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Derby Motoreta’s Burrito Kachimba, la nueva sangre del rock sevillano

  • Foto del escritor: Ignacio Mayorga Alzate
    Ignacio Mayorga Alzate
  • 20 jun
  • 6 Min. de lectura

En el panorama contemporáneo español hay una fuerza telúrica de nombre enrevesado: Derby Motoreta’s Burrito Kachimba. El extrañamiento inicial al conocer los cuatro testigos de su nombre no se compara, sin embargo, con el sonido extraño, y fascinante al que han dado forma en una tríada de álbumes excelsos. A cuál mejor. Esta hidra de seis cabezas se pierde en la noche de la historia con ojos gitanos, rescatando del suelo las manzanas que caen de las sevillanas para saciar su apetito voraz con la dulce sangre de su piel desnuda, con la cadencia de un ritmo de origen mitológico. Sin embargo, la banda va mucho más allá de sus influencias más evidentes, construyendo un universo musical en el que los lunáticos miran al sol con ojos extraviados, dando forma a paisajes hipnóticos que concatenan con una poesía soberbia y lisérgica. Lo han llamado kinkidélico por la cultura quinquillera asociada al rock andaluz histórico y la psicodelia contemporánea. Las etiquetas se quedan cortas. Hay fenómenos naturales que no pueden definirse con palabras.


En el verano de 2017, una alineación casi astral reunió en Sevilla a los futuros integrantes de Derby Motoreta's Burrito Kachimba, en adelante DMBK. Provenientes de distintos proyectos musicales y sin mayores pretensiones industriales, Gringo (guitarra), Papi Pachuli (batería), Dandy Piranha (voz), Bacca (guitarra), Soni (bajo) y Machete Carrasco (sintetizadores y teclados) comenzaron a reunirse los miércoles en el local de ensayo de Papi. “Veníamos cada uno de varios proyectos y terminamos ensayando en el local de Papi Pachuli, que estaba en The Milkyway Express”, recuerda Gringo, subrayando la libertad creativa con la que iniciaron el proyecto. Lo que comenzó como un ejercicio de escape frente a las restricciones de sus otras bandas, pronto se consolidó como una nueva propuesta con identidad propia.


Para finales de ese mismo año ya habían grabado su primer sencillo, que lanzaron en 2018, y al poco tiempo Primavera Sound les propuso grabar un disco. Dandy recuerda que el surgimiento de DMBK coincidió con dos hitos claves para la escena musical sevillana: la apertura de la Sala X, que revitalizó la programación local, y la mudanza del festival y feria profesional Monkey Week desde El Puerto de Santa María a Sevilla. “Esos dos eventos fueron fundamentales para el desarrollo de la escena en Sevilla y no solamente a nivel artístico, sino también su profesionalización”, afirma Dandy. Así, no fueron los Derby los únicos en surgir en medio de la ciudad andaluza: Califato ¾, Los Zíngaros, Rextinga o Fiera son todas bandas que devinieron de ese proceso que revitalizó la escena sevillana hace casi una década.   

El sonido de Derby no puede comprenderse sin rastrear su vínculo con el flamenco rock de los setenta, pero no como una cita literal, sino como un diálogo generacional.. Lo suyo es más una pátina emocional y cultural que una réplica formal. De ahí que bandas como Smash o Triana funcionen como referentes, pero también lo hagan King Gizzard o Tame Impala. “El flamenco y el blues se dan la mano y se abrazan muy fuerte”, explica, señalando cómo ese vínculo ancestral permite la mezcla y  rememorando cómo Manuel Molina identificaba conexiones entre el flamenco y discos de Creedence Clearwater Revival en el documental La ciudad del Arco Iris. Dandy también matiza: “Durante dos, tres décadas, lo que es la pura banda ha estado un poco más desplazado y ahora ha vuelto a surgir más hacia el rock coincidiendo con esta nueva ola que decía antes Gringo de la psicodelia moderna”. Ese cruce, inevitable para quienes han nacido y vivido en el sur, se vuelve principio estructurante de lo que ellos han llamado kinkidelia.


Aunque constantemente se les ha vinculado con el rock andaluz de los años setenta y ochenta, la banda insiste en que no busca ser heredera directa de ese legado de nombres grabados por el duende sevillano en las páginas de la historia: Triana, Alameda, Kiko Veneno. Smash. “Nosotros de alguna manera recuperamos el testigo sin pretender ser herederos en realidad del sonido andaluz ni del rock andaluz. Intentamos poner nuestra piedra en el camino, expresarnos”, dice Gringo. Sin embargo, reconoce la influencia inevitable de grupos como Triana o Smash, pioneros en fusionar flamenco con blues y psicodelia. Además, como señala Papi, de alguna u otra manera el flamenco siempre ha encontrado una manera de estar vigente en el panorama musical español, ya sea en el flamenco fusión de Ojos de Brujo o El Bicho, o los primeros experimentos por combinarlo con el sonido anglosajón del rock and roll en boca de Las Grecas.


Esta herencia está presente también gracias a la voz de Dandy, que canaliza esa estética sonora con naturalidad. Papi agrega que, si bien cada banda de la escena andaluza actual ha tomado un camino estético distinto, existió un germen común: “Renovar un poco la música andaluza, ¿no? Ahí está Califato, estamos los Derby…”. Su sonido, reconoce, se nutre de la psicodelia contemporánea, con bandas como King Gizzard & The Lizard Wizard como referentes. En ese sentido, no es tanto un revival como una conversación con una herencia cultural que necesariamente informa su sonido, aunque la identidad de la banda la haya utilizado para dar forma a uno de los proyectos más auténticos del rock castellano reciente.


Por eso, a diferencia de otros revivalismos flamencos que tienden a seguir un mismo molde, DMBK ha sido muy claro en distanciarse de etiquetas restrictivas. “Nosotros no hacemos rock andaluz, nosotros hacemos nuestra propia música”, enfatiza Bacca. Lo suyo es, ante todo, una declaración de libertad creativa. Han sido los medios quienes los han catalogado como herederos de Triana, pero desde el primer día, la banda ha preferido moverse por su propio carril. “De tanto que nos han querido asemejar o vincular ha calado. Es algo que nosotros no hemos tratado de manifestar ni ha sido intencionado: nos lo han puesto, nos lo han colocado. Nuestra carta sobre la mesa desde el minuto cero fue decir nosotros no hacemos rock andaluz, nosotros hacemos nuestra propia música, esa música se conoce como kinkidelia, es nuestro concepto, nuestro género, es nuestra. La psicodelia se rige por la libertad creativa. Entonces, desde el minuto uno, nosotros le estamos dando a entender al público que vamos a hacer lo que nos dé la gana”.

Gringo apunta que, si bien no han sufrido ataques del purismo flamenco como Rosalía, es posible que esto se deba a que su impacto mediático está aún lejos del de la artista catalana. “Estamos a kilómetros de la popularidad de Rosalía. Estamos a un nivel bastante cómodo”, admite con tranquilidad. Pero va más allá de no ser vistos: es precisamente porque los han notado que se evidencia que la banda va en otra dirección, que la psicodelia o el rock andaluz son apenas vestigios de un paisaje sonoro más complejo, de colores más exóticos. Así, cada álbum se diferencia del anterior en la medida en que la única constante de un proyecto con la envergadura de DMBK no puede ser otra sino la exploración constante.


En ese viaje de canciones complejas, la construcción de su repertorio también se ha forjado sobre un modelo colectivo y horizontal. “Es muy democrático. Lo cual significa también que es muy largo”, comenta Bacca entre risas. Con seis cabezas pensantes, las decisiones sobre arreglos y estructuras se debaten intensamente hasta alcanzar un consenso. En ese proceso, la figura del productor Jordi Gil ha sido crucial. “Es una figura bastante importante que sirve un poco como regidor de nuestra creatividad”, señala Papi, reconociendo que Jordi ha intervenido incluso desde los ensayos para encauzar ciertas ideas. Ese acompañamiento técnico ha permitido que los discos encuentren dirección sin perder el espíritu abierto y exploratorio de la banda, que siempre se renueva con la fuerza de una espina de alacrán, con la determinación con la que se baja al infierno para seguir sin miramientos al bien amado.  


Por ello, la presentación de enero en el WiZink Center, un venue multitudinario de Madrid, marcó un hito emocional y simbólico para el grupo, recogiendo todo su repertorio en pleno para compartirlo con sus fans. No se trataba de un festival ni de un show compartido, sino de su primer gran concierto en solitario en un recinto de esa magnitud. Como excusa el lanzamiento de su tercer disco Bolsa amarilla y piedra potente pero, de fondo, fue una celebración aún mayor. “Fue muy bonito, el primer concierto en el que teníamos tantos colaboradores que subieron a tocar y a cantar con nosotros”, rememora Dandy. Prepararon el repertorio completo de su discografía, lo que significó no sólo un reto logístico sino también físico. Para Bacca, más que una consagración, fue “una celebración de estos ocho años que llevamos”, un evento pensado para convocar a su público de toda España en un momento único.


Y aunque ahora sigan girando por salas y festivales, lo que demostraron en Madrid fue un compromiso con quienes los han seguido desde el comienzo: “Os vamos a regalar un espectáculo de 2 horas y media de repertorio completo”. Como dice Dandy, es una apuesta radical por la escucha atenta en una época de consumo rápido. En tiempos de playlists y tiktoks, Derby Motoreta se planta con un viaje sonoro completo, exigiendo tiempo, atención y entrega. No será un viaje fácil, pero saldremos mejores cuando la verdad despierte del trueno. Cuando reviente el zafiro negro.  

 

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