
El 31 de diciembre de 1939 nacía en Guapi, Cauca, José Antonio Torres Solís, más conocido como el maestro Gualajo. En medio de guasas, bombos, cununos, maracas y marimbas una criatura abrió los ojos para contemplar por primera vez un entorno que le resultaría familiar para siempre: el de la fabricación de instrumentos pertenecientes a la cultura del Pacífico. Aprendió de su padre y de su abuelo el oficio de la luthería artesanal y ya a los 15 años había construido e interpretado su primera marimba de chonta, instrumento con el que conquistaría el corazón de millones de escuchas en latitudes tan remotas como la China o Suiza y por el que sería reconocido varias décadas después con la distinción del Premio Vida y Obra del Ministerio de Cultura. Hoy, a través de sus redes sociales, conocimos la dolorosa de que en el año ochenta de su vida, nos abandonaba de este plano para reunirse con los espíritus de los ancestros, enterrados en la oscura manigua de una selva antigua, mágica, inaccesible.
Gualajo, mote que le regalaron sus abuelos y con el que recibió la gloria y con el que antes luchó por sobrevivir, era uno de los últimos maestros de la marimba tradicional, un intérprete excelso que había luchado por el rescate de las viejas formas de fabricación y afinación de la marimba tradicional. Músico fundamental en la difusión de los ritmos del Pacífico, el maestro Gualajo se convirtió en uno de los blasones de la Sucursal del Cielo y el Festival Petronio Álvarez, festividad que lo erigió como un rey fuera de concurso por sus virtudes como intérprete. En las manos de Gualajo las teclas de su piano selvático repiqueteaban como el murmullo del agua sobre las piedras de un río calmo, como el murmullo del viento entre la hojarasca, como las voces dormidas en el seno de la tierra y que a veces, si se quiere, se pueden escuchar en la noche selvática, oscura y misteriosa. Gualajo hizo del currulao, la juga, el torbellino, el pango, el patacoré, el bunde y el aguabajo su lenguaje de comunicación, esgrimiendo siempre en el rostro una sonrisa magnífica que brillaba en la penumbra mientras sus manos recorrían con destreza su piano de la selva.
Además de un músico vital para nuestros ritmos raíz, Gualajo fue un maestro y resuena como dolorosa ironía que su fallecimiento casi coincidiera con la celebración mundial dedicada a quienes enseñan. Por sus manos pasaron algunos de los más importantes intérpretes de la marimba contemporánea (Esteban Copete, Hugo Candelario, Chigualito o Juan David Castaño, por nombrar algunos) y desde hace algún tiempo se dedicaba a la enseñanza de la interpretación y fabricación de la marimba de chonta en talleres juveniles para que, con las nuevas generaciones, la música que ponía a circular su corazón no muriera.
“Mi Maestro, Mi Amigo, Mi querido abuelo... hoy el río, el mar y la selva vibran de emoción y alegría como nunca al saber que regresas para quedarte ahí para siempre”, escribió su familia en su perfil personal de Facebook. “Tu chureo libertario y tu marimba pensatónica nos acompañarán por siempre, dándonos ese soplo de aliento que nos hará más fuertes para que tu pensatónica marimba nunca deje de soñar y sonar en nombre tuyo, en agradecimiento por tantos momentos llenos de vida y sabiduría. Estarás siempre en nuestros corazones y en el día a día de mi vida y en el día a día de la historia de tu querido Pacifico. Descansa en Paz querido y fiel amigo, buen viaje”. Buen viaje, maestro Gualajo, hoy la vida es más oscura y la selva más brillante, iluminada la noche de la manigua con su sonrisa eterna.