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Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

Raquel, canciones en minúscula


Raquel Tamayo es una de las nuevas voces de la Antioquia contemporánea, un territorio fértil en el que han florecido recientemente actos como Ev, Ana María Vahos o Bella Álvarez. Con su primer álbum, Paseo en carro a la costa, la paisa ha causado un revuelo en la escena independiente al construir una colección de canciones imprescindibles para el 2023, nueve cortes cargados de sensibilidad y acierto en los que desnuda un corazón cargado de reflexiones que, desde una inteligencia lúdica juvenil, logran construir de alguna manera la difìcil imagen de ser una persona que habita ese difícil lugar que es el de la primera mitad de los veintes. Así, la música antioqueña fue invitada al regreso del Festival Converse Hermoso Ruido que dejamos atrás hace un par de días.


Aunque se formó desde pequeña en la música, pues participaba de coros familiares y aprendió a tocar batería a los siete u ocho años, Raquel terminó estudiando Audiovisuales a último momento. Hasta entonces, su afecto por la música se había manifestado a través de compartir con su familia la banda sonora de los viajes por carretera que son constantes en los relatos de fin de año de la clase media colombiana. A pesar de ello, dentro de su carrera encontró siempre la manera de jugar con sus dos pasiones. “Cuando estudié cine, algunos ejercicios implicaban dirigir cortometrajes y siempre era yo quien quería musicalizarlos”, reflexiona. Más adelante, durante la pandemia, Raquel compró una guitarra con las que empezó a componer su álbum debut. 


Con un puñado de canciones bajo el brazo, Raquel fue invitada a participar al festival Anti Tattoo, en Medellín, pero era preciso contar con más temas para llenar el espacio del show. “Yo tenía un montón de ideas sueltas y las empecé a escribir muy rápido. Tuve un viaje en el que me rompieron el corazón y ahí ya terminé como siete canciones. Tocaba lanzarme”, recuerda. Luego, sin mayor entendimiento de la industria de la música, la antioqueña lanzó en plataformas su primer sencillo, “Película”, con el que se presentaba a un ecosistema que desde entonces la ha visto crecer con sus canciones y convertirla en una de las voces claves de la nueva movida independiente. Lo que sea que ello signifique. 



Música para cine, instantáneas y el scoring


“Siento que lo que tiene que ver mi música con el cine es que mis canciones tienen muchas imágenes, pues yo soy escritora de guiones”, reflexiona Raquel sobre el balance entre sus dos pasiones. “Lo que más hice en la carrera fue escribir y dirigir, por lo que siento que mis canciones son muy narrativas: espacios, imágenes, sensaciones, muy descriptivas de un entorno”. Es un mundo del que no muchos hablan, pero algunos de los músicos más relevantes de los últimos cien años de cultura occidental han trabajado como compositores de bandas sonoras y de música incidental: Danny Elfman, Trent Reznor, Atticus Ross, John Williams o Ennio Morricone, por nombrar a un puñado, han dejado una huella imborrable con sus creaciones. 


En ese sentido, a Raquel le emociona no sólo escribir las creativas imágenes que devienen en verso y coro, sino que también pensar su oficio desde ambas disciplinas. “He estado involucrada en varios proyectos de música para cortos. Incluso he estado haciendo recientemente la música de mi trabajo de grado, en Bogotá. Estuve en un taller en el BIFF, el Bogotá International Film Festival, y es algo que me interesa un montón”, explica. Para una persona tan empecinada en la observación de la vida, en ese sentido, su manera de acercarse al cine tiene tanto que ver con la música como con las imágenes. “Soy muy fan del ambiente y de cómo esta música silenciosa y rumiante cobra sentido en una producción”. Tiene sentido, entonces, la atención a los detalles que demuestra en un impecable álbum de estudio. 


Paseo en carro a la costa, las rápidas formas de la nostalgia


El viaje en carretera es un motivo constante del cine, tanto así que Harold Trompetero ha construido una saga aturdidora y ridícula que llena las salas cada diciembre en que decide estrenar una nueva cinta. Sin embargo, por motivos personales, es una imagen que a Raquel le ayudaba a cerrar el sentido del álbum. El primer contacto con el mar, las cintas y cedés que los padres reproducían durante el viaje de encuentro, la rápida vegetación que cambiaba según los pisos térmicos que van quedando atrás, tienen un impacto en la nostalgia y la memoria de los habitantes de un país en el que viajar por avión es todavía considerado un lujo. 



“Siento que es como cuando uno está consciente de que se está moviendo. O sea, cuando yo estoy en un paseo en carro, tengo una sensación muy específica, la de ir de un lugar a otro”, reflexiona la música paisa. “Se presta para hacer una similitud con la vida: uno no sabe bien a dónde está yendo y así me sentía escribiendo el disco. Ese paseo englobaba un poco ese paseo porque era como crecer, dejar ir un montón de cosas, querer llegar ya, o sea, como el desespero como por vivir la vida que uno quiere vivir, además de los momentos en los que uno ya no quería hacer nada por sentir el mareo”.


El disco funciona también como una suerte de rito de transición. Como en las películas, hay un viaje del que jamás se regresa, y un encuentro de algunos días que se convierte en un instante significativo de nuestra narrativa personal. En ese sentido, es natural que la primera canción que escribió Raquel es la bautiza el disco. “Estaba recordando esa sensación que tenía de niña, esas ganas enormes de ir al mar. Estaba recordando un momento en el que estaba en mi último viaje a la costa con mi familia. Estaba como en el momento en el que inicia la adolescencia: me creía súper diferente, entonces me encerraba en el carro, ponía el aire frío y escuchaba Lorde, a máximo volumen todo el rato. Esos momentos fueron un despertar para mi identidad, no sólo musical. Después las otras canciones salieron más fácil”.


En ese sentido, Paseo en carro a la costa es también un encuentro con la idea de la primera adultez, ese difícil lugar que se habita cuando estamos atravesando la primera parte de la veintena: confundidos, con ansias de salir al mundo, pero prestos para volver a los brazos protectores de los padres cuando allí afuera nos hacen daño. “Siento que esa niña pequeña sigue muy cercana a mí, que no he cambiado tanto. Físicamente, por ejemplo, yo estoy igual, la verdad estoy igualita”, añade Raquel sobre esa niña que se aparece repentinamente en la idea de un charco lleno de lágrimas en forma de corazón, la necesidad de tener seis años y estar protegida en su pijama o reconocer que su amuleto de la buena suerte es una prenda sin mayor valor que el sentimental que ella misma le ha otorgado. 


“Hay algo que digo a veces en los conciertos sobre ‘verde artificial’ y es que una vez yo estaba muy angustiada y mi hermana, que lee el Tarot, al verme desconectada y nubladame dijo que yo sigo siendo todas las versiones que he sido. Yo sigo siendo yo de todos los años que he cumplido. Y eso me tranquiliza mucho, el sentirme tan llena de mi misma y haber crecido desde el amor”, añade Raquel. Así, la compositora no ve el dejar atrás etapas, como quien va sorteando peajes y estaderos al borde de la carretera, conforme va avanzando en su viaje de transformación por el mundo. “En el disco le estoy hablando mucho a mí yo del pasado”. En ese sentido, complementando la propuesta estética del álbum, la portada de Paseo en carro a la costa fue ilustrado por la artista colombiana Mange, quien se basó en una fotografía del archivo familiar de Raquel para construir la imagen que acompaña a la música. 



Los tiempos de las canciones


Algunas canciones del debut de Raquel nacieron todas de un tirón y otras cuantas tardaron meses en depurarse. En esa medida, la antioqueña no tiene un método particular para decantar sus emociones, sino que aplica distintas herramientas creativas para construir su universo poético. “Voy escribiendo frases. En la aplicación del bloc de notas que tengo distintas notas abiertas, entonces cuando siento algo similar a una idea que vengo trabajando la anotó ahí”, recuenta. “Siento que cada canción engloba una idea o una hipótesis. Todas tienen su propio universo”. Por eso, algunas composiciones son como flores lentas que tardan meses en germinar, mientras que otras nacen de un ejercicio que se impone Raquel de darle forma completa al corte en una sola sentada. 


“Otras si han sido vomitadas enteras”, exagera. “Yo me siento de una forma y hasta que yo no acabo de escribir eso no me voy a dejar de sentir así. Es decir, no me va a tranquilizar lo que necesito que me tranquilice”. Así, las canciones de Raquel se manifiestan como se construyen los aprendizajes vitales: muchos a través de una experiencia continúa en el tiempo, otros en un instante certero que nos marca para siempre. Y es precisamente esa identidad honesta, que no apura las cosas sino que permite que fluyan la que ha venido configurando su propuesta particular que rápidamente ha conectado con el público. 


“Me siento muy bienvenida. Sólo he tocado con gente súper buena desde el principio. El disco casi todo lo produjo Ev que también pues es un artista gigante del indie colombiano, entonces desde ahí ya tenía una tranquilidad”, complementa sobre su recorrido. Y es que a lo largo del camino, a partir de una actitud honesta y respetuosa con sus procesos y con los de los demás, Raquel ha construido un equipo de apoyo que la ha venido acompañando en estos meses. Así, no sólo Ev produjo gran parte del álbum, sino que también la acompaña en la banda en vivo. Sumado a ello, artistas como Bella Álvarez ha compartido escena con ella en su corta trayectoria y Sara y Jacobo, la acompañaron en el lanzamiento del álbum en Bogotá. “La gente nos pedía que volviéramos a cantar las canciones: fue muy bonito”. 


“Ha sido una cosa de irlo haciendo sin intención. Yo no conocía muy bien cómo se debía hacer o cuánto se tiene que esperar entre un lanzamiento del otro, todas estas cosas de Industria yo no las tenía. Las fui sacando como pude, o sea, haciendo el arte con mis amigos”, concluye. Así, Raquel se plantea en el escenario cultural alternativo como una voz a la que hay que escuchar pues, a través de ella, también conectamos con los que fuimos, los que seguimos siendo y aquellos que nunca seremos más. Y dejar atrás en el camino también es crecer.  



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