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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Yo no la tengo, ruido y auto crítica




Yo no la tengo irrumpió en el ecosistema musical con un estrépito llamado “Todo mal” en 2021. Aunque la banda había empezado a trabajar hacía unos meses, la pandemia truncó sus planes más profesionales y terminó informando en mentalidad y sonido su EP debut de ese mismo año, Fiebre. Conformada en primera instancia por tres periodistas culturales (Eduardo Santos, Santiago Riomalo y Sergio Ávila), luego se les sumaría Samuel Rodríguez en la batería para dar forma a un cuarteto alucinante que ha hecho de la distorsión el ruido un vehículo para la auto reflexión y la autocrítica. Apenas con un puñado de canciones, y con una promesa que han venido adelantando de presentar un segundo EP, Yo no la tengo muestra los dientes como una de las nuevas bandas herederas de la variopinta estética del punk rolo. Por ello, se sumaron a un cartel cargado de explosiones y estruendos en la pasada edición de Hermoso Ruido. 


“Sergio, Eduardo y yo trabajamos juntos en un medio. Ahí nos conocimos y nos fuimos haciendo amigos de a poco”, recuerda Riomalo. El evento canónico se dio a las afueras de uno de los bares más populares de la alternativa bogotana, Latino Power, tras un concierto de una banda local. Como tantas personas que se encuentran tras la adrenalina y el éxtasis tras presenciar una presentación conmovedora, los periodistas se hicieron una promesa que, pasados los tragos, sí cumplieron. “Dijimos, ‘parce, deberíamos montar una banda nosotros’ y Eduardo dijo ‘Yo tengo unas ideas grabadas’”, añade el guitarrista. Tras el ruido de los carros, Santos empezó a compartir sus maquetas montadas en Soundcloud a través de su celular y la energía conectó directamente con la sensibilidad de Riomalo. 



Tras formalizar la decisión, Ávila se sumó al equipo y trajo consigo a Rodríguez para empezar a trabajar en ideas. Como las bandas primerizas, pese haber tocado en el pasado con otras alineaciones, la banda empezó a trabajar en versiones de sus canciones favoritas para entender cómo funcionaría la alquimia en la composición. “Eduardo se pilló de una que si nos poníamos a hacer covers, no salimos de esto nunca. ‘No, compongamos. Así estos primeros ensayos sean una mierda y suene horrible, hagamos cosas nuestras porque sino no salimos de ahí salimos de ahí. Creo que fue la mejor decisión que pudimos tomar”, recuerda Ávila quien, de hecho, ya tenía las bases de la que sería más adelante su canción “Incurable”. 


La maldición autoimpuesta


Conforme empezaron a desarrollar su estilo, la banda empezó a ser invitada a participar en algunos de los circuitos independientes de la capital. La necesidad de un nombre los obligó a decidirse rápidamente por Yo no la tengo, pues Riomalo estaba escuchando mucho a la banda de Nueva Jersey. “Esto nace como un proyecto de joda y, un poco burlándonos, sabíamos que no tenemos el talento de Yo la tengo. Teníamos nuestro debut como a la semana y necesitábamos un nombre para el flyer. Muchas bandas terminan poniéndose el nombre así: porque les toca tocar y es el primer nombre que se les ocurrió”, resume Riomalo sin mayor misterio. Debutando en eventos organizados por actores independientes como La Curaduría o Depasillo el cuarteto empezaba a hacer parte de una línea de nuevos artistas que rescataban diversas sonoridades, del surf al post punk, para crear un sonido visceral y convulso que diera cuenta de la complicada existencia en la capital colombiana. 


A pesar de rápidamente convertirse en uno de los secretos mejor guardados del under bogotano, presentándose en venues minúsculos y vitales como el desaparecido El Chamán, Latino Power o Asilo, una pandemia se atravesó en su camino. Ya habían participado de un par de fechas importantes y habían compartido cartel con actos claves nacionales e internacionales, incluso abrirían la fecha de Tobogán Andaluz en Bogotá. Pero fue imposible continuar dadas las restricciones sanitarias. Esta es una historia que se repite y que continuará siendo parte de los relatos contemporáneos en la música global, circunstancia cuyo impacto sólo podrá ser medible con una distancia temporal e histórica. A pesar de todo ello, el tiempo de encierro les permitió grabar su primer EP, Fiebre, que se convirtió en 2021 en uno de los lanzamientos claves de la movida independiente. 


Las canciones del EP habían ido saliendo de manera natural desde la convergencia de afinidades entre los miembros de la banda, sin mayor reflexión que la de un criterio de mutuo acuerdo. Había cortes con influencia más surf, otros más rápidos y punkeros, otros más oscuros y densos. Al final, cuando se iban a presentar en La Sonada de Incorrecto y a grabar los cortes en 20202, todo entró en pausa. “Lo dejamos por un rato, pues nadie sabía cuánto iba a durar realmente la pandemia, hasta que nuestra ingeniera en vivo (María Paula Mondragón, ex integrante de Los Viles y Babelgam) nos dijo ‘Oigan, tengo que presentar mi tesis y me gustaría mucho grabarlos a ustedes’”, recuerda Ávila. Las canciones del EP ya tenían forma, pero indudablemente la producción tiene el espectro de la muerte y la enfermedad respirando encima. “Tocó grabarlo todo el tiempo con tapabocas, con unos espacios de grabación muy limitados. Todo tenía que ser muy ágil: el seteo, la ingeniería y la interpretación. La pandemia no permitía el espacio para la experimentación: era un tema de entrada por salida”. 


“La gente estaba azarada. Cada quien en su espacio y así la energía no fluye igual”, reflexiona Riomalo. “Ahorita que grabamos el EP hace un par de meses ya pude comparar la diferencia. Ahí estuvimos parchando, totalmente sumergidos en el proceso de grabación, de experimentar. En cambio, en la primera fase sí fue como cada uno va y toca lo que tiene que tocar y se va güevón. No hubo espacio para dejar que el junte generase nuevas cosas”. El EP tiene esa identidad angustiosa, también porque era el primer producto grabado de la banda y una de las primeras grabaciones de Mondragón. “Pero fue muy chimba. “Siento que el EP también refleja un poco lo que fue esa época para nosotros como banda. Lo que fue esa época para la ciudad, que también todo era muy extraño. Quedó el nombre Fiebre para que recuerde esa época. Fue una mierda esa época, pero para nosotros igual fue muy lindo. Entonces también buscábamos un poquito resignificar esa palabra que sonaba todos los días, a toda hora, como algo bueno”. 





Más allá del resultado impresionante, el EP le permitió a la banda seguir en contacto, creando y conociéndose. Además, construyó un equipo desde la ingeniería hasta el diseño de portada, pasando más adelante por los videoclips de Las Alegrías, que le dio más sentido al proyecto. En últimas Fiebre le dio a la banda una excusa para seguir junta y sirvió como un escape a las dificultades de un día a día incierto. Como resume Riomalo: “Nos dio un motivo para hacer cosas y eso ayudó mucho a nuestra salud mental”.


Poemas entre gruñidos: la identidad en crisis


Las canciones de Fiebre están enunciadas desde la primera persona, generalmente del singular, aunque a veces utiliza un rabioso “nosotros” para sintetizar una serie de reflexiones que compartieron en ese momento los integrantes de Yo no la tengo. Al estar inmersos en el mundo de la cultura por su ejercicio profesional, los cuatro músicos pueden relacionarse de una manera más directa con lo que sucede en la sociedad, en cómo sus discursos y paradigmas determinan la relación con el otro. Al final, se prescinde de la metáfora complicada para dar forma a un mensaje certero y directo, influenciado también por esa actitud crítica de actos como IDLES o Black Midi que estaban creando cortes esenciales para la segunda década del XXI en Inglaterra. 


“Siento que las letras vienen de esa energía de criticar y rajar. Un poco para intentar quemar todo, pero no como comúnmente se ha hecho: echándole la culpa al sistema y los demás, centrando todo en el individuo, sino más desde un lugar interior en el que esa persona ve qué está haciendo mal para que también el mundo sea una mierda”, reflexiona Riomalo, quien escribe las letras desde el momento en que se decidió que él sería el responsable del canto. “Estaba también en ese momento todo el tema de los escraches, todo el tema de abusos a nivel local y como banda hablábamos mucho de eso. Eran las preguntas que teníamos en ese momento. Fiebre habla mucho como si de la masculinidad, de cómo yo me veo a mí mismo, pero también de cómo me reflejo ante los demás. Ese es el tema central que explora el EP pues, al final, somos cuatro hombres hetero normados, entonces esas son las conversaciones, los cuestionamientos y las dudas que teníamos en estos momentos. Ahorita siento que estamos explorando otros temas, no tanto la masculinidad, sino temas de salud mental, de también como hombres nunca alzamos la mano para pedir ayuda cuando estamos mal, nos tragamos todo”.


“Yo no nos describiría mucho como personas ácidas. Pero sí, como con una tendencia humorística volcada a veces hacia al autodesprecio”, reflexiona Ávila, quien resalta también la habilidad de Riomalo de componer con sencillez para abordar temas complejos y afilados. No se trata realmente de una irreverencia autocomplaciente, sino que esta manera de burlarse de sí mismos, de lo que representan como varones blancos y hetero a los que se les ha condicionado la obligación de habitar la fachada de la masculinidad y la viril actitud latina, también refleja la crisis en la manera como los hombres hablamos de nuestros problemas, de los males que nos aquejan, de los dolores incomunicables por miedo a ver en nuestras lágrimas la sonrisa reflejada del otro. “Nos gusta darnos muy duro. De hecho, esa fue una de nuestras descripciones cuando arrancamos: es una banda que es ruido y autocrítica”, explica Riomalo. 


El resultado de esta revisión honesta y esta habilidad de síntesis ha permitido que Yo no la tengo goce de un lugar particular en el panorama de escucha de la población colombiana, sobre todo la masculina. Esto es una circunstancia y no una fórmula, pues las canciones que escribe Riomalo y que interpreta junto a sus amigos nacen de un lugar de revisión interna muy honesto, un espacio al que es difícil acceder porque nos puede revelar cosas que tal vez no buscábamos saber de nosotros. “Siento que son preguntas que tenemos nosotros, cuestionamientos que tenemos nosotros. Pero, también, si eso permite poner preguntas sobre la mesa para otras personas, es del putas”, reflexiona Riomalo. “Si el vehículo es la música, mejor aún”, concluye. 



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