Desde 2017 Flor de Jamaica, banda fundada por Valentina Anzola y Tomás Pinzón, se ha convertido en una cálida fuerza para el pop de autor colombiano. Inspirados en los paisajes musicales de su país, así como los ritmos y acentos del resto del continente, Flor de Jamaica ha logrado desarrollar una identidad propia que busca siempre expandir los límites de su discurso estético, permitiendo que identidades modernas se sumen a su proceso de componer canciones. En ese sentido, el viaje personal de la vocalista Valentina Anzola, su paso de niña a mujer consciente de su lugar en el mundo y su responsabilidad emocional desde el arte se evidencia con cada nuevo lanzamiento. Seguir el camino de Flor de Jamaica es seguir las huellas del proceso personal de Anzola, mientras se evidencia que Pinzón es un músico versátil, pronto para traducir las frágiles imágenes de la cantante en una serie de melodías de una calidez envolvente y emocionante. Como primer maestro musical de Anzola, Pinzón se ha encargado de llevar uno de los colores vocales más enternecedores de nuestro contexto a unas alturas inusitadas, mientras que ha probado que maneja con talento sobresaliente cada uno de los instrumentos que interpreta.
En mayo de 2017 Flor de Jamaica lanzó su EP en vivo Huesos, grabado en La Casa Del Teatro Nacional y posteriormente, en mayo del 2019, presentó De lo que nada fue, un álbum inspirado en la música latinoamericana y los amores y desamores que se manifiestan en forma de canciones íntimas, honesta y de una factura delicada. Con la llegada de Luis Eduardo Palomar a la banda en 2020 Flor de Jamaica inició el proceso de Islas, un álbum dividido en tres paisajes temáticos (ciudad, isla, desierto) que presenta una agudeza en la mirada de Anzola para construir imágenes fascinantes y complejas desde una economía del lenguaje, pues prescinde de la metáfora alambicada para favorecer la imagen potente y vibrante. La tríada construyó un álbum sobresaliente que presentará en el Festival Estéreo Picnic. A propósito, hablamos con Anzola sobre el tejido, el verbo, la herida y la fruta.
Cuéntame cómo te conoces con Tomás y cómo empiezan a darse cuenta de que había una buena dinámica para crear música.
Cuando lo conocí tenía como 18 años. En esa época quería ser actriz y me metí a la Casa del Teatro Nacional a estudiar Teatro. Eso implicaba que no sólo tenía que estudiar Actuación, sino que estudiaba Danza Corporal, Artes Plásticas y Música. Al año o dos de estar ahí, Tomás llegó como profesor de Música. Hubo un semestre en el que estuvimos trabajando con textos de Andrés Caicedo, Angelitos empantanados, y Tomás propuso un ejercicio de composición. Básicamente dijo “Quiero que traigan una estrofa la próxima semana, escrita por ustedes, con una melodía que ustedes le pongan, como quieran”. Llegué a mi casa y empecé a escribir en mi libreta y, como raro, salió la Valentina entusada con sus desamores de adolescencia y escribí lo que hoy se conoce como “Huesos”, la primera canción de Flor de Jamaica.
Estábamos todos sentados en circulito y cada uno sacó su libreta a mostrar lo que habían hecho. Había cosas chistosas, cosas lindas y canté “Huesos” y tuve esa sensación de que todos se quedaron mirándome y Tomás también se quedó sorprendido y me preguntó si solía escribir canciones. Le dije que era la primera vez que lo hacía y me respondió algo así como “A ti cualquier productor que te coja te lleva lejos”. Se fue la clase y llegó el descanso y empezamos a hablar. Había un piano en un salón de la Casa del Teatro Nacional y empezamos a practicar. Nos sentamos en el piano y la canción salió en una pasada. Para mí fue increíble: nunca había tenido esa sensación de hacer algo así con nadie y de que él entendiera perfectamente por dónde iba esa sentimiento.
Es una canción supremamente dolorosa.
“Sobre mí están tus huesos que me consumen nada más”. Todavía escucho las canciones de ese EP y todavía no sé qué estaba pensando. Empezamos a hacer muchas canciones, siempre en la Casa del Teatro Nacional, en los recreos. Nos metíamos en ese salón los quince minutos que teníamos y yo seguía trayendo letras, él en el piano. Luego empezamos a vernos en mi casa, donde hay un piano, y ya hubo una cantidad de canciones suficientes para pensar en un proyecto musical. Preciso me iba a Francia un año y decidimos hacer un concierto en mi casa con esas cinco canciones y fue divino. Me fui con esa grabación a Francia y allí seguí escribiendo. Cuando regresé seguimos tocando y oficialmente formamos una banda. Al final no estudié Actuación, no estudié Música, y me gradué como artista visual, pero nunca abandoné a Flor.
Pero eso es bonito, porque conforme ibas creciendo como música, ibas creciendo como artista y una de las cosas que siempre he destacado más es que tienes muy claro todo lo que es el concepto visual de Flor de Jamaica.
Tomé siempre la batuta de pensar en la imagen del proyecto. Al final, me pasé cinco años estudiando sobre la imagen, aprendí muchas técnicas y creo que en ese momento no tuve el miedo de hacerlo. Ahora soy incapaz de exponerme a hacer una carátula. Fui creciendo por otro lugar. Pero, el primer disco tiene toda esta cosa del bordado con hilo rojo para significar el lado visceral del proyecto y el color de esta flor. El segundo disco fue ilustrado con unos dibujos a lápiz. Pero era una cosa muy ingenua, muy de no tenerle miedo. Después, cuando la banda empezó a consolidarse mucho y a tener nuevos sonidos, dejé de dibujar. Mi lado artístico dejó de ser pictórico y me fui más por el arte relacional, el arte textil, la moda. Y ya no le volví a meter mano a eso, porque no me sentía con el nivel para hacerlo y decidí que quería trabajar con arte 3D y solté un poco eso, pero siempre estando en la dirección artística.
Me parece importante porque es también mostrarte un poco vulnerable y desnuda. Creo que la gente siempre ha percibido a la banda como una propuesta desde el arte y el corazón.
Sí. No soy muy de atribuirme cosas, pero sí me reconozco ese lado. Tenemos excelentes compositores y no me da vergüenza escribir lo que siento, así sea una cosa muy cursi. Este primer disco, De lo que nada fue¸ fue literalmente hacer un disco sobre un amor que nunca fue nada. Pero, por alguna razón, tuve la capacidad de escribir todas esas canciones sacadas de un sentimiento al que yo no le encuentro el por qué ni el cómo, de un amor que fue cero alimentado, cero real. Fue muy lindo al final darle ese título al disco y cómo a partir de esa nada y de ese amor frustrado e imposible salen un montón de letras y sentimientos de muy adentro. Es muy loco que me exprese a través de canciones. Yo soy artista visual y esa es mi vocación, pero el lenguaje más natural y sincero que tengo de mi ser más pasional y romántico es el de escribir canciones.
¿Cómo empezaron a explorar sonidos más cercanos a nuestro contexto? Islas es un álbum cargado de experimentaciones con las ritmos de nuestro continente.
Ese sonido amplio, de jugar con varios géneros, se ve desde De lo que nada fue. Es Tomás metiendo la cucharada con toda. Yo veo la discografía y siento que es muy loco que suene a tan de acá, que sus raíces sean como muy latinas, con sonidos colombianos. Y obvio todo eso tiene que ver con la música con la que Tomás trabaja. A Tomás le gusta esa música, se entiende en esos lenguajes. Pero también era entender cómo lo que yo escribía y cómo sonaba remitían a esos sonidos, a sonidos latinos, a sonidos del Pacífico. Obviamente hay cositas más pop, pero en De lo que nada fue hay un ska, hay una marimba que suena en “Canto”, hay sonidos tirando más hacia Argentina, pero siendo muy acústico. Ya el segundo disco, con la llegada de Lucho, empezamos a experimentar con lenguajes más modernos, más del Norte, como R&B, neo soul, sonidos electrónicos. Pero en ese disco hay un merengue, hay una salsa. Nunca decimos que vamos a hacer una salsa o que vamos a escribir un merengue. Se da.
En Flor de Jamaica yo generalmente propongo la melodía, llego con la estructura de la letra casi completa, toda la propuesta de la línea melódica y ahí se construye la armonía. Con “Mañas”, que es la salsa, queríamos hacer una cosa más rap y cuando empecé a cantarla sólo sonó a una clave de salsa. Hay también una parte más rapeada. Con Tomás y con Lucho trabajar es brutal porque ellos encuentran la musicalidad de esas melodías y son muy buenos encontrando lo que inconscientemente estoy creando desde las melodías y se afina mucho en ese sentido, porque terminan siendo canciones del universo de los tres.
Ese segundo disco, Islas, presenta tres paisajes distintos, temáticos. ¿Te parece si vamos por partes y me cuentas cómo idearon el álbum?
Ese disco empezó con “No te vayas río” que escribí cuando regresé de un viaje que a mí me marcó la vida, un paseo a un río, al Guape en el Meta. Allí me encontré con el lugar más hermoso en el que había estado en mi vida. A mí me marcó mucho ese paisaje. Me gusta mucho viajar, mucho la naturaleza. Por mi familia de pescadores siempre íbamos a los ríos más recónditos del país. Ir a ese río fue eso: descubrir lugares nuevos increíbles. Era un sitio muy preservado por las FARC y ahora con el Proceso de Paz ha empezado mucho un desplazamiento turístico. Fue llegar ahí y escuchar las historias, ver tantos lugares maravillosos y volver a mi casa y, dos semanas después, empezó la pandemia. Encierro total y un anhelo por estar de nuevo allá. Un par de semanas después escribí esa canción y, con ella, empezó todo el proceso, también súper nuevo para mí, de escribir sobre algo que no tuviera que ver con el amor y las relaciones. Fue entender que tenía la capacidad para escribir de otras cosas y que el amor se expande hacia todo. Eso lo descubrí con este disco y con la pandemia.
Empecé a escribir sobre todas esas cosas vivas que no son solamente los humanos. Cuando teníamos las canciones casi producidas, caí en la cuenta de que se dividían entre lugares. Había una ciudad, el punto de partida de la pandemia, te empiezas a encontrar con la relación con tu espacio inmerso en un área urbana de las que todos hacemos parte. Así como puedes tener una relación tóxica, la puedes tener con una ciudad como Bogotá. Eso define la apertura del disco, Ciudad, y que empieza con “Esta ciudad”, una carta de amor y odio hacia las ciudades. Eso me pasó mucho en la pandemia. De ahí salieron esas canciones. “El planeta no se irá” es una reflexión sobre cómo nos estamos jodiendo nosotros. Es un sencillo bien apocalíptico. Islas fue hablar de nuevo desde el lado salvaje, el lado animal, la naturaleza. Hablar desde el universo femenino.
Me llama la atención que Islas sea un sustantivo femenino y que, cuando hablas de la experiencia femenina, hablas de tú experiencia particular. Es como si todos fuéramos islas, universos autocontenidos, y las canciones sirvieran como puente entre ellas.
Total. Y eso de Islas nació también de que simultáneamente, mientras terminaba el disco, estaba terminando mi proyecto de grado en la universidad. Y la idea de Islas nace un poco de esa reflexión que tuve en mi tesis que estaba dividido en una serie de archipiélagos e islas. Me acuerdo de que una de mis asesoras habló de la palabra como un sustantivo femenino y ahí empezó toda mi reflexión como la isla como territorio independiente que se sostiene por sí solo y, en esa medida, cómo eso era un puente para hablar de las especies dentro del mundo animal que son poderosas, que funcionan de manera matriarcal, y dentro de esto sale toda la idea de la mantis religiosa. Entonces, Islas también habla del territorio, también se habla de la ciudad y lo que sucede en ese territorio desde un universo femenino, que va desde lo más dulce hasta lo más animal. Porque creo que De lo que nada fue retrataba a una Valentina con el corazón roto, añorando, anhelando, ilusionada, que no puede vivir o escribir sin el otro. En el primer disco hay frases que son preocupantes [risas]. Ahí está “Dime que no me quieres para que te quiera”, y creo que Islas también fue una especie de intento de hacer ver dentro del proyecto que soy una mujer que tengo carácter y que no me paro solo desde ese lugar y que las mujeres tampoco nos paramos todas desde ese lugar, ni que ese es el único lugar para escribir canciones. “Esa manía” vuelve a retratar ese lado como romántico y “Con tu poder” es una de la que más nos gusta tocar en vivo.
Hablemos del videoclip de “Con tu poder”.
Es un videoclip lleno de referencias a la historia del arte. Cuando yo le estoy gritando a mi amiga en la cocina es un homenaje a “AAA-AAA” de Marina Abramović, un performance con Ulay y cuando aparezco con la cámara es un homenaje a Agnès Varda, uno de los símbolos del feminismo en el cine. La fruta, habla de la vagina, el origen del mundo. La canción tiene algo muy lindo, que lo pensé en la letra, y es que todos los hombres siempre están tratando de detenernos cuando somos nosotras las que los vimos nacer, “Ella a ti te vio nacer”. Y la historia retrata a dos amigas que están en una casa y quieren hacer el videoclip de esa canción. Todo lo que está pasando son ellas ensayando las escenas. Era meterse en el personaje de mujeres de la historia del arte. El videoclip fue muy bonito de hacer. Lo hicimos con estudiantes de la Universas de la Sabana que estaban dispuestos a colaborar, sobre una idea original mía, que creció mucho con su conocimiento. Fue un trabajo colaborativo que nos permitió trabajar con una de mis mejores amigas. Fue compartir de manera muy genuina con personas que conectaban con el proyecto.
Cerremos con Desierto.
Esta tercera parte habla de los ríos. Está “Corre mariposa”, “No te vayas río” y “Entre la neblina” y es como cerrar con el paisaje, con la naturaleza, con el anhelo de viajar, como esa dualidad de ser citadino y sentirte de otra parte, querer tener todo lo que no tienes acá. Acá la mayoría es ladrillo y concreto. Esto fue un canto de anhelo por este paisaje y de adoración de las cosas mínimas de la naturaleza: la piedrita, la mariposa, todo lo que vive.
De disco a disco es muy interesante ver cómo has venido afinando el poder de observación, cómo las imágenes son cada vez más complejas. A mí me vuelve loco el "Acabaste mirando los tintos que nunca te tomaste", que está en "Mañas". Creo que ya no cantas desde la literalidad, sino que has podido aprender a observar y construir una poesía muy honesta y pura.
Nunca lo había pensado por ese lado. Es bonito que digas eso, porque se trata de fijarse en esos detalles: el tinto, la piedrita. Sí siento que tuve una nueva etapa de composición y de escribir que permitió saber y entender que hay tantas cosas infinitas a las cuales uno le puede escribir canciones y que pueden generar el mismo sentimiento nostálgico y melancólico que hace parte de mí y lo que mi voz expresa. Creo que es llegar a un nivel superior en el lenguaje, sacarle el jugo a ese tipo de cosas desde el lenguaje y entender que desde el tinto está el amor, la añoranza, la soledad. Y eso es muy espectacular. Tampoco voy a negar que me gusta hablar del amor literal. Disfruto mucho eso. Sigo ahí y creo que este disco que viene va a volver un poco a esas narrativas, pero sí se trata de no estar en el lugar común.
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