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Miguel Bosé: Cinco canciones para redescubrir al camaleón pop

  • Foto del escritor: Ignacio Mayorga Alzate
    Ignacio Mayorga Alzate
  • 3 sept
  • 6 Min. de lectura
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Odio la idea de los gustos culposos. Es una noción categóricamente arcaica que genera complejos, induce a la mentira y es irresponsable con las personas que somos. Además, para aquellos que nacimos después de la aparición del iPod, no tiene ningún sentido: expuestos a la híper velocidad de un mundo digital conectado en tiempo real, el consumo de productos culturales permitió que estuviéramos expuestos más allá de nuestra realidad inmediata, compartiendo gustos y pasiones provenientes de todos los campos y todos los contextos. Todo esto para decir que, cuando el Festival Cordillera anunció la presentación de Miguel Bosé en su edición de 2025, fui genuinamente feliz.


Miguel Bosé me acompaña desde pequeño y hace parte indeleble del recuerdo que tengo de mis tías y mi madre, quien suspira un «papasito» cada vez que pongo su música. Su catálogo extenso, que se extiende por más de cinco décadas de historia, se ha convertido en una parte sagrada de mis rutinas. Así las cosas, mis quebrantos del corazón se manifiestan con aullidos a la par de “Si tú no vuelves” o “Morir de amor”, mientras que mis días felices van acompasados de mi torpeza bailarina al ritmo de “Amante bandido”. Es, sin lugar a duda, uno de mis artistas favoritos, un personaje que he admirado por su capacidad de inventiva y reinvención, por su habilidad para el performance, por su sonrisa sincera que sobrevive implacable al paso setenta años de su nacimiento, uno que por azar de la vida no llegó a concretarse en nuestra patria, de la que también es ciudadano honorífico.


Siempre escucho a Miguel Bosé. Por ello quise hacer algo distinto y compartir en este breve espacio algunas de sus canciones menos conocidas en nuestra tierra con los lectores de 120dB Bogotá. Todas tuvieron el tratamiento de sencillo, pero muchas de ellas no han sido interpretadas en décadas. Otras sí han encontrado espacio en sus presentaciones de 2025. Quizás deberían escucharse más: complementan la rica paleta de colores de un artista camaleónico que ha caminado las sendas del pop, el new wave, el rock, la balada y la electrónica. Estos son los compartimientos secretos de la nave infinita del hijo del Capitán Trueno. Estas son algunas canciones que quisiera traer a colación a propósito de su visita, que espero con ansias.


Márchate ya

Más allá, 1981


Uno de los cortes más frenéticos de la producción joven de Miguel Bosé, “Márchate ya” es una irónica respuesta al ritmo desenfrenado del mundo corporativo, marcado por el giro incesante de las manecillas de un reloj que ya nunca se detendrá en la sociedad de consumo. Como la vida moderna, es un corte delirante, esquizoide, cargado de una paranoia paródica que retrata con una sonrisa punzante cómo nos hemos olvidado de nosotros mismos en el mundo de los cubículos. Como sencillo es uno de los más rockeros de toda la discografía de Miguel Bosé, además de uno de los registros más agudos de su voz barítona, por lo que genera un contrasentido que enfatiza el carácter irónico del corte. Claro, era un Miguel Bosé más juvenil que apenas cumplía el cuarto de siglo, aún madurando su instrumento principal. Sin embargo, su carácter impostado que se corresponde a una puesta en escena dinámica y acelerada hace de “Márchate ya” una joya única de la larga discografía de Bosé quien, hasta entonces, había habitado más cómodamente el ritmo calmo, aunque adolorido, de la balada.



“La chula”

Made in Spain, 1983


Es cierto que en este álbum, en el que Miguel buscaba reinventarse junto a su equipo en la CBS en el marco del burbujeante avance de la Movida Madrileña, no es el más poderoso de su discografía. Hay obras más redondas, más complejas, más coherentes. Pero este disco particular, en el que el artista se acercaba a la madurez de los treinta, tiene cortes poderosísimos y no son precisamente los que escribió junto a José María Cano de Mecano. “Panama Connection”, escrita a Santiago Auserón de Radio Futura, es una manera muy new wave y elegante de reconectar con su lugar de nacimiento, pero en clave cosmopolita y global; mientras que el corte que abre el disco, “Fuego”, es cinemático y épico con visos vibrantes de guitarras flamencas. Pero, para mí, “La chula” es la pieza de resistencia de este álbum con intenciones internacionales, ilustrado por Andy Warhol: es un tema bisagra entre el artista joven y coqueto de Miguel y Chicas! y la sofisticación camaleónica del imprescindible Bandido, en el que empezó a habitar un halo de misterio que nunca lo abandonaría. Tiene coqueteos con el sonido latino, pero sin caer en exotismos redundantes. Primer videoclip promocional de Miguel Bosé, la versión de Made in Spain eclipsa a su reversión junto a Ximena Sariñana en el Unplugged de 2016. Puntos extra por el cameo de la banda mexicana Fresas con crema en el corte.



“Sevilla”

Bandido, 1984


En su momento, “Sevilla” fue uno de los cortes más exitosos de la carrera de Bosé. Pero, en un rápido sondeo entre una muestra estadística diminuta entre mis amistades más poperas, no es la canción con la que inmediatamente asociaríamos al polifacético cantante. El sencillo muestra a un Bosé que se reinventó en el minimalismo del synth pop oscuro de Depeche Mode y David Bowie. La portada del álbum que contiene el sencillo, de hecho, funge como una suerte de homenaje al Aladdin Sane del músico británico. Primer lanzamiento del Bandido, “Sevilla” evidencia a un Miguel Bosé desdoblado en ideal renacentista: bailarín, actor, ícono de la moda, cantante signado por la oscura estrella del misterio. Es la verdadera puerta de entrada el sonido ochentero por parte de un intérprete que decidió hacer de lado las exigencias comerciales de su disquera (es su último álbum con CBS) para proponer una mirada más artística y coherente. Su intuición fue un acierto: Bandido es uno de sus álbumes más inquietantes y “Sevilla” una de sus composiciones más nocturnas y desgarradoras. Un juego de opuestos que contrapone lo atemporal del sonido andaluz con el pop sintético de la contemporaneidad, la feminidad impositiva con la masculinidad doblegada, este sencillo sobrevive al paso del tiempo con un vigor que no requiere de la saturación barroca para trascender en el tiempo. Es habitual de sus repertorios: más les vale aprendérsela.



“Salamandra”

Salamandra, 1986.


Inspirada por la supuesta biografía erótica de Wilhelmine Schöroder-Devrient, Memorias de una cantante alemana, “Salamandra” continúa la exploración nocturna y misteriosa inaugurada por Bandido. El ruiseñor al que se refiere, entonces, representa a esta cantante de ópera devorada por su condición ninfómana que, como la salamandra, se transmuta en su rictus de placer, en el juego del erotismo entre el amo y el esclavo y el ejercicio onanista desvergonzado. Sencillo que da nombre a su primer álbum con plena libertad creativa, “Salamandra” retrata el anverso del placer, la condena de vivir en función de propenderlo. Con este contexto, imágenes como “devora semillas de hombre” o “vertical, voluptuosa sonrisa, que se ofrece al placer, al dolor” no se caracterizan propiamente por su sutileza. Sin embargo, sus fanáticos tuvimos que esperar hasta 2022 con la publicación de Bosé: historia secreta de mis mejores canciones para develar el misterio del ruiseñor enjaulado. Salamandra sobrevive en la memoria colectiva por las reversiones de “Nena” junto a Paulina Rubio, consagrada en el Papito de 2007, y “Aire soy”, jocosamente siseada junto a Ximena Sariñana en el Papitwo de 2012; pero es su canción titular la más interesante y arcana de este álbum fundamental.



“Gulliver”

Sereno, 2001


Recordaremos Sereno como el álbum con el que Bosé entraba al tercer milenio pidiendo café pero, más allá de “Morenamía”, este álbum presenta algunas de las canciones de corte más experimental de la trayectoria del artista, entonces elevado a la categoría de ícono. Hay grandeza en reconocer nuestra propia insuficiencia, en saber que somos frágiles, pequeños. Hay grandeza en reconocer que estamos perdidos. En ese sentido, “Gulliver” representa una reflexión introspectiva que aborda el arrepentimiento y la sensación de impotencia ante oportunidades no aprovechadas. La referencia al personaje Gulliver, de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, funciona como metáfora de la lucha interna del intérprete: el deseo de alcanzar grandes logros frente a la percepción de pequeñez e incapacidad ante sus propios desafíos y errores. La letra describe una noche perpetua y sombría, que simboliza un periodo de desesperanza y profunda contemplación. Es un Miguel Bosé que no encuentra al sol, que grita herido incapaz de resignarse frente a la derrota, una voz que entre guerras busca sobrevivir a su peor enemiga: ella misma. Es un corte nocturno y minimalista, con pulsantes guitarras eléctricas que hieren el cuerpo y el alma, enfatizando la sensación angustiosa de saberse pequeño, inútil. Perdido.


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