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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Massacre regresa con “Mariposa” al lado de Gustavo Santaolalla



Hace cerca de treinta años los argentinos de Massacre nos enseñaron que el sol brillaba para todos cuando debutaron en 1992 con su primer álbum. La banda pionera del skate rock en Latinoamérica se había formado seis años antes y, desde entonces, ha venido explorando una serie de sonoridades conforme maduran su proyecto con nuevas influencias. Si en un principio se sentían atraídos por el sonido del hardcore de las bandas del oeste de los Estados Unidos, con cada nuevo álbum la banda ha transitado una miríada de sonidos entre los que versan el grunge, el punk rock, el post punk y esa extraño comodín retórico que la prensa perezosa insiste en llamar rock alternativo. La banda siempre ha sobresalido con álbumes impresionantes en texturas y ahora, después de un silencio demasiado largo, regresa con “Mariposa”, un sencillo en el que los auxilia Gustavo Santaolalla.


Explorando un espacio de psicodelia capitalina, Massacre construye un recorrido de pesadas guitarras eléctricas mientras que Santaolalla interpreta una serie de instrumentos secretos y no convencionales. (A nosotros tampoco nos contaron cuáles: lidien con lo arcano, enamórense del misterio millennials pegados al smartphone con afán enciclopédico). “Mariposa” es un insecto de rara belleza, una criatura fantástica congelada en ámbar para nuestra contemplación reflexiva. Conforme una serie de delicadas imágenes poéticas circundan un poderoso y brillante ensamble melódico, la canción nos introduce en un paisaje de dimensiones surrealistas en las que el sentido es elusivo, aunque se intuye el encuentro de dos seres imposibles en un paisaje que no existe. El sencillo se convierte en el primer adelanto del próximo álbum de la legendaria agrupación bonarense en voz de Guillermo "Walas" Cidade. En “Mariposa”, Massacre nos convoca a un dialogo entre opuestos y a un vínculo entre los distintos, a un juego misterioso entre la confianza y la duda. Finalmente, nos invita, al triunfo de los lazos invisibles por sobre aquello que nos divide.


Grabada en las ciudades de Buenos Aires y Los Ángeles, la canción fue producida por Gustavo Santaolalla, quien además participa en el misterio de la construcción armónica de “Mariposa”. Acompañando el lanzamiento, llega un espectacular audiovisual dirigido por Agustin Carbonare y Federico Marcello en el que la banda utiliza la figura de 10 mandras (una logia secreta de hechiceras cuánticas) como metáfora visual de la evolución, la transformación, la evolución y la aceptación del otro. El encuentro con el ex Arco Iris, Santaolalla, le permite a la banda explorar una estética retro que resume una era en la que las posibilidades eran infinitas, en las que el éxtasis de la experimentación lisérgica trazaba colores imposibles sobre un éter aún por explorar. Cristalizando la estética de la década de los sesenta (hasta el arte del sencillo es un homenaje a la reinterpretación del art noveau de los carteles de rock hippies), la banda de Buenos Aires crece masivamente en su propuesta musical. Massacre inaugura una nueva era de su sonido, un momento cumbre en el que la temeridad juvenil se empapa de la combativa resiliencia de quien ha visto un mundo devenir en desastre. Es una invitación a abrir las alas hacia lo desconocido. Quizás allí estará nuestra salvación.



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