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  • Por Ignacio Mayorga Alzate

Los Elefantes, historia de una estampida musical

Actualizado: 20 oct 2020


Cortesía de Rótela

Para 1996 los Fabulosos Cadillacs ya habían lanzado Vasos Vacíos y Rey Azúcar. En México La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio presentaba Baile de máscaras y Madness, desde Inglaterra, ya contaba con siete producciones de estudio. En Medellín acaba de iniciar su carrera musical la Mojiganga y las 1280 Almas acababa de lanzar, a través de BMG, La 22, un LP en que están consignados clásicos del tamaño de “Dulce Juana” y “Marinero”. Bogotá era una ciudad distinta: Mockus llevaba apenas un año transformando a la capital del país con discursos pedagógicos que muchos consideraban un chiste y que, sin embargo, lentamente iban dando forma a un nuevo modelo de cultura. Los Aterciopelados acababan de explotar internacionalmente con el éxito de El Dorado y hacía dos años Mano Negra había signado su última placa discográfica, Casa Babylon, en la fría metrópoli, llenando de mitos a La Candelaria y sus habitantes después de la filmación del video de “Señor Matanza”. Para 1996, Chapinero estaba lleno de bares que permitían el florecimiento de una nueva fauna. Membrana, Transilvania, TBG y La Floristería se encargaban de recoger noche tras noche a una tropa de personajes de una escena que, a fuerza de otro nombre, habría de catalogarse como alternativa. En este contexto, de una pesadilla, nacieron Los Elefantes. Recorrimos con la banda bogotana, a propósito de su participación este sábado en el Skanking y de su álbum próximo a estrenarse, el catálogo de dos décadas de este insigne conjunto capitalino.

“Nosotros no conocíamos en esa época cuando comenzamos mucho de la escena del ska propiamente”, explica Pablo Mirando, teclista y principal arreglista de la banda, sobre la fundación del conjunto. “En los noventas hubo una corriente muy fuerte de música que llamaron alternativa, y era la música que se oía en bares bastante underground, que había muchos en esa época, que traían música porque en esa época el Internet no era ni cercano a lo que es ahora. La música que uno escuchaba en esos lugares o en la casa era porque alguien había traído un disco, un casete o un CD de afuera. Ahí empezamos a acercarnos al ska. También porque llegaban discos de los Cadillacs, de Madness, de The Specials y comenzó ese gusto por el ska y ahí arrancamos a hacer ska con Los Elefantes en el 96”. En ese momento, sin embargo, conectar con una escena que apenas asomaba la cabeza hacia la superficie en una era en que el sueño de las redes sociales era impensable, resultaba una empresa bastante compleja.

“Todo era de voz a voz. Comenzamos a conocer gente que también tenía otros grupos. En esa época un grupo del que éramos amigos y con los que tuvimos un surgimiento similar fue La Sonora Cienfuegos. De unos ahí salió lo que es ahora La 33”, continúa Miranda. “Había otros grupos. El punk y el ska en esa época estaban muy relacionados y había muchos grupos de punk, ska, de ska un poco más fuerte: Los Santos, Skartel, La Sonora, Las Malas Burlas, una cantidad de grupos. Comenzamos a tener conciertos en bares o en bodegas o en lugares que alquilábamos o que alguien alquilaba y hacía un concierto. Había unos sitios donde hacían conciertos como en La Calleja o en el Auditorio Macondo, cosas así. Ahí poco a poco fuimos entrando dentro de la escena ska, del público, conociéndolos y dándonos a conocer”.

Para esa época el Rock al Parque ya se había consolidado como un festival lleno de posibilidades musicales y había migrado hacia su actual sede en el Simón Bolívar. “Nosotros nos presentamos en el 96 a Rock al Parque, no llevábamos ni tres meses, y no pasamos. Al siguiente año nos presentamos y pasamos y tocamos en el Simón Bolívar en el cierre, después de La Maldita Vecindad y antes de Todos tus Muertos. Fue un sándwich por ahí terrible porque había, no sé, 60.000 personas. Nosotros llevábamos muy poco tiempo, muy pocos conciertos y pues enfrentarse a un público de esos fue muy impactante, pero fue muy chévere”, recuerda Miranda. En este evento la banda incursionó con un catálogo recién formado, que luego se cristalizaría en su primera producción discográfica. Influenciados desde entonces por la estética del 2tone inglés de bandas como Madness y The Specials, Los Elefantes presentaron una música fresca, cargada de energía y una demoledora presencia escénica que se apoyaba fuertemente en el carisma de su vocalista Hugo Corredor y del talento musical de sus músicos. Este fue el primer hito de una fructífera carrera que es hoy ya leyenda. Luego, en 1999 llegaría Las perolas de Motas. El resto, como dicen, ya es historia.

Las Perolas de Motas

Grabado en La Soledad en la localidad de Teusaquillo, este álbum clave de la historia del género llegó con la contundencia de una estampida paquidérmica, levantando el polvo a su paso con las trompas afinadas y una ironía y el humor ácido que ha caracterizado a cada una de sus producciones desde entonces. “Después de Rock al Parque comenzamos a pensar en lo de grabar y fue un proceso largo esa primera grabación”, recuerda Miranda con la seriedad de un artesano curtido por los años en su oficio. “Era muy casero. Era con un amigo que tenía una grabadora digital, grabamos en la casa de él, en mi casa, en la casa de otra persona. Fue un proceso largo el de esa grabación y además difícil porque no había recursos y todo eso. Finalmente pudimos grabarlo, mezclarlo, terminarlo, todo muy casero, y prensarlo. Fue en el 1999. Este es uno de los primeros discos de ska en Bogotá, creo. No fue el primero, pero sí fue de los primeros”. El disco instauraría una tradición de intro y outro que ha permanecido en las producciones de estudio de esta orquesta. Ya aquí estaban incluidos dos de los principales cortes de su catálogo: “Peche”, un divertido arreglo sobre la base de “Kalashnikov” del compositor serbio Goran Bregovic, y “Boca e’ caimán”, tema definitivo de la tusa adolescente bogotana.

Chic Taiwan

Una película que nunca llegó a ver la luz, una historia llena de misterio en torno a unas extrañas pelotas de ping pong cargadas de estupefacientes, polkas judías y cortes instrumentales que demostraban una contundencia armónica que no tenía par en la movida local. Chic Taiwan es una historia cargada de alcohol, violencia, burdeles y depresión alcohólica. Un suicidio con Baygon, un criminal llamado Molano y la participación de la mafia china. Uno de los trabajos emblemáticos del ska nacional y un documento para la posteridad latina de las múltiples permutaciones que tiene este género cuando se atreve a salir de su zona de confort y se permite el contaminarse de toda la música posible. “Chic Taiwan fue una película que nosotros escribimos y grabamos, pero la película nunca salió. En esa época hacer una película requería de una inversión económica muy alta, sobre todo para la postproducción”, explica Miranda. “Quedó ahí. De todas formas, fue más un pretexto para hacer una música, para hacer el disco relacionado con la película y, al final, nosotros somos es un grupo y lo que nos interesaba era hacer el disco. La película quedó como un referente para el disco y como una experiencia algo fallida”.

Continuando con la tradición inaugurada por Las perolas de Motas, este álbum incluyó una reinvención del clásico de George Gershwin, “Summertime”, que el músico habría compuesto hacia el final de sus días y que se ha convertido en un clásico del jazz, con más de 25.000 versiones grabadas. “Siempre ha sido el jazz muy importante para Los Elefantes, sino que para el ska mismo el jazz es muy importante. Son géneros muy afines, aunque el resultado no sea el mismo. Existían esas dos influencias. “Summertime” particularmente para mí era una canción que había sido muy importante para mi vida, era una canción que yo había escuchado en muchas versiones. Quise hacer una versión. Yo hice el arreglo musical y Hugo hizo la letra. Siempre hemos querido en los discos involucrar versiones porque creemos que eso es parte de nuestro aprendizaje como músicos y como grupo. Cuando comenzamos con Los Elefantes comenzamos a tocar versiones de otros grupos de ska. Se vuelve una escuela, pero también se vuelve un gusto. Aprender de los otros grupos, pero también hacer una versión de una canción que uno escuchó o que le gusta. En este momento hacemos versiones de canciones que sean muy diferentes a nuestro género, ese es el reto. “Summertime” está relacionada con el jazz y el ska, pero era una versión nuestra.

La Chica de las Tetas Café

Una alienígena camuflada entre burdeles y las luces de la ciudad. Una instrumentación de corte más urbano, con una producción a franca lid y unos tiempos de estudios predeterminados que obligaron a la banda a repensar la manera en la se acercaban a los fenómenos discográficos. “Ese disco fue en muchos sentidos más pensado que los otros”, explica Miranda. “Fue más racional y más enfocado en la grabación y el resultado final que en el proceso. Sí queríamos hacer un disco que, en el nivel superficial, en el primer nivel que es el que más se escucha, se sintiera más moderno, más actual y más contundente, más fuerte y de pronto más fácil que los anteriores que tenían unas cosas más complicadas musicalmente”, continúa. “Pero, de todas formas, quisimos que debajo tuviera unas capas que lo hicieran también rico en cuanto la composición. Tiene las dos cosas: es más simple, es más fuerte, pero de todas formas tiene una búsqueda también musical importante. Sí tenía como eso, que la grabación y la producción fuera un proceso muy riguroso y muy rápido también porque era estudio con ingeniero, como todas cosas que supuestamente deben hacer todos los grupos para hacer un disco. Fue también experimentar eso. ¿Qué pasa si nosotros entramos a un estudio de clase A a grabar un disco en un mes? Ese fue grabado en Ávila. El anterior también. Pero Ávila tuvo dos etapas entre nuestros discos. Cuando grabamos Chic Taiwan era un estudio muy precario, muy chiquito. El otro ya fue cuando construyeron un estudio nuevo, de cero, con unos equipos impresionantes, con diseño acústico y todo eso. Un estudio mucho más profesional. Tiene las ganas de nosotros de ver qué pasaba si grabábamos en un estudio profesional y dejando que las personas involucradas hagan su labor”.

“El concepto de ese disco salió primero por el nombre. El nombre surgió primero y después salió el concepto”, complementa Miranda sobre la carga simbólica de la producción, cuya toda imagen visual se realizó en el Parque Nacional, lugar en el que desde varios se reúnen los raelianos locales, una religión que cree que la raza humana es una invención extraterrestre. “¿Quién es la chica de las tetas café? Es una extraterrestre. De ahí salió toda la cosa estética. Nace de un gusto personal por la forma de esas películas serie B de ciencia ficción. Es un poco un gusto por el gusto de otros hacia otras cosas. Esas cosas freak tienen un cierto encanto, aunque nosotros no seamos freaks. El coleccionista o el que busca una película que quiere ver una película hasta que por fin la encuentra, todo eso en sí mismo ya es una estética, aunque nosotros no seamos fanáticos de esa estética”. Este disco incluía por primera vez una versión de un tema que se salía de las referencias obvias del ska, “Veneno en la piel”, tema consignado originalmente por Radio Futura durante el auge de la movida madrileña.

Grandes Éxitos de Otros

Este álbum doble, que llegó tras un largo silencio discográfico de ocho años, es la consagración última de la banda a nivel musical y lírico. Tomando la estructura de una serie de canciones elegidas por la banda de todos los géneros, desde Frankie Valli & The Four Seasons, Elvis Presley, Harry Belafonte y Chico Ché y la Crisis, Miranda, Corredor y Los Elefantes en pleno hacen y deshacen sobre pilares musicales de la cultura pop. “Eso fue pensado desde mucho tiempo atrás. Ya veníamos pensando desde hace años que queríamos hacer un disco que fuera de versiones y que fuera también un homenaje al authentic ska”, recuerda Miranda sobre esta doble placa de 2013. “Pero, encontrar el momento de hacerlo también era importante: no podía ser una grabación como el disco anterior, grabado en un estudio con un productor, porque no iba a entender lo que queríamos. Tampoco teníamos plata para entrar en un estudio. Entonces ya teníamos nosotros unos equipos para hacer una grabación buena. Grabamos nosotros mismos el disco y así teníamos más control sobre el resultado final. Fue un proceso de seleccionar canciones porque todas son versiones pues escoger esas canciones y hacer una versión. Había tantas canciones en un momento que decidimos hacer un disco doble. No teníamos afán: queríamos que fuera un resultado impactante. Hicimos un disco con voz y el otro con sólo instrumentales. Y las canciones que decidimos incluir, sobre todo en el disco vocal, no queríamos que fueran canciones de ska o géneros afines. Sino canciones que nosotros habíamos escuchado toda la vida, como “Summertime”, pero que fueran lo más lejanas posibles de lo que nosotros habíamos tocado”.

“Nosotros también tenemos una cercanía a la música y al arte subversiva. No es una cirugía de cerebro”, explica Miranda sobre las posibles críticas de los puristas musicales. “Tampoco va a pasar nada si está desafinado el arreglo, si hay una disonancia, no pasa nada, si hay una grosería o si la letra no tiene sentido. Digamos que no nos importa cometer errores porque creemos que eso es parte de la cultura, y muchas de las cosas que trascienden tienen muchos errores. No es faltarle el respeto abiertamente como si hiciéramos una versión de una canción de Maluma, que sí sería para irrespetarlo. Pero no es tampoco ponerlo en un pedestal que es inalcanzable y que no se puede tocar porque le estamos faltando el respeto”.

Para promocionar este lanzamiento, y previendo posibles críticas, la banda inició una serie de clips promocionales en un universo paralelo en el que artistas del vallenato, el EDM o la balada rock versionaban algunos de sus cortes más famosos. “Es lo mismo, es como decir nosotros vamos a hacer versiones de canciones de músicos que quizás si estuvieran vivos no les gustarían, a otros no les importaría, otros se reirían, lo que sea. Entonces, ¿qué pasaría si nosotros estuviéramos en el punto opuesto? ¿Qué pasaría si alguien hiciera una versión de una canción nuestra? No nos gustaría, pero tampoco nos importaría mucho. Si nos gusta o nos gusta, ese no es el problema. Esa música ya está ahí y es parte de la cultura, yo no tengo ningún problema en que alguien haga una versión, si me gusta o no, no es relevante”.

Lo que viene: Capitán Latinoamérica

En este momento Los Elefantes han finalizado el material de su próxima producción de estudio, un disco grabado en Audiovisión del que ya se conocen dos sencillos: “Al Huateque” y “Perro”, siendo la primera canción lanzada en vivo en la celebración de 2016 de Rock al Parque. “El disco nuevo tiene algo de todos los discos. Quisimos que se mostrara mucho el sonido de Los Elefantes, pero que fuera también un sonido muy contundente en cuando a grabación y a resultado final”, cuenta Miranda sobre este esfuerzo próximo a estrenarse. “Es un disco que usted lo pone y suena poderoso. Entonces tiene las herramientas de haber grabado en Audiovisión, con Maurico Cano que ha ganado como cinco o seis Grammys, es un ícono de la ingeniería, pero sí queríamos que tuviera el sonido propio de la banda. Creo que volvemos un poco al sonido de Las perolas, de canciones completamente naturales que surgieron sin pensarlas mucho tampoco y que a veces también tienen influencias y ritmos, hay canciones lentas, suaves y canciones muy arriba. Es muy variado y tiene una búsqueda por otros sonidos”.

“Es muy ska, pero tiene cumbia, ese tipo de cosas a las que nos acercamos también con el disco anterior, que era algo que tampoco habíamos buscado mucho. Es un disco al que no llegamos pensándolo, sino que fue simplemente el momento que estábamos viviendo y en el que surgieron canciones así: canciones que tienen influencia de cumbia, que tienen influencia de salsa, canciones que tienen influencia del big band del jazz. Es la primera vez que hay una canción en un disco de nosotros grabada en formato big band en vivo, eran 19 músicos en el estudio grabando. Hugo llegaba con una canción, con una letra “oiga, tengo esto” y la tocaba en el piano y yo quedaba como “¿ahora qué hago?”. Ahí yo pienso a qué me suena la cosa y hacía eso. Así salían las canciones. Era como ser honestos con la primera impresión, con lo que la canción pedía, no forzarlo en nada. Es como parte del aprendizaje. Cuando uno fuerza una canción no es buena idea. Es mejor seguir por dónde se sienta el tema. Confiar en la intuición”.

Los Elefantes quisieran lanzar este álbum antes de que acabe el año. Este sábado la banda estará presentándose junto con La Furruska y, desde Japón, con la Tokyo Ska Paradise Orchestra. Esta será la oportunidad perfecta para continuar con la celebración de dos décadas que inició el año pasado con su regreso a Rock al Parque y con una gira de nueve fechas por México. La banda es consciente de la vital relevancia que tiene el ska para el contexto colombiano y, aunque han evitado por coherencia interna tocar temas políticas, tienen claro una cosa: “creemos que lo que hacemos y lo que contamos tiene una importancia política muy grande y es que la vida cotidiana, la vida en la ciudad y el ska mismo tiene un mensaje político muy fuerte que es la igualdad y el respeto de todo el mundo como es. Para nosotros eso sí es importante. Nosotros aceptamos a todo el mundo como es y no juzgamos”.


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