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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Mula rompe esquemas y cráneos en "Matasesos"

Actualizado: 11 feb 2020


Entrar a definir el sonido de Mula es tan complejo como inoficioso. Desde que el proyecto liderado por el prolífico Santiago Botero debutó en 2013 con De carga pesada y patada fina, la banda ha emprendido un viaje sonoro inquietante que los ha llevado por caminos musicales dispares, mismos que recorren con la energía y fuerza de un animal de carga extraviado entre lodazales y neblina. En esencia, su nuevo esfuerzo discográfico, presentado en 2019, es una mezcla explosiva de punk, noise, post rock y rock progresivo con una influencia clara de un pasado de jazz libre que, a la luz de este sancocho sónico, resulta en uno de los productos más inquietantes y ensordecedores del año pasado. Matasesos es un álbum complejo que parece más largo de lo que realmente marca en el cronómetro, como si el tiempo se alargase a partir de la experiencia de escucha, como un guayabo tétrico que convierte las horas del domingo en años enteros. Es un chancletazo propulsado por un mazo de demolición, una inyección de adrenalina antes de la muerte, el aullido desesperado de un lobo que no encuentra la luna entre las nubes y uno de los aciertos recientes más importantes del sello In-Correcto.


Matasesos fue grabado en 2018 en Audiovisión y se ubica después del celebrado Resiliente de 2017, un disco altamente experimental que, como señala Juan Antonio Carulla en su reseña de Matasesos, es junto con otros productos culturales una suerte de unión entre el punk y el jazz en la capital colombiana. Lo cierto es que Matasesos, fuera como fuere, es la encarnación más frenética y rabiosa de Mula. Vamos por partes. El álbum abre con una explosiva y dinámica composición cuyo groove está en la fuerza del bajo y la voz de Botero, quien por primera vez se le mide a las labores de cantante en dos cortes del disco. “Salvador”, como “El rey” (la otra canción con voz), abre el disco con distorsiones inquietantes que ceden luego al paso de un bajo elástico y a la voz de Botero, quien bien podría haber compartido tarima con Lupus o Triple X con sus alaridos rasgados y asfixiados. “Salvador” es un corte antipatriarcal que censura la herencia del discurso de la moral católica que rige nuestra cultura. Tiene un llamado y respuesta heredado del oi que funciona implacable para dar énfasis a los coros. Para algunos el álbum de Mula no ha sido lo suficientemente innovador, pero este corte de apertura ya denota un viraje estético hacia el ruido y el caos que resulta fascinante.


Seguidamente está “Homenaje póstumo a Nelly Moreno en 6/8” que recuerda las experimentaciones sónicas que han caracterizado el trabajo de Mula en el pasado, creando atmósferas que, si no son pesadillas, por lo menos evocan a ese sentimiento angustiante que produce la parálisis del sueño. La guitarra de Kike Mendoza se concatena en un baile frenético con los arreglos de vientos de Mange Valencia, Juan Arbaiza y Pablo Muñoz en un tira y afloja dinámico. “Martillo y puñal v2” es una reversión de un corte incluido en su primer álbum De carga pesada y patada fina. La canción cuenta con la participación de Edson Velandia y se va construyendo sobre un motivo ascendente en el que hay visos digitales de programaciones disparadas por computador a cargo de Diego Herrera, que ha hecho un trabajo impecable. Velandia aparece como un eco lejano en la mezcla, como una voz de la consciencia lejana que no puede apaciguar el ruido de la intoxicación y el caos mental de una amanecida etílica. “Disculpe ud. Señora” es un largo instrumental de punk progresivo que se desarrolla de manera explosiva durante más de 13 minutos, como un eco a canciones anteriores de la banda, pero con un sonido más pesado, grueso y asfixiante.


“El rey”, la otra canción vocal del álbum, encuentra a Botero en pleno modo Zack de la Rocha mientras, como un pregonero de la contracultura, vitupera en contra de la figura perezosa del monarca. Temáticamente se concatena con salvador y, no por hilar muy fino, es una crítica a los procesos coloniales que las figuras revestidas de una autoridad inexistente (esto es, supuestamente divina) aplicaron sobre un territorio ya poblado que sus lacayos vinieron a “descubrir”. La construcción melódica del corte es aguda y transmite la rabia de las reflexiones de Botero perfectamente. “Aurora” encuentra a Herrera jugueteando con tecnologías espaciales para construir texturas inquietantes sobre las que Botero despliega su habilidad como intérprete, creando una base de sofisticado desorden. Es un cierre perfecto para un álbum extraño y coherente que presenta una nueva posibilidad de sonido para la banda, aunque es cierto que sobreviven elementos de un pasado que la escena musical independiente ha celebrado desde el inicio de su carrera.


La banda liderada por Botero se ha reinventado e innovado en este trabajo, en el que el noise, la distorsión y el punk comparten protagonismo con elementos del jazz libre que ha caracterizado su propuesta. No podemos exigir siempre que cada álbum sea una sorpresa y de un giro a la sonoridad de un proyecto de 180 grados. Si el producto es coherente y tiene una identidad clara, no hay ningún problema con que se utilicen elementos que ya han funcionado en un pasado. Precisamente es ello lo que termina dándole esa identidad propia a cada propuesta. Coco Chanel lo resumió mejor cuando dijo, varias décadas atrás, “¿Innovar? Uno no puede estar siempre innovando. Yo quiero crear clásicos”. Mula ha trascendido, pero bebe de un pasado celebrado, ningún problema allí. Matasesos es quizás un disco de transición en su carrera, pero es un disco excelente que se sostiene por sí mismo en una discografía elocuente y fascinante.



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