Lucía Agudelo sorprendió a todos cuando, en 2016, empezó a lanzar su carrera musical solista bajo el alias de Lucille Dupin. Con un ukelele como única artillería, la artista colombiana empezó a abrirse un espacio en el competitivo mundo musical, cuya industria patriarcal emplea sus sucios manejos para la construcción de íconos antes que para acercarnos al alma real de artistas vivas, con una sensibilidad propia y un cuerpo afectado por la gravedad no construido por el molde de las expectativas. El proyecto de Lucille Dupin, entonces, puede entenderse como una dinámica disruptiva, construyendo un pop espiritual/feminista, en el que la experiencia del cuerpo femenino está en primer plano y narra los dolores y placeres propios de su motor de sentido, el que estructura su presencia en el gran cuerpo social del mundo. No es entonces gratuito que su alias artístico funcione también como el reconocimiento de la invisibilización del género femenino: (Amantine-Aurore) Lucile Dupin era el nombre real de George Sand, una de las plumas más importantes de la literatura francesa del XIX (en la que destacan siempre Balzac, Stendhal, de Maupassant, Flaubert, Hugo, Verne o Zola, todos hombres) y que a través de su alias masculino accedió a lugares vedados para la mujer decimonónica europea, de la que se esperaba fuese la perfecta ama de casa burguesa, antes que una flâneur de los fastuosos bulevares de Haussman.
Dicho esto, es claro que la música de Lucille Dupin es un homenaje consciente a la experiencia femenina y, por ello, no es una sorpresa que el segundo sencillo de su primer álbum de estudio se llame “Mujeres”. El sencillo fue inspirado por la experiencia de lectura de Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola, un libro vital que sirve como hoja de ruta del instinto femenino. Si la sociedad patriarcal merma por razones de control la experiencia instintiva de la mujer, Pinkola revindica esta parte fundamental, el instinto, como herramienta básica de supervivencia en el mundo. Influenciada por la lectura de Jung, la autora revisa una vasta cantidad de relatos folclóricos en los que la mujer es protagonista para desarrollar una teoría que empodera a las mujeres, quienes han estado al margen del discurso del poder. Escrita en 2016 durante una experiencia de conocimiento y reconocimiento en la Amazonía ecuatoriana, “Mujeres” fue grabada por primera vez dos años después, aunque la voz de Briela Ojeda no se sumó hasta este año.
“Mujeres” está cargado de un rico paisaje de imágenes telúricas, orgánicas y animales. Todos son símbolos de poder para devolver la magia a un cuerpo históricamente censurado, perseguido y legislado. En ese sentido, la figura de la bruja es vital para comprender el sencillo. La hechicería fue censurada y criminalizada por el discurso hegemónico del catolicismo y mujeres libres y poderosas fenecieron bajo las manos y el fuego del opresor. Privada de un espacio religioso y medicinal, la mujer pierde su poder social y su voz es silenciada, por violencia o símbolo. “Mujeres” propone un reconocimiento propio de la fuerza femenina, de su instinto, de su resiliencia y poder. Es una composición bellísima que, entre cuerdas y programaciones electrónicas, se erige hacia el cielo como un hechizo de fuego bajo la luna, interpelando a las mujeres que aún hoy en pleno siglo XXI no son libres. Es una composición de mucha fuerza y vitalidad, que no grita, sino que conmueve, que ante la mano cerrada en puño prefiere abrir su corazón. No dejen de escucharla aquí.
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