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La fértil siembra de Raúl Numerao Ensamble

  • Foto del escritor: Ignacio Mayorga Alzate
    Ignacio Mayorga Alzate
  • hace 4 horas
  • 12 Min. de lectura
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Raúl Numerao Ensamble es el resultado de una vida entera dedicada a comprender, amar y transmitir la música llanera desde un lugar profundamente pedagógico. Aunque nació en Bogotá, Raúl Numerao ha construido una trayectoria que lo convierte en una de las voces más singulares del joropo contemporáneo: un intérprete que llegó a estas músicas desde la curiosidad y el estudio, que se formó junto a maestros como Carlos “Cuco” Rojas y que recorrió el país —y posteriormente el mundo— como parte de agrupaciones fundamentales en la historia reciente del género. Su proyecto no se limita a la interpretación: articula docencia, investigación y gestión cultural para devolverle al joropo su dimensión viva y comunitaria, insistiendo en que las músicas tradicionales no solo deben preservarse, sino experimentarse, habitarse y enseñarse.


Numerao inició su camino entre baladas y música andina en los años de colegio, pero fue en la Universidad Pedagógica Nacional y en el histórico plan piloto de la academia de Luisa Calvo cuando encontró el puente hacia el llano. Allí, de la mano de músicos como Samuel Bedoya y Alejandro Mantilla descubrió una música atravesada por la libertad: el canto que se expande en la planicie, la voz que dialoga con el ganado, la dimensión corporal del ritmo. Esa experiencia lo llevó a Cimarrón en la década de los noventa, con quienes participó en giras por América, Europa y Asia en un momento clave de internacionalización del joropo, cuando las músicas mestizas colombianas empezaban a llamar la atención de circuitos globales de world music.


Su carrera como solista se consolidó después con grabaciones que fueron pioneras en su momento. Raúl Numerao fue el primer cantante no llanero en registrar cantos de trabajo de llano —cantos de ordeño, de arreo y de vaquería— con arreglos contemporáneos, una apuesta que antecedió el interés que hoy existe por revitalizar repertorios campesinos desde formatos innovadores. Su participación en festivales como el Torneo Internacional del Joropo en Villavicencio, el Araucano de Oro, el Festival del Corrío Llanero en Casanare o el Festival de la Frontera en Arauca le valió primeros lugares y menciones especiales que lo instalaron como un intérprete respetado dentro y fuera de la región. En Bogotá, espacios emblemáticos como Los Centauros o Las Tres Llanuras lo recibieron como parte de una generación que abrió campo para que la música llanera se volviera parte del paisaje cultural capitalino.


Raúl Numerao Ensamble resume hoy ese recorrido con un énfasis particular: la pedagogía como eje de transformación. Su proyecto "Sembrando joropo por el mundo", presentado recientemente en el BOmm, más que un espectáculo escénico, funciona como plataforma para enseñar a niños, jóvenes y adultos a cantar, bailar y comprender el joropo desde su raíz. Numerao insiste en que la música tradicional no puede sobrevivir sin un proceso formativo riguroso y amoroso, que reconozca los saberes de los mayores y permita que nuevas generaciones se acerquen sin prejuicios ni exotismos. En sus talleres y presentaciones, el ensamble combina los formatos tradicionales —arpa, cuatro, maracas, bandola— con propuestas armónicas que dialogan con el jazz, el hip hop o la música contemporánea, sin desnaturalizar la esencia del género. Para Numerao, innovar no significa romper, sino volver a mirar la raíz con imaginación y respeto.


El impacto de la gestión de Numerao también se refleja en la apertura institucional hacia el joropo. Su presencia en escenarios como Joropo al Parque, el BOmm o festivales internacionales coincide con un momento en el que la música llanera empieza a figurar en circuitos donde antes apenas aparecía de manera marginal. Aunque reconoce el papel simbólico de proyectos como Cimarrón, insiste en que la expansión del joropo depende de una red amplia de músicos, gestores y pedagogos que logren conectar la tradición con el presente. Su trabajo con jóvenes artistas de Bogotá —incluyendo procesos de formación con niños que cantaban en Transmilenio y hoy actúan en escenarios nacionales— es una muestra concreta de lo que él llama “sembrar”.


A propósito de su reciente participación en los showcases del BOmm 2025, hablamos con el enamorado de la sabana y los capachos, una persona que aprendió a amar a los caballos y los amaneceres de fuego vívido de una fértil tierra cuya cultura, insiste el músico, el mundo tiene que descubrir.

Lo primero sería hablar de cómo llegas tú a la música llanera, al joropo y cómo te empiezas a interesar por estas músicas. ¿Qué te llama la atención en un primer momento?


Empecé de niño a cantar baladas: Nino Bravo, Leonardo Favio, todo esto. En primaria estuve en un concurso en el que quedé de segundo. En esa época no había sonido en un colegio en el que éramos 1500 alumnos. Ahí empecé todo lo que tiene que ver con la música. Mi madre era profesora en el distrito, en el Instituto Distrital de Cultura y Turismo de esa época. Era profesora en algunas partes de Bogotá, profesora de artesanía, les enseñaba a las mujeres a coser, a cómo pintar, a cómo hacer muñecos. Entonces, yo iba a algunos sitios y veía que en esos sitios también había música. Todo eso fue de niño.


La conexión se dio más en el bachillerato. Empecé a cantar música andina e hicimos en el colegio Simón Rodríguez un quinteto que se llamó Auquis y era vocal e instrumental. Yo tocaba zampoña, quena, flauta, tiple, cuatro y me interesé por la música latinoamericana. Cantábamos chalchaleros y música chilena, argentina, Quilapayún, el Quinteto Tiempo.


Cuando salgo de bachillerato, empiezo a estudiar en la Universidad Pedagógica Nacional. Hice dos semestres, un año, de música muy orientada hacia la pedagogía y hacia la música clásica. Tuve un choque con la pedagogía, con la academia. En la academia de Luisa Calvo empezaron a hacer un curso que se llamó Plan piloto que era de músicas iberoamericanas y del Caribe. Lo hizo Samuel Bedoya, Alejandro Mantilla, músicos muy reconocidos, y Carlos Rojas quien se encargaba de lo del Llano. Yo estuve ahí cuatro años y empecé a conocer la música llanera por Carlos Cuco Rojas. Me interesó y me invitó a que hiciera parte del grupo Cimarrón y empecé a trabajar la música llanera de una forma más profesional: investigando, yendo a los sitios, yendo a conocer a los viejos que cantaban joropos, que tocaban bandola y en esa época también empecé a ser profesor del Centro de investigación musical en el en Tunja.


Realmente me enganché con la música llanera porque me interesó, primero, la libertad que sentí cuando ya me monto en un caballo y veo ese llano inmenso en el que tú puedes sacar la voz tranquilamente: la conexión que hay de la voz con el ganado, pero también con los que están al lado, que son la pareja, el compañero, el amigo. Eso me interesó mucho y empecé a concursar. También, con Cimarrón, hicimos muchas giras a nivel internacional y nacional. Conocí más el mundo y empiezo a hacer a Raúl Numerao. Empecé a ganar festivales en Colombia, en primero y segundo lugar en todos los festivales criollos de música llanera, del Meta, de Casanare, de Arauca, del Vichada. Empecé a cantar en sitios llaneros aquí en Bogotá muy reconocidos. Y el primer recinto fue Los Centauros que quedaba en la calle 19 con 17. Ahí me llamó el Cholo Valderrama para que cantara en un sitio que el Cholo Valderrama, Reinaldo Armas y un amigo de ellos que hacen, Las tres llanuras. Eso quedaba en la 95 arribita de la 15, en Bogotá.


Empecé a trabajar y a ganar dinero, a concursar, y esto me da las ganas de seguir adelante con la música en la investigación, pero también en enseñar el canto llanero para niños, para jóvenes y para adultos. Empecé a hacer talleres con jóvenes y en el Llano también me llamaban mucho. También fui profesor en la Academia Superior de Artes de Bogotá. Del plan piloto de la Luisa Calvo sale la Academia Superior de Artes de Bogotá. Primero era música y luego se hizo teatro y danza. Ahora ya lleva mucho tiempo. Entonces fui parte de los primeros profesores de canto de esa época. Estoy hablando de 1989 o 1990.


También hice parte de un grupo de músicas populares que se llamó el grupo Nueva Cultura, en el que se hacían las músicas colombianas. Fui investigador de músicas colombianas, de torbellinos, guabinas, pasillos, currulaos, cumbias, porros. Empecé a conocer también mucho Colombia y las diversas regiones de Colombia, la diversidad pero, además, la riqueza que tenemos. Es que tenemos una riqueza maravillosa. Y creo que no conocemos a Colombia. La educación ha cambiado frente a que conozcamos desde primaria, secundaria y en universidades la cultura colombiana, que nosotros nos apropiemos de nuestra cultura colombiana. Que respetemos nuestra música folclórica colombiana porque no la conocemos.

Por eso amo mi música. Mi música, que es de una región de Colombia, pero también respetando las otras regiones y las otras músicas, porque uno sabe que estamos en el 2025 y no hay que desconocer las otras músicas que están ahí al lado. Pero también soportando la carga de que podamos seguir adelante con nuestra cultura, el respeto frente a nuestras culturas y a los saberes de los viejos. Que esto lo podamos presentar a niños, a jóvenes y adultos para que Colombia y el mundo sepa que tenemos una diversidad maravillosa.


Cuando se trabaja con músicas folclóricas está el tema de preservar, pero al mismo tiempo de innovar, en algunos casos. ¿En qué lugar te ubicas tú? ¿Vas más hacia lo más tradicional folclórico o hacia nuevas maneras de investigar sobre la base de un género establecido? Muchas personas piensan que las músicas son estáticas y no hay nada más contrario a eso, siempre están en transformación.


Raúl Numerao Ensamble quiere reconocer la raíz. O sea, lo que somos como música llanera, pero con propuestas nuevas en armonía, reconociendo que podemos hacer un jazz, que podemos hacer otra forma de ritmos en la misma música llanera con los instrumentos que tenemos, pero siempre respetando lo folclórico, la raíz de nosotros. En el BOmm trajimos una propuesta que se llama “Sembrando joropo por el mundo”. Porque es un sembrar. Insisto: no conocemos nuestras músicas tradicionales colombianas. Y hablo del folclore. La música sigue evolucionando así sea folclórica. Porque dicen “no, es tónica dominante y subdominante”. Creo que debemos meter otras armonías diferentes para sacarnos de esa idea. Esto genera otros sonidos, otras formas de ver el joropo. Y nuestra música sigue viva, la gente sigue bailando. Los niños, los jóvenes y los adultos siguen respetando nuestro joropo. Tú vas a un parrando y el parrando es de toda la noche hasta las 5 de la mañana bailando y cantando.

Eso nos recrea en que podemos jugar a voltear a mirar a nuestra música folclórica con una vivencia diferente. No solamente es formación, sino reconocer lo que tenemos para decir "aquí está este joropo para que se lo se lo disfruten, que lo puedan escuchar, saborear y bailar y ser felices con lo que es esta música". Y por eso “Sembrando joropo para el mundo” es decir "Esto está. Solamente es que ustedes lo escuchen y pongan un poquito crítico de corazón y si quieren bailar, bailemos juntos”.

La música llanera está muy arraigada al imaginario campesino y de la vaquería. A la luz de la tecnificación, ¿cómo empieza a dialogar con el contexto urbano? ¿Qué se transforma en su enunciación poética?


Sí, hay una resistencia frente a lo que es la tecnología, pero es que no podemos desconocer que tú te comunicas con Internet, con WhatsApp, con estos medios tan maravillosos. Sí, la gente toca bandola y todavía baila con pie suelto y sin ningún problema, pero la conexión está. Lo que pasa es que no quieren que nuestra música llanera solamente sea una cuestión de que yo ponga una batería y la pueda voltear al rock. Y ya. Hay que mirar las diferentes formas de ritmos, porque si tú haces rock y podemos hacer una función. Hemos hecho fusiones con hip hop, hemos hecho funciones con reggae, hemos hecho fusiones con muchas cosas. Pero la raíz sigue. La música llanera no va a perderse. Desde que haya un llano, desde que haya una persona que cante cantos no va a desaparecer. Por eso parte de la investigación es que yo fui el primer cantante no llanero que grabó en discografía cantos de trabajo llano con arreglos musicales de lo que yo te decía. Era el grupo Cimarrón, pero no era Cimarrón, era Samuel Bedoya haciendo unos arreglos de cantos de arrear vacas, de ordeñar vacas, algo que no existía.


Yo sigo siendo un portador. No soy llanero, pero siento que soy llanero: alguien que respeta y ama esto que hago. Porque creo que esta música, aunque no sea llanero, la tengo en la sangre, la tengo en mis ideas, en poder alzar mi voz para decirle a la gente, "Esto es el llano”. Esto es el llano y el llano es libertad, es compartir, es decirte a la gente "Ven, te invito a que estés en el llano adentro en un hato donde puedas respirar puro ese aire que hay allá en la sabana”. Que alrededor de todo no se vean sino un pedacito de tierra, como si estuvieras en el mar, pero de pasto. Es sabal. Eso hace que esa libertad no la tengas en ninguna parte. Acá en Bogotá no la tienes. 


¿Cómo tú cómo ves en tu proyecto, que tiene coros femeninos, la participación de la mujer en estas músicas?


La mujer es muy importante en la música llanera, no solamente bailando joropo: canta, baila. Es un pilar importantísimo de las cosas, tanto que en el grupo de nosotros canta mi hija. Lo que nosotros hacemos es una travesía por los cantos, las tonadas, los pasajes y los golpes de la música llanera. Porque lo que uno realmente quiere es respetar a la mujer llanera. Claro, estamos en un proceso difícil porque los latinos somos muy machistas. Y los llaneros mucho más. Pero el cuento es que, para no llevarnos hasta allá, es que en la música la música llanera eh las mujeres son muy importantes para la música y para todo el desarrollo sociocultural en el llano colombo-venezolano. Las mujeres también colean. Las mujeres están en la labor, son las que ordeñan, son las que cocinan, son las que también están ahí con un grito diciendo "Eh, cuidado." Son importantes no solamente para que uno como hombre le dé un verso y le dé un beso. Pienso que ha cambiado muchísimo esa tradición de ser tan guaches con las mujeres en el llano. Desde Raúl Numerao Ensamble, nosotros queremos a las mujeres, respetamos a las mujeres, las valoramos porque son parte del desarrollo de nuestra cultura en lo que hacemos, en la música y porque tienen voz y voto en lo que se hace aquí en Colombia. 

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¿Cómo has visto la inclusión de las músicas llaneras y del joropo en una agenda programática que tiene que ver con lo institucional y con lo público, toda vez que se les está mostrando, que ya es muy diciente que se esté mostrando en el BOmm, pero que también existen festivales como como el Joropo al Parque y tantas otros pues espacios y alternativas para el desarrollo de estas músicas?


El joropo está abriendo un espacio a nivel nacional e internacional como nunca se ha visto. El joropo es una cultura de muchas cosas para aprender. La rítmica, la síncopa, la armonía, la forma de del canto, las formas de bailar. Lo que pasa es que no es una música comercial. Porque la música comercial, si tú te das cuenta, es binaria. O sea, cumbias, porros, bullerengue, vallenato, salsa, merengue, todo es binario. Hasta ahora que desde ChocQuibTown y Herencia de Timbiquí ha empezado a cambiar un poco lo que es el 6/8. Y la música llanera hasta ahora se está abriendo un campo en lo que es la cultura bogotana.


Yo soy bogotano, y celebro lo de Joropo al Parque porque esto nos abre puertas a todos los a toda la música llanera. Pero me parece superimportante que, así como pasa con el BOmm, las convocatorias son abiertas, pero nosotros estamos ganando, ¿qué ganamos? No solamente el joropo. Todos el hip hop, el rock, todos abrimos un espacio para conectar con el mundo, para compradores a nivel nacional e internacional para que la gente diga, "Guau, yo quiero esto, yo quiero esto, yo quiero esto." Entonces, yo celebro que nuestro joropo está haciéndose campo a nivel nacional e internacional. No solamente por Cimarrón. Cimarrón es un puntico. Yo por ahí pasé y sé que uno tiene que abrirse campos con las diferencias, no por la rapidez con que ahora se cambia el joropo, sino la calidez y la calidad que hay que dar al público para que podamos ser reconocidos a nivel nacional e internacional. Porque somos personas que no conocemos parte de nuestra historia folclórica colombiana.


¿Qué se viene para Raúl Numerao Ensamble?


Sembrando Joropo abrió un espacio desde el año pasado. Estamos haciendo un trabajo para que nos lleven a los espectáculos a nivel nacional e internacional de otra forma que es involucrar a que la gente vaya, mire, conozca, saboree, pero además hacemos unos talleres extras de baile, canto y cuerdas pulsadas. Porque a veces si tú no si solamente miras un espectáculo y te invitan a un taller, tú empiezas como a meterte en lo que es la música tradicional colombiana. Hablo del joropo. Por eso, nosotros, además de cantar y bailar y tocar los instrumentos más tradicionales, lo que queremos es que la gente se lleve un canto de arreo, que se lleve un canto de ordeño, que se lleve como bailar un poquito un 6/8 o 3/4 bailando como se bailaba antes, porque todos los que tenemos estuvimos en unos 15 años y canta y bailamos el vals.


Vamos a estar en conferencias y toques en parte en el valle, vamos a estar en Armenia y realmente para el próximo año hay algunas ofertas para ir a Italia y a Suiza y España. Lo que queremos es que la gente reconozca nuestra música llanera. Uno quisiera tener cada fin de semana agenda programada para para hacer shows a nivel nacional e internacional, pero no ha sido no ha sido fácil. Estamos con los talleres, estamos en lo que nos brinda el Ministerio de Cultura, en lo que nos brinda la misma Cámara de Comercio y la Secretaría de Cultura y Artes para que también hacemos pedagogía. Encontrarse uno con chicos que están en Transmilenio cantando y cambian con nosotros todo su proyecto para ser artistas, pues ya tienen presentaciones a nivel nacional e internacional, me dice "Estoy sembrando”. Queremos que la gente entienda que el voz a voz lleva a que el mundo entienda que yo te necesito para que llegue al mundo esto que hablamos ahora y que nuestro joropo llegué al mundo. Por eso, Sembrando Joropo sigue siendo la posibilidad de decirle a la gente “Aquí enseñamos, aquí cantamos, aquí bailamos y aquí somos alegres con la música tradicional de la música llanera”.

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