Estéreo Picnic 2025, balance de una edición que no hizo aguas
- Ignacio Mayorga Alzate
- 3 abr
- 8 Min. de lectura

Hemos dejado atrás otra edición del festival privado más relevante de la música en Colombia. Con más de 150.000 asistentes a lo largo de cuatro jornadas, la segunda edición en el Simón Bolívar para el evento insignia de Páramo fue un éxito rotundo. La programación, que reunió a algunos de los actos más emocionantes de la escena global junto a los nombres más destacados del circuito alternativo nacional, permitió que la música se disfrutara en un ambiente pacífico y organizado. Aunque persisten algunos desafíos técnicos y logísticos, Páramo ha demostrado su capacidad de aprendizaje y mejora constante, logrando una edición sólida pese a las dificultades climáticas, un factor ajeno a su control. Tras cuatro intensos días de festival y en plena recuperación física, compartimos un balance de la edición 2025: lo que nos entusiasmó y los aspectos a perfeccionar en futuras entregas. Siempre agradecidos de formar parte de esta celebración.
Una fiesta con sabores diversos
Con tanto tiempo en el circuito, es fácil para Páramo empatar sus conciertos con festivales de la región para garantizar que los artistas que se encuentran de gira son, de hecho, los mejores que pueden presentarse en nuestro territorio. Esto no quiere decir que no exista una curaduría estricta por parte de la organizadora de eventos, pues este año todo lo que se presentó fue de primer nivel. Y mucho más. Cada uno de los artistas internacionales fue escogido con un criterio minucioso que les permitió a los asistentes emplear su tiempo en los actos más cercanos a sus preferencias estéticas. Así, actos legendarios como TOOL o Alanis Morrissettel, compartieron tarima con nuevos nombres de la viralidad contemporánea, de la que hablaremos luego, para ofrecer a la asistencia una variedad musical dinámica.
Años de experiencia avalan la seriedad de Páramo y esto permite que se negocien cada vez actos más sobresalientes para nuestro territorio. Basta ver su calendario de eventos próximos para entender el poder que este titán del entretenimiento tiene en nuestro país.

Más allá de los actos principales, la representación internacional fue impecable. Nombres como Justice, Caribou, Modeselektor, Richie Hawtin, Charlotte De Witte, Clubz, The Marías y Miel reflejaron la diversidad de un cartel que, sin reservas, incluyó la presentación de Galy Galeano, quien aprovechó el momento para anunciar su gira de despedida. Desde el primer minuto hubo música de altísima calidad y para todos los gustos. Aunque los problemas técnicos son inevitables, como ocurrió con Cariño, la solidez del equipo en el que Páramo ha trabajado durante años quedó en evidencia con su capacidad de respuesta rápida, resolviendo imprevistos sin mayores contratiempos. Una curaduría de este nivel también representa un desafío para los artistas locales, que deben reinventarse para captar la atención de un público expuesto a un abanico sonoro más amplio. Ese es un aspecto clave a destacar.
Jugar de local
Con más de treinta artistas nacionales en sus tarimas en vivo, una tercera parte de la edición del año pasado, el Estéreo Picnic ratifica el compromiso que tiene como evento para la consolidación y fortalecimiento de un público local que se preocupa por los actos musicales de su contexto. Cada año el festival se convierte en una tarima para los talentos emergentes y obliga a los artistas a tener una mentalidad que se sale del estudio indie para construir una presentación envolvente y en conformidad con la calidad que plantea el importante evento. Ninguno de los nuevos se quemó por su falta de visión y organización, pues la mayoría brilló con luz propia desde su propia identidad estética, por lo que es claro que la escena local se profesionaliza con cada nueva edición del festival.

Incluso los debutantes menos experimentados, como Raquel o Kidchen, entregaron todo en la tarima y presentaron un espectáculo emocionante e íntimo. Fue una selección apropiada que recogió lo mejor de la música local, involucrando a Antioquia y al Pacífico con una nómina extensa, pero además sumó referentes locales bogotanos que vienen de todas las esquinas de la capital para hacer más plural la fiesta. Nariño también fue representado con elegancia por Gabriela Ponce quien, el año pasado, debutaba en el festival con Búha 2030.
Además, el Picnic fue un lugar de celebración para la consagración de artistas colombianos que se han convertido por su propia ley en estrellas del espectáculo: Los Petitfellas, Oh’laville o Granuja eran actos necesarios en esta edición. Ver a Andrés Sierra, Mateo París y Andrés Toro comerse el escenario principal no tiene precio.
Compromiso con la historia
Este tipo de festivales posibilita el encuentro con artistas que han sido claves en la historia de la definición de nuestro gusto. Ya el Estéreo Picnic ha entendido esa lección y le apostó, de nuevo, a las presentaciones de artistas legendarios, consagrados hace décadas. Galy Galeano merecía un homenaje especial a la luz de todo lo que nos ha entregado a través de los años, por lo que una tarde en la que empezaba a despejar el cielo vistió al hijo de Chiriguaná, César, con una luz tenue que contrastó en elegancia con su vestido rojo de lentejuelas. Soul AM, por otro lado, jugó un papel importante para promediar la tarde el último día. TOOL y Alanis Morrissette, actos con más de tres décadas de trayectoria, nos recordaron cómo nos enamoramos de la música, cuando el mundo era joven, los descubrimientos musicales llegaban a través de la radio o un primo mayor y MTV, de hecho, hacía honor a su nombre antes que permitir que esperpentos humanos en la playa de Jersey se hicieran famosos. Maravilloso recordar con alegría y con las lágrimas de la nostalgia, todo lo que hemos dejado atrás para ser las personas que hoy somos.

Pero, en honor a la verdad, The Hives se consagró como leyenda en la segunda noche del festival. Y es que tener la posibilidad de reunir a decenas de miles de personas en el centro del Simón Bolívar, pagando una boleta que objetivamente no es económica, es una proeza que sólo puede lograr la elegancia rocanrrolera de una banda que se ha hecho estrella por el carisma de sus integrantes. Como dirína sus compatriotas suecos de ABBA: “Thank You for the Music”.
Los espacios alternativos
Seamos francos: cuando anunciaron en 2023 el Templo y el Club FEP muchos alzamos las cejas. Parecía extraño seguir sumando elementos al festival y, más aún, la curaduría tan diversa que presentaron estos dos espacios con su anuncio. Sin embargo, fue una victoria entonces y una victoria ahora. El Templo se convirtió en un divertidísimo refugio para quienes han hecho del reggaetón parte fundamental de sus días, mientras que el Club FEP, regentado por Coca Cola, funcionó de manera muy atractiva para los amantes de la electrónica y culminó cuatro días de jornada con Ela Minus en un DJ set a la par de la calidad de su presentación ese mismo.

Sin embargo, todo hay que decirlo, nos pareció de pésimo gusto el club Aora, auspiciado por Durex, en la mayoría de sus presentaciones. Entendemos la necesidad de ofrecer un espacio seguro para la comunidad LGBTIQ+, que cada vez es más visible en el ámbito de los espectáculos pero, la rememoración de los cabarés de antaño fueron una cuestión que volvió a objetivizar los cuerpos antes que celebrar el empoderamiento de lo distinto. ¿Era necesario poner a desfilar a excelsos artistas del drag como exóticos objetos de un gabinete de curiosidades dieciochesco para la sorna de muchos de los asistentes, más aún a la luz de el frío que abrazó sus cuerpos semidesnudos? A nuestro parecer no funcionó, aunque las presentaciones de Ela Vann, Kabinet o The Virginia Valley fueron un highlight que muchos se perdieron. Pero tenemos que entender que el espectro de género diverso goza ya de una visibilidad importante en la era woke, por lo que era absolutamente innecesario objetivar a algunos de sus representantes que ya eran muy visibles. Vaya favor desde la curaduría.
El aspecto ecológico
Desde Cordillera, Páramo ha asumido una responsabilidad ambiental que va más allá de simples declaraciones. En lugar de ignorar el problema, ha tomado medidas concretas para reducir su impacto en la capa de ozono, los cuerpos de agua, las selvas y cualquier forma de vida que comparta el ecosistema. Más allá de la ya tradicional siembra de árboles en cada edición del festival, este año el compromiso se profundizó aún más. En la zona de comidas, por ejemplo, cada caneca contaba con una persona asignada para guiar a los asistentes en la correcta clasificación de los desechos y facilitar el reciclaje. Además, videos de Marce la recicladora proyectados en cada tarima reforzaban el mensaje ambiental. Puede verse como una estrategia o como un acto de conciencia, pero lo cierto es que estas acciones generan un impacto significativo en la vida de todos.
Sin embargo, es importante que el público entienda que tiene que dar de su parte. No es suficiente el ejército de personas encargadas de la limpieza para que el compromiso ambiental funcione. No tendría que ser necesaria la presencia continua de una persona al lado de las canecas para recordarnos en cual de ellas se debían disponer cada uno de los residuos. La señalética era sencilla. La pereza del público evidente. Esta actitud endémica a nuestro contexto, porque la ciudad es también un chiquero por nuestra culpa, no responde a un compromiso pedagógico de las entidades (a treinta años de la primera alcaldía de Mockus), sino a un entendimiento interiorizado por nuestra parte como ciudadanos.
2600 metros más cerca de las estrellas
La decisión de que el festival se celebrase de nuevo en el Simón Bolívar fue una alegría más allá de la movilidad, principalmente por las posibilidades que brindó una potencial alianza con la ciudad y el distrito. En ese sentido, principalmente se dio la posibilidad de trabajar juntamente con el SITP, que extendió el horario de su operación en la ciudad para garantizar el retorno seguro de los asistentes a sus hogares, sin mencionar lo valioso que resultó para llegar al festival. Adicionalmente, hubo varias activaciones para sensibilizar sobre la salud sexual, para la prueba de sustancias psicoactivas o para conocer los programas de cultura del distrito. Adicionalmente, con un porcentaje importante de extranjeros que se sumaron a la celebración, la ciudad crece en materia económica a través del turismo, sin mencionar la popularidad que suma al tener este tipo de espacios de esparcimiento. Es un matrimonio en el que todos ganan y que esperamos se mantenga en ediciones futuras.

Logística sanitaria
La distribución de los baños resultó compleja. En un espacio aparentemente más reducido que el Campo de Golf Briceño, el mapa del festival tuvo algunas dificultades, principalmente en materia de acceso a los baños. Es cierto que la mayor parte de los sanitarios portátiles del país terminan en el festival durante estos días, por lo que pudo haber una concentración más eficiente de estos servicios que son, evidentemente, de primera necesidad. Se explica, precisamente por la distribución del festival, por qué terminaron tan alejados, a la luz de que los olores podrían o bien filtrarse en las zonas de comida y las ferias de emprendimiento. No fue, ni mucho menos, el fin del mundo, pero dificultó la experiencia del usuario, pues implicaba un uso del tiempo menos eficiente para asistir a los escenarios, más aún cuando ya había llegado la noche y la asistencia crecía de manera exponencial conforme se acercaban las presentaciones principales.
La falta de parqueaderos
Si bien es cierto que la movilidad mejoró al realizarse el festival en la ciudad, la posibilidad de llevar el carro propio al festival era casi nula, pues no existían parqueaderos aledaños en un primer momento, hasta que Salitre Mágico habilitó los suyos para la asistencia. Es cierto que esta decisión pudo haberse tomado para facilitar la circulación vial, pero no fue muy eficiente no haber logrado una serie de acuerdos con lugares de parqueo, como la Virgilio Barco, para que quienes prefieren llevar su coche al evento puedan regresar tranquilamente a sus casas, más aún cuando es una práctica común que los taxistas de la ciudad cobren lo que se les da la gana, en la mayoría de los casos, para prestar un servicio a la ciudadanía. Así las cosas, las carreras podían costar casi el doble de lo que normalmente se pagaría, por lo que sólo ganan en esta operación los más ventajosos de los bogotanos. Y los demás, yuca. Paila.
Conclusiones

El recuerdo del Festival Estéreo 2025 Picnic pasará a la historia como una de las ediciones más organizadas. En general, los verdaderos ganadores fueron los asistentes, que se van más que satisfechos con lo vivido. Cada nueva locación implica una serie de retos que la organización pudo sortear con experticia e inteligencia. Sí, es un festival costoso, pero también los actos principales, sobre todo si es la primera vez en la historia de dichas agrupaciones en visitar nuestro país. Mejoras siempre podrá haber, pero esta edición no palidece ante las anteriores, sino que se erige triunfal como una de las mejores a la fecha y, con seguridad, para la posteridad. Eso es lo que pasa cuando se visita un mundo distinto.
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