombianos que se han convertido por su propia ley en estrellas del espectáculo: Elsa y Elmar y Kali Uchis eran necesarias en esta edición a pesar de que el show de la pereirana estuvo eclipsado por una tristeza demasiado evidente que le restó excelencia al ícono. Es imperativo también humanizarnos y, por ello, resultó conmovedor todas las muestras de apoyo y amor que recibió esta mujer. Verla regresar y saber todo lo que ha crecido como persona y artista después de cinco años lejos de esta tarima es reconfortante, a pesar de que su humanidad herida se notara en el escenario.
El compromiso con la historia
Blondie por Juan Pablo Paredes
Esta edición se convirtió también en una celebración de la larga trayectoria de algunos de los artistas más queridos. Ya se había apostado en una edición anterior con la presencia esencial de Nile Rodgers, pero este año la nostalgia estuvo a flor de piel entre pirotecnia y luces de colores. Wu Tang Clan, Blondie, Jerry Rivera o el maestro Alci Acosta celebraron su trayectoria musical entre aplausos emotivos y gritos de ovación por parte de personas que llevaban toda la vida esperando para verlos y que creían que, a menos que salieran del país, no podrían presenciarlos. Con casi ochenta años, Debbie Harry probó su estatus de leyenda y, en castellano, el maestro Acosta nos puso a brindar en copa rota con un conmovedor recorrido por su esencial catálogo de tusas y borracheras. La cancelación de Blink 182 pegó durísimo en el corazón de los asistentes, pero 21 Pilots hizo cuanto pudo con sorprendentes resultados. Esperamos que cumplan su promesa para 2024, pues el golpe de no ver al trío californiano para los que somos muy viejos para cantar “What’s My Age Again?” sin sentirnos medianamente incómodos fue devastador.
Los espacios alternativos
Seamos francos: cuando se anunciaron el Templo y el Club Budweiser muchos alzamos las cejas. Parecía extraño seguir sumando elementos al festival y, más aún, la curaduría tan diversa que presentaron estos dos espacios con su anuncio. Sin embargo: golazo. El Club Budweiser presentó una plétora de DJs emocionantes que trajo cada uno un set cargado de sonidos novedosos y sobresalientes. El espacio fue una excusa para los ravers para celebrar una cultura que Páramo ha venido introduciendo paulatinamente en su agenda cultural y la apuesta prueba ser fructífera. Así mismo, el Templo se convirtió en un divertidísimo refugio para la ubicuidad de la lluvia y en un espacio preparado para que el urbano fuera protagonista. A pesar de lo que podamos opinar los puristas, lo cierto es que el reggaetón es parte innegable de la identidad musical latinoamericana y resulta importante traerlo a la conversación. Este espacio redimió, en parte, la patética presentación de Balvin en 2022 y preparó a los asistentes para contundentes presentaciones de Ryan Castro o Tokisha. No es para todo el mundo, pero quien lo gozó, lo hizo con creces.
Aspectos a tener en cuenta para futuras ediciones
Como dijimos más arriba, no todo puede ser color de rosa y, desafortunadamente, siempre hay cosas por mejorar. Antes de seguir: no, el Campo de Golf Briceño no va a cambiar. A pesar de las dificultades de transporte y evacuación, este es el venue más apropiado para el festival. Con la apuesta de Cordillera se probó que el histórico Simón Bolívar podría adecuarse para esta experiencia, pero el impacto de tráfico de asistentes debe ser muy poderoso para un espacio público que le pertenece a toda la ciudadanía, por lo que arrendarlo durante semanas para su restauración no es sensato y no hace sentido desde un punto de vista económico. Porque, no nos digamos mentiras, el Estéreo Picnic es una marca para recaudar dinero. Y no hay nada de malo en ello.
Dicho esto, parece oportuno señalar que habilitar tantas opciones de transporte no es una buena idea. Volver a tener los parqueaderos para vehículos particulares no fue una buena idea y ralentizó el flujo vehicular de llegada y salida. Quizás debería incluirse mandatoriamente en el precio de la boleta el de los transportes y permitir que sea la única manera de salir del espacio. Y, dicho sea de paso, el corredor de salida para los asistentes es estrecho y dispendioso, por lo que se podría fortalecer el asunto de las rutas en futuras ediciones. También, pese a que el festival fue un éxito, tal vez la organización debería en su presupuesto operacional la compra de aserrín para el barro y los charcos pues, ya que el evento no puede celebrarse en otra fecha, la lluvia se da por sentada.
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