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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Lido Pimienta se consagra con “Miss Colombia”, uno de los discos del año


La música de Lido Pimienta es una mezcla porque ella misma reconoce las muchas historias sanguíneas que desembocan en su cuerpo. Pimienta se define así misma como una mujer afro, indígena (particularmente tiene ascendencia Wayuú), feminista, latina, queer e inmigrante. Así es que, con toda naturalidad, su música es un producto que apela a todas estas identidades que cohabitan bajo su piel, sobre todo a la luz de poder reflexionar sobre su herencia latina y su personalidad después de vivir más de una década en Canadá. Desde la distancia, Pimienta ha podido interiorizar conceptos poderosos que derivan en una poesía imaginativa, contestataria, bellísima y dolorosa en la que los conceptos de raza, género y maternidad se empalman para producir una reflexión que, vestida de elegante producción sonora, apela a la revisión de nuestros supuestos ideológicos, tanto para los latinos de la diáspora, como para las que aún habitan su país de origen y para quienes narran y definen la experiencia latina sin serlo.


Pimienta apareció en el radar musical con Color, un EP de 2010 que la puso en el mapa musical del mercado anglo y también de importantes como ZZK Records, en Argentina. Experimentando con loops con base de cantos indígenas, beats afrocolombianos y letras que ya marcaban una tendencia contestataria y antipatriarcal. Este primer lanzamiento le permitió asociarse con artistas como El Remolón, Chancha Vía Circuito o A Tribe Called Red de Canadá. Sin embargo, asociarla a los movimientos de nu cumbia para los mercados europeos sería un error retórico: la música de Pimienta tiene una vocación identitaria real y tangible. La Papessa, estrenado en 2016, fue su primera placa de larga duración, una pieza cargada de misterio, de ancestrales cantos y presencias, de una poderosa reivindicación de la mujer como eje central de la vida, como centro generatriz de todo lo sagrado, como fuerza vital inconmensurable. En este proyecto aparecían Andrea Echeverri, madrina del rock en Colombia, y Las Acevedo, las dominicanas que ahora ostentan el nombre de MULA. Con dicho álbum, la colombo-canadiense se hizo con el Polaris Music Prize de 2017, el galardón más importante de la industria discográfica canadiense, imponiéndose por sobre Leonard Cohen, A Tribe Called Red y Feist, entre otros.


Mientras esto ocurría, Pimienta ya estaba trabajando en su segundo álbum, Miss Colombia, estrenado a mediados de abril de este año. Conforme adelantaba una residencia en Santiago de Chile junto a Soledad del Río, antes conocida como La Guacha, Pimienta explicaba a The Fader en 2016 que Miss Colombia era un juego de palabras con el escándalo de Steve Harvey en Miss Universo, quien había coronado por “equivocación” a la candidata colombiana, y el verbo extrañar en inglés. Así es que el título del álbum es polisémico en el sentido de que hace un comentario sobre la visión de lo colombiano desde el exterior y la propia nostalgia de Pimienta de un país que dejó atrás hace tiempo para hacer una vida en Canadá, donde ha desarrollado su carrera musical, se casó, tuvo sus hijos, se divorció y encontró su propia voz como artista. Para una persona que creció con sus abuelos wayuú en paisajes inauditos de colores y formas sagradas, de repente convertirse en el otro discursivo supone una crisis identitaria violenta que deviene en una reflexión poderosa que da forma a sus canciones.


Miss Colombia fue grabado en la casa de Pimienta en Toronto, rodeada de amigos y colegas, intérpretes femeninas que le dan al álbum un espíritu propio y humano. Con esto, por supuesto, no buscamos caer en una mirada ingenua, pero lo cierto que la necesidad de rodearse de mujeres para la creación de este trabajo le permitió a Pimienta crear un documento con el que se siente plenamente cómoda. Y el resultado habla por sí mismo. Miss Colombia es un álbum fundamental para inaugurar la nueva década de música nacional y lo hace precisamente desde la distancia. Es una carta conflictuada de amor y odio hacia un país que extraña, pero al que no quiere volver, como comentaba a Remezcla hace algunas semanas. No busca idealizar una tierra acabada por manejos económicos tramposos, de servilismos coloniales luego de más de dos siglos de independencia, de racismo endémico, machismo cínico a flor de pie. No extraña la tierra en que “indio” o “negro” aún son términos peyorativos. Le duele, eso sí, vivir bajo arreboles las fiestas de champeta, de cumbia, de ritmos palenqueros que nos hacen sonreír a pesar de que un gobierno mezquino nos quiere pintar a todos la cara de naranja, para comercializar las partes más accesibles de nuestro folclor en los exotistas mercados europeos.




Miss Colombia inicia con “Para transcribir (SOL)”, un arrullo minimalista que retrata la difícil situación de la mujer en Colombia, refiriéndose a los rostros que se esconden entre las sombras que proyectan las balas sobre el suelo. Colombia, estado patriarcal y opresor, se convierte en metáfora de relación tóxica, en un amante al que hay que abandonar para trascender y alcanzar la paz. Acompañada por vientos melancólicos, es el inicio perfecto para el álbum. “Eso que tú haces” está cargada de programaciones digitales, loops y reverberaciones de ensueño que mutan hacia a un ritmo de cumbia electrónica cargada de sintetizadores electrizantes y golpes de palmas que llevan el ritmo. Con un esfuerzo coral detrás que amplifica la experiencia femenina, Pimienta se refiere a la invisibilización de los habitantes de nuestra tierra frente a los ojos de un país que ignora las antípodas, los centros donde nace la música que inspira las producciones de la artista barranquillera. La primera colaboración del álbum llega de la mano de Li Saumet, de Bomba Estéreo, en “Nada”. La melodía es tan hermosa e hipnótica que es fácil olvidarnos de la letra emocionante, desgarradora y visceral que recorre este sencillo, último estrenado antes del lanzamiento del disco. El videoclip que lo acompañó, dicho sea de paso, fue grabado en Santa Marta y muestra a ambas intérpretes como hermanas, previniendo Saumet a Pimienta de no equivocarse como ella al casarse. Cargado de un rico simbolismo con ecos a pinturas de Frida Kahlo, el video es una obra de arte por sí solo. La canción se va deconstruyendo hacia el silencio, hasta alcanzar un fatal “el dolor lo tengo presente” que se pierde como un espectro en una mansión embrujada del trópico.

“Yo te quería” incluye loops sobre tambores metálicos, herencia de Trinidad y Tobago, que recoge la tradición caribeña influenciada por la África esclavizada. En esta composición Pimienta reconoce las taras que asumió por su propia nacionalidad, reconociendo cómo su identidad sirvió como un instrumento de creación, pero limitándola para llegar más lejos. “No pude” está salpicado de programaciones digitales, que no se preocupan por ocultar su carácter sintético, sino que lo exploran en su riqueza sonora como el nuevo color de una paleta sonora. “No pude” recuerda al Médula Björk con ecos extraños, lo mismo fantasmales que divinos. Es una canción de desarraigo, en la que Pimienta acepta su destino de ya no hacer parte del discurso hegemónico que nombra, regula y disciplina los cuerpos en un país que se olvidó de la diferencia, aunque sea ésta la que le ha merecido varios reconocimientos culturales a nivel mundial. Hacia la mitad de Miss Colombia el disco muta hacia un horizonte más folclóricamente consciente, primero con el preludio que realiza Rafael Cassiani Cassiani narrando la historia del Sexteto Tábala en Palenque, para luego entrar en una dinámica de creación palenquera en “Quiero que me salves”. Grabada en Palenque de manera espontánea y fijada en la tercera toma, esta composición encuentra la naturalidad de la verbena en el Bolívar ardientes, registrando atrás los sonidos de transeúntes y de tráfico local. Es en este momento en que Pimienta expresa su amor de manera más consciente hacia una patria a la que creyó no volver a ver. “Ya llegó la oportunidad para arreglar nuestro pasado”, entona el Sexteto Tábala, exhortando una reparación a los siglos de abandono y desconocimiento del centro del poder discursivo.

“Pelo cucu” explora también la veta más folclórica de Pimienta. Este arrullo es una reflexión sobre un término colonial peyorativo que se refiere al cabello de las negritudes. En él la barranquillera explora la violencia simbólica que obra sobre el rechazo del cuerpo afro, trazando dinámicas de racismo propio que abogan por el mejoramiento de la raza (siendo el blanco, más rico, la meta). Así, se convierte en un canto de cuna triste y dolido, en el que, a la mejor manera de la tradición de las cantaoras, Pimienta expresa la mentalidad con que han educado a la población afro en nuestro país aún colonial. Como último esfuerzo queda la máxima de “Resisto y ya”, que termina en una nota alegre y caribeña con tintes de champeta. Cerrando el álbum está “Para transcribir (LUNA)”, otro delicado murmullo en el que Pimienta ya no está sola, sino que encuentra provecho en la compañía de sus pares, recordando las cosas bellas de una tierra ya lejana.

Miss Colombia es un lanzamiento esencial en el panorama musical colombiano. Cuando el mundo celebra las desesperanzas de Karol G y el poco peso simbólico del último supuesto lanzamiento conceptual de J Balvin, Lido Pimienta ha creado un documento humano, visceral, real y único. Es una declaración de principios, una feral mirada a una tierra que está lejos de la “Colombia tierra querida” de Lucho Bermúdez. Es una carta de amor hacia un país que es hermoso a pesar de sí mismo. Y una carta de odio a las aristas más complejas de nuestra idiosincrasia, aquellas que mayor sombra proyectan sobre nuestro territorio. Es un álbum complejo y contradictorio, un producto cultural distinto y con luz propia. A pesar del desarraigo, Lido Pimienta seguirá siendo colombiana, pero la distancia le ha dado una perspectiva de la que muchos carecemos en este país. Este álbum es, sin duda, uno de los lanzamientos del año. Por favor, no dejen de escucharlo.

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