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  • Por Redacción 120dB Bogotá

Quince álbumes nacionales del 2018


Anualmente Colombia produce una cantidad extraordinaria de canciones, álbumes y proyectos nuevos. Como la potencia musical que somos desde hace varias décadas, en nuestro panorama rítmico colindan una gran variedad de géneros que se entrecruzan, se infectan mutuamente o crecen de manera autónoma a fuerza de querer proteger sus raíces, nuestro folclor y nuestras tradiciones. Siempre resulta terriblemente difícil hacer una selección de lo mejor del año en cualquier campo, más aún en el musical, a la luz de que ahora con plataformas como Bandcamp, Spotify o Soundcloud cualquiera puede lanzar sus canciones al ciberespacio para compartirlas con el mundo. Cualquier conteo es arbitrario y subjetivo y, por ello, no quisimos en 120dB Bogotá establecer una jerarquía de cuál disco es mejor que el otro pues, además, entendemos que cada producto cultural tiene tras de sí muchísimas horas de esfuerzo, insomnio, modelado y construcción y que una curaduría es siempre arbitraria y limitada. Sencillamente les ofrecemos veinte placas que nos han sorprendido gratamente en este 2018, sin posiciones y haciendo la salvedad de que es muy probable que nos hayamos quedado sin oír muchos de los álbumes que los creadores colombianos nos han regalado en este año próximo a acabarse. Esta es apenas una selección en la que no está Claroscura.

Sudoku – Arrabalero

Después de su debut completamente instrumental de 2016, Arrabalero se reinventó con una adición de guitarra y vocal a cargo de Luisa Quiroga, quien le da una dimensión etérea e hipnótica al sonido de la banda. Jugando con una dualidad que se divide en dos caras, el Lado A y Lado B, la banda presenta dos rostros de un sonido consciente y poderoso, que va desde lo introspectivo a lo brioso y explosivo. Con Sudoku Arrabalero demostró que es una de las bandas más sobresalientes de la música alternativa colombiana. Sus composiciones denotan una minucia hasta el último detalle que, a pesar de lo racional de su armatoste, logra despertar un profundo sentimiento de empatía. La factura de las composiciones de Arrabalero evidencia un conjunto absolutamente comprometido con su proyecto musical, un recorrido arduo por entre las partituras y una apuesta a ciegas por un talento que es evidente. Sin duda, una de las bandas más activas e importantes de 2018 que llega al Estéreo Picnic con una propuesta absolutamente poderosa y explosiva, además de nueva música.


Prisma – Pedrina

Con Prisma, su debut solista, Pedrina ratifica su importante lugar en la escena latinoamericana y nos recuerda que, a pesar de los vestidos, la esencia de las canciones es el instinto, ese primer momento en el que quedamos presas de un sentimiento que nos obliga a materializar nuestras emociones en arte puro. Ello diferencia a Pedrina de todas las cantantes de pop: es una fuerza creativa que no cae en la fórmula, que se permite el ser vulnerable, desnudar su alma en cada una de sus composiciones. Hay una evolución en el arte de componer, los versos son más precisos, más eficaces, pero mantienen esa idiosincrasia verbal que nos cautivó cuando la conocimos en su etapa dúo. La voz de Pedrina y sus canciones poseen una riqueza inigualable y son un bálsamo necesario, una alegre celebración del amor verdadero, el acto de abrazar al otro con brazos, ojos y corazón, con sus tonterías, con sus dificultades, con todas las aristas de un prisma que, al final, nos baña de colores cuando permitimos que la luz penetre en nuestros corazones.


Guarever - Aguas Ardientes

Aguas Ardientes es un proyecto de folk urbano y blues bogotano con influencias de la música tradicional irlandesa, la cumbia y el punk que lleva algún tiempo estremeciendo a la movida colombiana con sus delirantes historias. En 2017 la banda, que incorpora elementos del rock con acentos del sur de los Estados Unidos como el country o el hillbilly, presentó su primer sencillo “5 malparidos” y en 2018, por fin, presentó su primer álbum después de haber estado por el circuito under de la movida capitalina, Guarever. Aunque ya conocíamos varias de las canciones que componen este esfuerzo de 12 cortes, lo cierto es que tras escuchar la obra en pleno es necesario reconocer que el proyecto bogotano llegó con fuerza para quedarse y redefinir la movida independiente colombiana. Con acentos prestados de ritmos foráneos y de géneros ampliamente trabajados en nuestra escena como lo es la cumbia, Aguas Ardientes ha producido un disco emocionante, irónico, dinámico y único que es, sin duda, uno de los productos más interesantes del 2018. Con Guarever Aguas Ardientes ha abierto la puerta para convertirse en una de las bandas más importantes de nuestras músicas independientes, demostrando, además, que se pueden crear grandes propuestas desde la honestidad y prescindiendo de Audiovisión o Gaira. Con el respeto que Manuel Turizo se merezca. El disco es potente, divertido, dinámico, trascendente.


Manigua – Yuri Buenaventura y la Orquesta Sinfónica Nacional

Hay un lugar en la selva en el que ni el indígena, el colono o el afro han podido llegar. Un lugar de ensueño al que sí puede acceder la imaginación y en la que la vida tiene las formas de la primer semilla, del primer susurro de los dioses olvidados, recogidos en sus tótems por la flora y la tierra de las que manaron cuando los hombres hablaban otras lenguas, perdidas en la memoria de la luna. Esa es la manigua, el lugar puro, intacto, pleno de magia ancestral y allí precisamente es el lugar al que Yuri quiere llegar con esta profunda investigación sobre los tambores del Pacífico y el Caribe. Auxiliado por la Orquesta Sinfónica Nacional, el cantautor radicado en geografía gala ha creado una revisión extensa de un catálogo que se extiende durante tres décadas. Muchos de los esfuerzos sinfónicos realmente se quedan en un ejercicio incómodo, truncado, irónicamente desalineado. No es este el caso de Manigua. Yuri Buenaventura ha encontrado la manera idónea para conciliar la música tropical con los elementos de la cultura clásica y el resultado es absolutamente fascinante, potente y conmovedor.


Como el agua – Lianna

En el panorama de la música colombiana nadie tiene una voz como la de Lianna. Con una carrera que lleva ya varios años, la cantautora colombiana ha sabido cómo crear un tapiz riquísimo de sonidos en el que converge la sensual y dolorosa cadencia del soul con la emoción del R&B y los beats del hip hop, creando un mapa colorido que nos da cuenta de los puntos clave de su corazón aventurero. Hace algunos años Lianna había presentado su primer larga duración, Paciencia, y en abril regresó para un segundo asalto titulado Como el agua, en el que se ve una maduración importante en su sonido, el cierre de un ciclo que sólo se consigue con el regreso a la raíz, a la esencia de su primera escuela. Como el agua es una apuesta por la música honesta, por la necesidad de la sinceridad enunciativa en tiempos de radio fórmulas, de relaciones inmediatas y fugaces, de auto tune. Lianna nunca había estado tan desnuda como lo está en esta nueva producción. Pero esta desnudez no la deja frágil a la intemperie, sino que la erige poderosa y enérgica, como una especie de guerrera de centurias atrás, como una amazona mítica que se vale de sus manos, de su voz y de su fuerza para lidiar con el mundo que la rodea, un mundo disfrazado y de ilusiones en el que la honestidad resulta en una respuesta necesaria frente a las sombras que proyectan frente nuestros ojos.


1995 – Mabiland

Sería necesario estar absolutamente privado de todos los sentidos para no ser consciente de que 2018 ha sido el año de Mabiland. La oriunda de Quibdó, radicada hace algún tiempo en Medellín, se hizo un lugar clave en el corazón de los escuchas nacionales a una velocidad vertiginosa que la llevó de ser un secreto bien guardado a una de las voces claves de este lustro. Todo debido a 1995, su primer larga duración en la que la artista explora a cabalidad cada uno de los rincones de un corazón enamorado, herido, acongojado. No hay un ápice de cursilería en ninguna de las canciones y ello también ha llevado a la cantante a convertirse en una suerte de ícono combativo, plena de confianza, amor propio y sin pelo en la cabeza o en la lengua. La música de Mabiland es potente, conmovedora, plena de ingenio y rica en acentos y matices, lo que ha convertido su propuesta en uno de los puntos musicales claves de este año. Mabiland es tan joven como talentosa y desde ya se proyecta como una de las voces futuras de nuestra historia musical. 1995 es un álbum que no teme recorrer una serie de referentes que van desde Aretha Franklin a Lauryn Hill y hacerlos propios, reinventarlos a través de un filtro absolutamente personal que logra despertar una vorágine de sentimientos en cada uno de sus escuchas, que crecen cada día.


El Camino – Hell-O-Yak

Desde hace varios años Lina Posada viene dando lora en la escena colombiana. La vimos con Veneno, con Lina y los Bandoleros y como selectora musical de la mejor fiesta independiente de la capital, la Folka Rumba Stravangaza. Incluso, con Hell-O-Yak, ya la habíamos visto presentarse en el Jazz al Parque. Sin embargo, no fue sino hasta 2018 que nos llegó su debut discográfico, El camino. En este álbum redondo Posada sirve de directora de orquesta de una mini big band poderosísima en la que la influencia de las cantantes clásicas del jazz colinda con el country y el rockabilly del sur de los Estados Unidos y unos visos de surf californiano que dotan a una voz con mucha presencia de un arreglo idóneo para sus canciones descorazonadas. Saltando del español al inglés con tranquilidad, Posada juega con géneros que incluso anteceden al rock and roll pero que suenan, de manera impresionante, totalmente contemporáneos a través de una producción y arreglos de primera línea. Es un proyecto único en el país y un álbum que desafortunadamente pasó casi desapercibido. No obstante, a nosotros nos vuelve locos.


Pity – Thomas Parr

El MC y productor paisa nos había ofrendado anteriormente dos trabajos cortos que nos habían dejado con una necesidad de mucho más. En sólo 24 minutos Thomas Parr reinventa las formas del trap y logra producir un álbum complejo, oscuro, nocturno y desalentado. Pletórico en imágenes bíblicas, el narrador desvirtúa un sistema de valores mediado por la fe y nos prueba que el mundo es un lugar espantoso para vivir y que la mala fortuna de haber nacido es la peor cruz que puede imponérsele al hombre. Es un trabajo pesimista por el que no llega la luz a través de ninguna de sus grietas, convirtiendo esta brevedad en la demostración de un sufrimiento silencioso y agotador, una depresión con tintes suicidas que resulta absolutamente pertinente en una cultura que se emociona con compartir cada ápice de pequeña felicidad a través de las redes sociales. En un género en el que cada vez más se evidencian los problemas de salud mental y de depresión que acosa a los escritores, el álbum de Parr se erige como un testimonio honesto y desesperanzado de un gran artista. Parr también brilla como productor, dando forma a cada uno de los arreglos musicales, y se convierte en el único responsable de su oscuro opus. Un rapero sin par.


Esbozos del Llano – Cachicamo

Lo de Cachicamo es único y nace de la mente inquieta de Andrea Hoyos, una de las pianistas más solicitadas de la escena alternativa bogotana que nos regaló este año el debut de la banda que lidera. A medio camino entre el jazz experimental y los ritmos típicos de los Llanos orientales, esta primera entrega del octeto musical es una experiencia única cargada de largos pasajes instrumentales que recorren varias emociones en cuestión de compases. Su única canción lírica, “Niña muerte”, es una trascendente meditación sobre el flujo del tiempo y la transformación de las cosas, una reflexión metafórica (también) sobre la hibridación de los géneros y la crítica estática de los mal llamados puristas. Esbozos del Llano es evocativo y poético, conmovedor y lúdico. Cada uno de los músicos involucrados es un maestro intérprete de su instrumento y a pesar de su juventud se comporta como sabio de su propio arte, dándonos aliento sobre una nueva generación de compositores y músicos que, al reinventar un género, están también rescatándolo al ser una característica del buen escucha volver a la fuente primera, a la raíz dormida en el llano árido lleno de corceles briosos, atardeceres demenciales y canciones cargadas de sentimiento. Esbozos del Llano es un documento poderosísimo de una banda debutante que, sin embargo, suena experta en su oficio de alfarería sonora. Espléndido.


Como pez en el hielo – Nicolás y los fumadores

Nicolás y los fumadores crearon una escena para ellos solos y, sorprendentemente, lanzaron su disco frente a un público que se sabía de pies a cabeza todas y cada una de sus canciones. Para un debut discográfico en una escena tan limitada es un hito, más aún el llegar tan lejos en la escena independiente. Si tomamos en cuenta que sus canciones son eminentemente urbanitas y auto contenidas pues crean un universo propio en el que Kim Gordon colinda con el Transmilenio o las fiestas del DJ Chiflamicas, entendemos su inmediata empatía con la audiencia capitalina. “Narra tu aldea y serás universal” decía un autor ruso y precisamente ello es lo que ha logrado sin proponérselo una de las jóvenes promesas de nuestras músicas independientes. La banda se toma en serio lo que debe y se ríe de todo lo demás, lo que le ha permitido crear lazos reales con una audiencia que cada vez es más mordaz y crítica y los ha erigido como sus modelos a seguir. La música es tan melancólica como rica en texturas y tiene ese sabor de cansancio de taxi a las 5:00 de la mañana, a cigarrillo, a besos secos y desesperados en un baño público anónimo, entre miles de calcomanías de bandas que pudieron ser y no llegaron a ningún lado. Es un tableau vivant del veinteañero desalentado, a ese que le prometieron el mundo en función de que siguiera sus sueños y que terminó aburrido en un call center. Es duro, irónico y fascinantemente humano.


Rhodesia – N.Hardem y Las Hermanas

N. Hardem es quizás el rapero más interesante que ha salido de las oscuridades de la escena bogotana. Sus letras tienen siempre una factura ingeniosa, llena de juegos con figuras literarias y diálogos con algunos de los títulos más importantes de las letras universales que denota una inquietud intelectual por parte del rapero, ávido por llenar su cabeza de nuevos referentes e identidades. Ahora, después de dos años de trabajo, N. Hardem presentó en compañía de Las Hermanas, sombrío proyecto de electrónica capitalina, uno de los álbumes más crípticos y de difícil acceso para los seguidores de un género que más veces que no cae en una fórmula de producción bastante obvia. No es así en Rhodesia. Los beats de Las Hermanas son algunos de los más complejos compases sobre los que ha rimado un rapero en habla hispana y Hardem encuentra la manera idónea para realizar una gimnasia vocal que lo lleva a nuevos parajes como rimador, demostrando que en este juego es él quien pone las reglas. Es un disco oscuro y lleno de ira, pero también un documento complejo e íntimo de un corazón consciente y pletórico de emociones. Es un clásico instantáneo que desde su primer momento cambia las reglas del género y obliga a los MCs locales a replantearse sus maneras de rimar. Definitivo.

Cumbia ácida – El león Pardo

Forzosamente un disco publicado en diciembre debe entrar en consideración para el año inmediatamente siguiente, tal es el caso de Cumbia ácida, el debut solista de El León Pardo. Jorge Emilio Pardo nació en Cartagena bajo un sol ardiente y el sonido de instrumentos de vientos. Desde muy pequeño se interesó por el saxofón, aunque terminase interpretando la trompeta por una cuestión azarosa que lo llevaría al instrumento con el que se hizo famoso junto a proyectos como Velandia y la Tigra u Ondatrópica. Cumbia Ácida fue ideado y plasmado durante más de tres años. Luego de que Pardo hubiese dado forma a las canciones reunió a la banda con la que causa estruendo en vivo y empezaron a mutar las melodías para un formato en cuarteto, siendo siempre la trompeta el foco de atención, el lugar en el que comienzan y acaba la música. Cumbia Ácida es un proyecto con alma y devoción, la declaración elocuente de un músico avezado que lleva jugando y entendiendo su instrumento desde su infancia temprana. La proximidad y afecto que tiene con sus vientos le permiten reinventar las formas de sus ritmos, dotarlos de una personalidad viva, de una presencia hipnótica y envolvente. Auxiliado por un ensamble poderosísimo, El León Pardo nos ha regalado un álbum en franca lid, una fuerza instrumental potente que nos permite alejarnos de la distancia racional a la que nos obliga el ejercicio del análisis lírico y más bien permitirnos contaminar por el estremecedor hechizo de la música, una música constituida para calar profundo por cada uno de los poros de nuestra piel.


Lluvia en el maizal – Bituin

El tercer álbum de Bituin es tan sorprendente como conmovedor. La banda conformada por las hermanas Añez y los hermanos De Mendoza se ha convertido en una favorita local del hermético nicho del jazz, pero también ha logrado hacerse un lugar importante dentro de nuevos espacios sonoros al jugar tan rica y lúdicamente con las formas de un género complejo. La experimentación vocal que ha llevado a Las Añez a comerse tarimas en Europa se entreteje con arreglos minimalistas a cargo de los hermanos De Mendoza que conmueven por su honesta desnudez y su minucioso arreglo. Revisando algunas composiciones claves del cancionero latinoamericano y algunos nuevos nombres de las músicas locales, Bituin logra una fusión orgánica con sus conmovedoras composiciones y la interpretación sin par de dos mujeres que han devuelto a la voz su dimensión instrumental, jugando con todas las posibilidades que tiene la caja de resonancia que llevamos en el pecho y la garganta. El resultado es un poema bellísimo que hay que escuchar con atención pues, como el vuelo de un colibrí, podría pasar desapercibido en toda su majestuosidad si parpadeamos o perdemos la concentración un solo segundo. Es un testimonio honesto y cargado de arte que da protagonismo a la lírica poética, compleja, rica.


Noiseferatu – Noiseferatu

Desde hace varios años Noiseferatu, antiguamente Rapiphero, se ha hecho un nombre en el under paisa y nacional como uno de los MCs más eruditos y letrados de la escena. En 2018 por fin llegó su primer larga duración, que produjo en compañía de algunos de los nombres más notables de Moebiuz, y que sucedió a Más caras con máscaras más caras que realizó junto a El José en 2015. Noiseferatu es todo lo que esperábamos y mucho más. Con una producción precisa y elegante, el MC se riega sobre un universo introspectivo en el que el dinero, el gobierno y las poses e imposturas son materia fértil de la que brota un desdén por el estado de las cosas y la cultura. Platón, Sócrates, Nietzsche, Diógenes de Sinope y Tales de Mileto colindan en un espacio repleto de íconos de la cultura pop y el universo del hip hop para construir elegantes figuras retóricas y letras complejas cargadas de ritmo y hondas en sentido. Es un testimonio oscuro de un alma cargada de molestias, no un disco narcisista, pero sí centrado en el espacio concreto de una única persona, lo que permite tomar una distancia crítica y permitirse el discutir con una línea argumentativa y una retórica acezada que en ningún momento descuida el valor de la canción ni el placer estético de la música. Es un universo en el que pocos quisieran permanecer, pero por morbo todos quisiéramos visitar, pues pocas cosas hay más atractivas que un relato oscuro con monstruos ocultos entre las sombras, en este caso, el Estado, la Iglesia, el Dinero.


Una vida – Los Yoryis

Este cuarteto bogotano ha aprendido a retomar el legado cultural de la cumbia y la chicha peruana que se tomaron el mundo por asalto en la década de los setenta. Obviando la brecha generacional de casi veinte años del reggaetón, Los Yoryis llegan con un sonido que bebe de los clásicos tropicales de un continente (desde Afrosound, pasando por Los Destellos, Los Mirlos y Los Hispanos) y los empapa con una esencia urbana y callejera que los lleva a un lugar más explosivo, dinámico e hipnótico. Los pioneros del new raspa y el chucu chucu urbanita son una suerte de power tiro con guacharaca, una reducción del timbal y la conga en una batería frenética y una guitarra llena de arpegios prestados del rock psicodélico y la improvisación jazz. Con unos samples prestados de radionovelas clásicas y del vaivén de las olas del Océano Pacífico Una vida es un esfuerzo instrumental que a nadie deja indiferente, pues su energía condensada en las sesiones de grabación en los estudios Nébula, hace vibrar las paredes con una orquesta poderosa de cuatro piezas. No es necesario llevar las canciones hacia el sentido poético y por ello en ella sólo habita la onomatopeya, reduciendo la voz a su función sonora antes que lingüística y permitiendo solo que sea la música quien hable. Una vida brilla con esencia alegre y alocada, pero cada una de sus piezas está delicadamente ensamblada, generando una identidad rítmica única que no necesita de artilugios electrónicos para revitalizar el espíritu de la cumbia.



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