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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

[Galería] Comunión 2019, una apuesta genial por la electrónica

Actualizado: 9 ene 2020


Fotografía: Juan Pablo Paredes Jordan

Comunión 2019 vibró con las manos en el aire de miles de fanáticos de la electrónica. La alternativa de Páramo para la celebración de Halloween fue un despliegue inteligente de producción, logística y, sobre todo, una calidad musical elocuente y de primer nivel. Apostarle a un evento de electrónica con visos de urbano alternativo no era, de buenas a primeras, una obviedad. Poner a dialogar dos espacios que casi y nunca se entretejen era un riesgo inteligente para la productora de eventos, que cada vez más incursiona en eventos diversos que resultan al final del día en experiencias exitosas, tanto por la selección musical como por la asistencia masiva del público presente.

En primer lugar, cabe felicitar la organización del festival en el sentido de que se ocuparon de cada uno de los detalles para que la asistencia se sintiera cómoda y presta a una comunión física que bordeó lo espiritual. En este sentido, las opciones de transporte fueron eficaces para garantizar la tranquilidad del público, el ingreso dinámico y ordenado y la presencia de Échele cabeza necesaria y cada vez más ágil en el análisis de fármacos. Es importante, también, que se esté en ese sentido despenalizando socialmente al consumidor recreativo y que se le brinden instrucciones claras sobre su producto, la calidad de su composición química y los riesgos que afronta dado caso que desee combinarlo con otras sustancias. Sin embargo, en términos de logística, la implementación del pasaporte Cashless, un brazalete electrónico que funciona a manera de tarjeta débito, resulta en un desacierto. No en el sentido de que como alternativa represente una opción viable y útil, sino que al obligar a la asistencia a solo utilizar este método de pago como única forma de adquirir productos generó disgustos. Entendemos, no obstante, que permite una facilidad al momento de hacer cuentas al final de la noche. Educar a los colombianos como público siempre será difícil.

En materia musical, Julio Garcés abrió el evento desde el escenario principal con una selección precisa de beats elegantes que buscaban construir un ambiente para el posterior festejo. Casi una hora después, Karin B, mitad del dúo Rap Bang Club, hizo lo propio en el escenario Club con una fina artillería de rimas y elocuentes figuras poéticas. Bimol Project exuda elegancia en cada una de sus presentaciones en las que el techno, el house y elementos del rock clásico se intuyen tras la mezcla de máquinas imposibles. Rutilantes. Por su parte, N. Hardem junto a Las Hermanas ha demostrado que puede plantear un show complejo y sofisticado en el que la gente responde de manera introspectiva, interiorizando cada una de las palabras de un rapsoda sin par en el contexto colombiano. Mao Fonnegra, uno de los DJ insignia de la movida nacional, llevó su set quizás un poco muy arriba cuando preparaba a la asistencia para los dos actos principales. Es una costumbre difícil de desarraigar en los productores nacionales que luego dificulta la labor de los actos principales. A veces, es importante que prime la mesura. Empero, fue un show de una sofisticación musical de primer nivel y un set explosivo y lleno de elegancia nocturna. En la otra tarima, mientras tanto, ha$lopablito la rompía disfrazada de cazafantasmas con su trap que apela al ciudadano de pie y que sirve para desbaratar estereotipos culturales asociados a un género cada vez más plural e incluyente.

Enfrentar a Vatican Shadow con Digitalism resultó difícil para el primero, cuya trayectoria es menos larga y exitosa que la del dúo alemán. Sin embargo, su performance (pues es una obra de arte) fue un triunfo del subsuelo en un evento quizás más pensado para el público de a pie. Vatican Shadow fue impecable, elocuente con su propuesta y nocturnamente coqueto en su puesta en escena. Esto no quiere decir, en ninguna instancia, que lo de los alemanes no fuera interesante. Fue un espectáculo de luces tremendo con una selección ideal de su largo catálogo que puso a brincar y a bailar desenfrenadamente a un público cada vez más expectante de la presentación principal. Digitalism propuso un show explosivo y enérgico, vital y dinámico. Gigantes. Igual, ojalá y Páramo trajera de nuevo a Vatican Shadow. La gente necesita empaparse de propuestas distintas. Solo una reflexión suelta.

Para cuando llegó Underworld al escenario principal el éxtasis del público fue excesivo. Fue un set de doce canciones seleccionadas para mantener el ambiente a tope durante más de una hora de presentación. Seamos sinceros, el público se moría por escuchar “Born Slippy” por el clásico de 1996 dirigido por Danny Boyle, sin embargo, hubo de esperar hasta el final para darse ese placer. No importó, Underworld no es una banda de “cañonazos” sino de clásicos de culto y cada una de las canciones que interpretaron desde “Two Months Off” como apertura, “Jumbo” y “Always Loved a Film” a mitad de la presentación y “King of Snake” fueron un acierto. No deja de sorprender la vitalidad de Karl Hyde que, con más de sesenta años, sigue bailando con elegancia en el centro del escenario en cada una de las canciones de su show. Hyde es la definición de diccionario de frontman: sabe interactuar con la audiencia en los momentos de éxtasis, darle su espacio en los momentos de introspección y, sobre todo, refleja una etapa gloriosa de la electrónica en la que los pastelazos de crema, la pirotecnia y los senos expuestos son lo que se roba la atención. Underworld es un dúo de caballeros y, como tales, repitieron el éxito de su pasada presentación en Estéreo Picnic.

Los más valientes se quedaron hasta el final con Nastia y gozaron con el set oscuro e hipnótico de la ucraniana. Fue un acto de resistencia física y emocional, pero la pena cada minuto. Comunión, en su primera versión, fue todo un éxito. Es un evento ambicioso que puede crecer mucho si la audiencia colabora a la apertura de nuevos espacios para la electrónica. La selección musical fue osada y acertada, con una curaduría impecable que deja la barra muy alta para futuras celebraciones. En todo caso, este cuerpo se desdobló en miles y juntos pudimos unirnos en torno a una de las pasiones principales del ser humano: la música. Gracias a la organización por hacer este sueño posible.

Todas las fotografías son de Juan Pablo Paredes Jordan


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