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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Desde Brasil, Francisco, el Hombre reflexiona junto a Mestrinho sobre la nostalgia


No hay un rumbo trazado en el camino de la música. Hay quienes que, como los turistas, van siguiendo una serie de directrices, puntos en una cartografía predispuesta que los lleva a pasar por los mismos lugares que tantos otros han recorrido. Sin embargo, otros tantos (y cada vez más) afrontan esta travesía con el ánimo del viajero inquieto, con una brújula sólo como referencia mínima, pero permitiéndose la oportunidad de perderse entre recovecos, dar un giro inesperado para encontrarse con un callejón mágico que no figura en las guías de las ciudades. Este es quizás el caso de Francisco, el Hombre, banda brasilera formada por los hermanos Sebastián Piracés-Ugarte y Mateo Piracés-Ugarte, criados en México, que en 2013 decidieron cambiar el curso de su nave y enfilar hacia un horizonte desconocido en busca de sus sueños. De esta manera, afrontando una serie de tempestades y naufragios, han logrado convertirse en una de las bandas más interesantes de la nueva movida brasileña, pasando de conciertos en plazas y restaurantes a presentarse en los festivales más importantes del panorama latino. Con dos EPs y dos álbumes, SOLTASBRUXA de 2016 y RASGACABEZA de 2019, la banda no se ha quedado quieta en este extenso recorrido, gastando las suelas de sus zapatos a la vera del camino y permitiendo sorprenderse con cada lugar nuevo al que llegan. Conservando el espíritu punk de sus primeras aventuras en la música, los integrantes de Francisco, el Hombre son personas sencillas a las que el éxito no ha aminorado su mentalidad romántica, esa que se deja sorprender con cada puesta de sol y agradece el pan vital que nutre nuestros días.


Justo al comienzo de la cuarentena, Francisco, el Hombre, comenzó un estudio sobre cumbias que resultó en una producción musical hecha a la distancia, con cada uno de sus miembros en un rincón del país colaborando de manera remota. Lejos de los escenarios, el grupo presentó hace algunos días el sencillo “Valer la pena”, una colaboración instrumental con el músico regional Mestrinho, que tiene como tema la nostalgia. "Estaba experimentando algunas cumbias electrónicas e hice un sample de un acordeón, pero luego pensamos que sería mejor tener a alguien realmente tocando el instrumento", cuenta Mateo Piracés-Ugarte, "Fue entonces cuando surgió la idea de la participación de Mestrinho, el cual puede hablar a través de su acordeón, es increíble tener su poesía allí con nosotros y pensar que el acordeón, es el instrumento de Francisco, el Hombre −el original−, el que ha dado origen a la leyenda", añade, haciendo referencia al personaje del folclor colombiano que aparece retratado en el libro Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez, quien inspiró el nombre de la banda.


“Valer la pena” vuelve sobre el castellano de algunas producciones anteriores de la banda para construir un relato de esperanza alegre y divertido que llega como una promesa para cuando la nueva normalidad se haya acabado, tras la superación mundial de la crisis del COVID-19 a nivel mundial. Es una composición incluyente, hasta en el uso del lenguaje, que invita a las personas a unirse en torno al mutuo anhelo de volver a reunirse con quienes se aman, familia y amigos, y bailar toda la noche para celebrar que se sigue vivo, que la vida tiene frente a nosotros muchas más promesas que esta vez sabremos apreciar como es debido, luego de meses de mirar las mismas paredes. Francisco, el Hombre es una de las bandas claves de la nueva movida latinoamericana y cada nuevo lanzamiento es un momento para reflexionar sobre las cosas que valen la pena. Un abrazo, por ejemplo. Escuchen aquí “Valer la pena”. Seguimos aguantando.




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