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  • Por Ignacio "Nacho" Mayorga Alzate

Con las alas rotas nos despedimos de Konsumo Respeto


Durante dos décadas Konsumo Respeto (Alicante, España) se consagró como una de las bandas claves del circuito punk iberoamericano. Con un importante componente que bebe de las músicas de gaita celtas y una propuesta en escena dinámica y sobrecogedora, la banda española amasó, casi de manera ininterrumpida, una base de seguidores que les dio un papel central en el género en español debido a la sinceridad de sus composiciones y la energía explosiva dispuesta en cada uno de los acordes interpretados. Konsumo Respeto es, sin duda, una de las bandas más queridas del punk español, un acto que ha recogido la batuta de proyectos vitales como La Polla Records y Eskorbuto y, a través de su fusión contundente, ha abierto el campo para que esta escena siempre fértil continué vigente, convirtiéndose en mentores (de manera directa e indirecta) de actos más más tardíos como Lendakaris Muertos, quienes visitaron nuestro país en 2018 gracias al camino que los de Alicante labraron en estas tierras.

Ahora, como todo lo bueno, tenemos que decirles adiós. Rock al Parque, que celebraba su 25 edición el pasado fin de semana, fue el telón de despedida perfecto para una función llena de energía, pogo y vitalidad castellana. Konsumo quizás y nunca había tenido una afluencia tan masiva a ninguno de sus conciertos. Por lo menos esto último es cierto para sus presentaciones en Colombia a la que llegaron por primera vez en 2013 y que se acostumbró a verlos en templos de nicho que conservan esa estética cutre a la que le hemos tomado cariño a fuerza de haber sido construida desde el emprendimiento y la sinceridad. Sin embargo, no eran los mejores espacios para explotar todo el poderío de una banda que, desde la publicación de Ahora que se ha ido el sol de 2002, creó una serie de canciones imborrables de la memoria cobijada por crestas y taches del punk iberoamericano. El pasado domingo, aún grabado en la piel por la cinética de los hematomas, la banda se paró en medio de la lluvia para darnos un concierto inolvidable, el último concierto en un país que los quiso desde que por primera vez nos visitaron. Pese a la magnitud del espacio, un monstruo de monitores, varillas y tablados, la banda no tuvo un ápice de miedo para enfrentarse a una multitud ensopada en sudor y agualluvia, en sangre y cuero.

El show inició con “Un par de alas”, tema icónico de su debut discográfico: Datan dejando los pulmones en una gaita herida “Mírame, hoy la resaca a mí me puede también: me acosté muy tarde, ya ves. No he descansado, no he dormido muy bien”. Lluvia y aplausos, un pogo tímido que trataba de construirse sobre las fallas de sonidos de una tarima que en ninguno de sus tres días logró evitar los percances. “Aquí y ahora”, tema que abre Elige la ruina de 2011, continuó construyendo un ambiente frenético sobre las guitarras de Robe y Alberto. Siguió “Naufragar”, corte de su último esfuerzo discográfico, un EP conceptual que retrata el futuro distópico de un país llamado Folkloria. Y esas putas letras que pesan como la marca del hierro ardiente en la piel: “No nos importa naufragar ahogados en la desesperación. Ya no nos duele, ya no nos duele caer: somos de piedra”. El sonido se había sobrepuesto a las dificultades para una banda que, aunque nunca supo bailar, puso a temblar al Simón Bolívar a fuerza de trompadas y patadas fraternas.

Con “Igual de loco” la banda sentó el coro que la misma audiencia habría de dedicarle: “Ya son varias despedidas, espero que os vaya bien. Nos vemos en otra vida, me vas a reconocer”. Reiterar el efecto de su música sobre la asistencia es un vicio periodístico sobre el que no incurriremos: dejamos la conclusión a la imaginación de los lectores. Es suficiente decir que sobre la marca de los diez minutos y la cuarta canción Konsumo enarboló una bandera de resistencia y vitalidad que no flaqueó en lo que restaba de su presentación. Tras “Elige la ruina” la banda se permitió un respiro para recordar sus visitas de 2013, 2017 y 2018 a Colombia y dedicó su show a esas personas que las habían traído hasta las tablas del escenario principal del Simón Bolívar. “Una noche más”, de su primer álbum, arrancó un nuevo ímpetu en la agrupación y el público, el bajo de Lea acompañaba a la batería marchante de Blai, que no paró en ningún segundo de marcar un latito frenético en nuestros corazones. “Me desespero” fue coreada en pleno por un ejército enfundado en ponchos baratos que poco o nada lograban en contra del avance implacable de la lluvia. “Lagunas de memoria” y “Un mal día” sirvieron para recordarnos que, pese a todo, la vida sigue. Pese a la lluvia y la tristeza, pese a los aeropuertos que no esperan y los fantasmas latentes del pasado, la puta vida sigue, pues un mal día puede tenerlo cualquiera.

La última tanda inició con “Recaída”, último corte de esa tradición de Konsumo Respeto de nombrar canciones de sus álbumes con títulos de los discos anteriores. Jorge probó que no es necesaria la pirotecnia, las monerías o los chistes idiotas sobre las matemáticas de Rock al Parque para ser un frontman contundente y convincente. Parado sobre la pasarela que atravesaba el foso de invitados ausentes que sólo llegarían para calmar la presentación de Juanes, el líder de la banda se erigió poderoso con su camiseta del St. Pauli de Alemania. Una favorita personal, y de la fanaticada, “Herida de guerra” fue la antesala del final del show. Piñas van, piñas vienen y ya la lluvia no era un castigo sino un pequeño esfuerzo para aplacar el calor del pecho, el alarido incendiario que rasgaba la garganta como el sadismo romano sobre un suelo enemigo. “Ahora que se ha ido el sol” llegó como conclusión de un set impecable. “Sonreír, nos quedan motivos: aún estamos vivos pagando recibos de felicidad”. La noche terminó sobre el Simón Bolívar sin siquiera haber empezado.

El show de Konsumo Respeto en Rock al Parque 2019 quedará como un testimonio de los valores del punk de antaño: autogestión, rebeldía, creatividad, inventiva y, sobre todo, una energía vital que no se resigna a ser mermada por un sistema en contra de las individualidades. Pues, ante la injusticia y la anomia, nos queda el grito ante el muro, un gesto liberador y puro, primigenio, auténtico. Nos vemos en Folkloria, queridos muchachos. Gracias por veinte años de alegrías compartidas. Os vais con un pedazo de nuestro corazón.


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