Hoonine: de las bandas al directo solista, una electrónica con perspectiva crítica
- Ignacio Mayorga Alzate
- 17 jul
- 8 Min. de lectura

En el marco del BIME Bogotá 2025, una de las presentaciones más comentadas y sobrecogedoras fue la de la artista española Hoonine, quien ofreció un live act hipnótico, cargado de texturas electrónicas contemplativas y decisiones performáticas precisas. Su paso por la capital colombiana no fue casual ni accesorio: llegó como una de las propuestas más innovadoras del cartel, reafirmando que la electrónica contemporánea puede y debe pensarse también desde lugares íntimos, políticos y profundamente artísticos. La conversación que sostuvimos con ella revela los hilos detrás de esa propuesta.
Hoonine es el proyecto solista de Carmen Alarcón, quien antes hizo parte de otras formaciones como AA Mama o Estúpido Flanders y quien gira con como tecladista Viva Suecia. El tránsito hacia su carrera en solitario nació en un momento clave: el aislamiento forzado por la pandemia. En ese parón obligado, Hoonine se sumergió en la investigación sonora y en la composición electrónica como un gesto de contención emocional, pero también como una declaración estética. Su interés por diseñar una propuesta que funcione tanto en la sala como en el club la ha llevado a redefinir el directo electrónico desde una lógica escénica y narrativa, en la que la presencia física dialoga con la maquinaria.
Pero más allá del sonido, su trabajo también plantea preguntas urgentes sobre el lugar de las mujeres y las disidencias en la historia de la música electrónica. Desde su experiencia urge reescribir esa historia con mayor rigurosidad, visibilizando la participación femenina desde sus orígenes y reclamando un lugar digno para estas estéticas en la crítica musical especializada, aún demasiado tibia frente a las complejidades del género. En esta conversación, Hoonine reflexiona sobre el valor político del sonido, la necesidad de ampliar los espacios para la electrónica más allá de la fiesta y la urgencia de una profesionalización crítica que acompañe el crecimiento de una escena en plena transformación.
Quería comenzar hablando contigo de cómo surge el proyecto. Tú venías de otro sonido y siento que no es casualidad que Hoonine haya nacido en un momento coyuntural para la humanidad, quiero decir, un momento en el que después de todo el ruido tuvimos que vernos obligados a parar. Siento que, de AA Mama a Hoonine, hay reflexiones mucho más interesantes en torno a otros tipos de atmósferas, de estéticas, de texturas. Entonces, ¿cómo tomas esa decisión de irte solista y cómo nace el proyecto?
Con el proyecto me veo forzada un poco porque con la pandemia no pasaba mucho, ¿no? Y, sobre todo, quienes trabajábamos en el sector cultural y demás nos vimos forzados a parar y a recluirnos, porque era un poco lo que había. Ese momento de reclusión me hizo a mí también plantearme qué quería hacer, qué quería investigar. Siempre he tenido una pulsión muy fuerte por investigar sonidos, por saber cómo funciona el diseño sonoro y, en ese momento de parón, dije «creo que es mi momento». Creo que también lo utilicé como un arma para no pensar en lo que había fuera. Era la manera como de cerrarme en banda y decir «Mira, pues no quiero saber lo que está pasando ahí fuera porque es horroroso».
¿Ya tenías una cercanía con ese tipo de sonidos o habías explorado la electrónica de una manera consciente para poder definir «esto es lo que está sonando, esta es electrónica de pista, yo quiero plantear otra cosa»? Porque siento que el proyecto, si bien funciona muy bien para una sala, para un club, es una música más meditativa, más contemplativa. Es otro viaje.
La idea era un poco adaptar lo que yo era a todos los sitios donde a mí me gusta estar. Porque no sólo estoy en una sala de concierto. A veces estoy en el club. A mí me interesaba también hacerlo polivalente, o sea, que se adaptase mucho a los espacios y a lo que yo he podido ofrecer. Y creo que es lo más lo más divertido también porque yo soy una persona súper mega inquieta. Entonces, no puedo parar y tengo que estar haciendo cosas todo el rato, investigando cómo se hace esto y lo otro. Tener todas estas opciones me interesaba mucho.
Creo que también tiene que ver con un momento en el que la electrónica tiene que replantearse más allá de los espacios de consumo, los espacios nocturnos. Hay una corriente más artística, performática, que puede traducirse a espacios como teatros o museos. ¿Cómo das forma también a la identidad en vivo del proyecto? ¿qué decisiones tomas para el equipo que vas a llevar a las presentaciones?
He de decir que he cambiado de set, creo que prácticamente, no cada concierto, pero cada tres conciertos, porque veo cómo hacerlo mejor. Lo que tú dices, ¿no? Es tal la gama de cosas que puedes hacer, que llega a un punto que no sabes qué elegir. ¿Qué, a nivel interpretativo, es más interesante? ¿qué disfruto más en el escenario? ¿qué aporta más en el escenario? Y yo siempre me lo planteo, o intento hacerlo, buscando siempre que la parte interpretativa sea interesante, porque obviamente sería inútil negar que hay secuencias y programaciones. Es música electrónica, no es folk.
Cuesta mucho, creo que nos pasa mucho a los artistas de música electrónica, pensar a veces un poco en el público, en el sentido de cómo vamos a hacer que esto sea también algo comunitario, no yo sola delante de una máquina y ya, ¿no? Pensar también un poco en ese espacio de generar un momento chulo para todos.
Me parece que esto también es importante desde un punto de vista de industria: la electrónica está empezando a habitar otros espacios y haciendo parte de una conversación global.
El problema de la electrónica es que muchas veces ha ido acompañando sólo el espacio de la fiesta, que está muy bien y yo la disfruto igual, pero parece que sólo estaba relegada ahí y es un error. O sea, lo decía Björk en los noventa, cuando decía que la gente se quejaba de que la música electrónica no tenía alma. Y el problema no es que la música electrónica no tenga alma, sino que la gente que la hace a veces no tiene alma.
Ese es el problema. Es una conversación que lleva en danza mucho tiempo y creo que ahora la electrónica se está abordando desde otros espacios y se le están dando otros espacios que antes no tenía. Estaba relegada al underground, prácticamente. Creo que eso está ayudando también mucho a generar una escena muy interesante que vaya más allá del EDM o de ciertos estilos más masivos.
Hay una cuestión que me interesa tocar y es la perspectiva de género no ya en los espacios de consumo de música electrónica que proponen un espacio seguro. Hay una participación desde siempre que no estamos visibilizando y no por una cuestión de tokenismo tenemos que empezar a llevar el debate hacia quiénes están escribiendo la historia de la electrónica, que también son mujeres. Ya en 1938 estaba Johanna Beyer haciendo “Music of the Spheres”, probablemente la primera pieza de música electrónica. Hay una cantidad enorme de talento femenino tanto dentro de la pista como por fuera y en el ecosistema de la electrónica en general.
También es importante la visibilización de actores de la comunidad LGBTIQ+. Históricamente el espacio de la electrónica nace precisamente de estas comunidades excluidas. Creo que es parte de la identidad de la electrónica abrazar a gente que estaba totalmente fuera de los espacios hegemónicos. Pasaba también con la comunidad afroamericana en Estados Unidos, cuando surgió todo el tema del house y demás. Es que todo tiene esa comunión.
Con respecto a las mujeres, diría que la electrónica es de los espacios musicales donde más mujeres hay top liners. Si te metes en rock, bueno, olvídate. Olvídate. Hacen falta más, hay muchísimo talento invisibilizado en el 90% de las ocasiones, sí, pero creo que también tenemos como ese plus de que todo puede ir a más y están, por ejemplo, Amelie Lens o Charlotte De Witte y un montón más.
Por ejemplo, en el Primavera Sound, que es un festival de España, sus tres cabezas de cartel son mujeres: Charli XCX, Chappell Roan y Sabrina Carpenter. Son otros géneros, pero bueno, dentro de lo que cabe, ¿no? Están de headliners. Pero luego hay otros festivales en España en los que no hay manera de que contraten a una mujer. No hay manera: es imposible. Es que a veces la propia industria genera una misoginia muy, muy intensa y creo que luchar por eso y que existan todos estos espacios, es muy importante y necesario.
Creo que también uno de los temas con la dificultad, sobre todo para periodistas o críticos musicales, de cubrir electrónica es precisamente lo vertiginoso y lo rápido que evolucionan los discursos estéticos y siento que todavía no estamos a la par. No hemos llegado a un espacio de profesionalización crítica, de darle la misma dignidad que se le da a un a un cover story Bad Bunny en Rolling Stone. ¿Cómo ves tú también esa necesidad de que exista una profesionalización por parte de la prensa para poder cumplir con calidad, respeto y con el rigor que se merecen este tipo de estéticas?
Sí, yo creo que también falta periodista especializado. O sea, tiene que haber, pero falta que se genere también una cultura dentro de eso y creo que a veces también la propia cultura de la electrónica, a veces no siempre, tiende a ocupar espacios muy reducidos y no masificar cosas que podrían estar en otros sitios, ¿no? La electrónica necesita también esos espacios porque sí hay consumo. A mí lo que me llama la atención es que existe un consumo gigante cada vez más, pero no va a la par la profesionalización del sector. Sigue habiendo promotores que no entienden. A mí me pasa, en plan, «no entiendo lo que haces, ¿eres una DJ? ¿qué haces?» Digo «joder, no es tan difícil». Has subido a siete reggaetoneros que cantan con una pista y no puedes entender esto. Y eso nos pasa mucho. No hay un conocimiento masivo y hay que trabajar también hacia eso y hacia hacer entender que esto es otro género y que es igual de válido que el resto, igual de importante y no reducirlo. Se está reduciendo y se está llevando sólo al espacio de la fiesta. Ridículo.
Es una historia que no hemos contado con el rigor que merece porque la asociamos a una cultura de consumo, la asociamos a una cultura nocturna, la asociamos también a un ethos nihilista. Esto podemos llevarlo a teatros, podemos llevarlo a exposiciones de artes digitales, hacer encuentros transmedia. Estamos en la obligación nosotros como periodistas de entender que el mundo se está transformando y que, si la música se está consumiendo sobre todo a través de festivales, pues la realidad es que por promotoría es mucho más económico traer a un DJ. Va a seguir siendo visible y cada vez más. Es vital que, a la par que van apareciendo producciones novedosas y vanguardistas, también nosotros nos reinventemos y tengamos mayor responsabilidad en la construcción del discurso.
Total. Hay que empujar. Yo creo que todos artistas, medios y toda la gente que pertenece a la cultura debería empujar para hacer de esto algo serio, no llevándolo, como tú dices, a ese punto nihilista que la cultura quiere ver. Porque la electrónica tiene un punto de introspección grandísimo. Creo que la mayoría nace de ahí. O sea, no todo el mundo es Avicii, aunque parece que para la gente la electrónica es Avicii y Tiesto, ¿sabes? Creo que te podría decir que es de los géneros más bastos a nivel combinaciones y experimentación que existen. Entonces, reducirlo eso solo al nihilismo sería absurdo. Sería muy absurdo.














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