
Nicolás y los fumadores crearon una escena para ellos solos y, sorprendentemente, lanzaron su disco frente a un público que se sabía de pies a cabeza todas y cada una de sus canciones. Para un debut discográfico en una escena tan limitada es un hito, más aún el llegar tan lejos en la escena independiente. Como pez en el hielo los convirtió en una de las bandas principales de la alternativa bogotana, haciéndose un nombre en la industria musical colombiana y manteniendo una independencia importante en el que su sonido nace de su propia inspiración, sin pararle muchas bolas a lo que los mercados globales ordenan. Si tomamos en cuenta que sus canciones son eminentemente urbanitas y auto contenidas pues crean un universo propio en el que Kim Gordon colinda con el Transmilenio o las fiestas del DJ Chiflamicas, entendemos su inmediata empatía con la audiencia capitalina. “Narra tu aldea y serás universal” decía un autor ruso y precisamente ello es lo que ha logrado sin proponérselo una de las jóvenes promesas de nuestras músicas independientes.
La banda se toma en serio lo que debe y se ríe de todo lo demás, lo que le ha permitido crear lazos reales con una audiencia que cada vez es más mordaz y crítica y los ha erigido como sus modelos a seguir. La música es tan melancólica como rica en texturas y tiene ese sabor de cansancio de taxi a las 5:00 de la mañana, a cigarrillo, a besos secos y desesperados en un baño público anónimo, entre miles de calcomanías de bandas que pudieron ser y no llegaron a ningún lado. Es un tableau vivant del veinteañero desalentado, a ese que le prometieron el mundo en función de que siguiera sus sueños y que terminó aburrido en un call center. Su música es dura, irónica y fascinantemente humana. Después de su debut discográfico la banda ha participado en importante plaza, destacándose su participación en el festival Estéreo Picnic del 2019 , el Festival Centro de 2020 y como acto de apertura de Zoé en octubre de 2018. Desde entonces han lanzado un par de sencillos y el viernes pasado regresaron con “La gloria”, en el que se desenmarcan de una narrativa pesimista y melancólica y se muestran vulnerables en medio de una relación amorosa.
Musicalmente “La gloria” presenta el sonido melancólico e introspectivo característico de Nicolás y los fumadores, con el protagonismo de la guitarra en el primer plano y un bajo elástico como soporte de una mezcla fresca y elegante que no precisa de grandes explosiones sonoras para ser una canción memorable. Con imágenes profanas que equiparán a la otra amada con la gloria divina, acompañados de unos coros eclesiásticos que construyen sobre esta idea, “La gloria” tiene un aura de mística religiosa, de éxtasis corpóreo en el que la carne alcanza la paz del espíritu. El sencillo mantiene la ironía y buen humor de la banda, pero permite entrever un lado más personal e íntimo al invitarnos a hacer parte de la contemplación de la amante, una criatura sin rostro que se define por su efecto sobre la voz poética antes que por sus atributos personales. Es una composición romántica que no roza la cursilería, pues hay una distancia irónica patente en la entrega vocal y en las últimas estrofas, que la salvan de caer en el lugar común del discurso amoroso. Después de “La pálida” y “Un verano” pareciera que los Fumadores tuviesen algo entre manos. Ojalá y sea cierto. Por lo pronto, escuchen aquí “La gloria”.
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