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  • Foto del escritorIgnacio Mayorga Alzate

El culto casero doma serpientes en su último disco



El Culto Casero es uno de los proyectos musicales más importantes de la escena alternativa de Asunción, Paraguay. Formados en el 2014, cuando sus integrantes eran aún adolescentes, se encerraron a buscar un sonido único mientras salían esporádicamente a tocar en eventos autogestionados, en los que fueron gestando un público caracterizado por corear los temas haciéndolos casi suyos. El resultado de esa búsqueda fue una mezcla de dream pop latino con toques de post punk revival, siendo una de las primeras bandas en hacerlo en castellano en Paraguay. Cuando presentaron su primer EP en agosto del 2018, parecía que esas canciones ya llevaban meses afuera. La recepción local, de una escena con hambre de algo nuevo, se volvió un sello de la banda.


Son Oscar, Alan, Emerson, Tutu, Ale y Franco, liderados creativamente por el último. El 20 de marzo del 2020, en la primera semana de cuarentena por la pandemia debido al Covid-19, lanzaron un nuevo sencillo con aires ochenteros llamado “Humedad”. Durante la pandemia, en julio de 2020, en un subidón creativo, Franco se encierra con el productor Mauricio Roman (La De Roberto) a grabar lo que ahora es Domar Serpientes, 7 canciones que juegan con el folk, el hip hop y la música electrónica. Estas canciones terminan de formarse con la participación del resto de la banda y colaboraciones de artistas como Chirola, cantante de Kchiporros, miembros de la mítica banda de culto paraguaya La Secreta y músicos emergentes de la escena como Matias Caballero (Mati y Los Ollies). Hablamos con una de las propuestas más frescas de la nueva alternativa latinoamericana. Franco respondió estas preguntas que tienen como necesidad el presentar a uno de los actos más emocionantes de nuestro contexto.


Quisiera comenzar con la pregunta obvia de periodista perezoso: ¿cómo nace la banda y de dónde viene el nombre?


La banda nace en 2014 cuando yo, en mi último año de colegio, tenía un puñado de canciones. Se había disuelto mi primera bandita punky y quería empezar algo nuevo, contacté con Óscar y Alan, músicos locales un poco más grandes que yo que admiraba en ese momento, les convencí de que valía la pena tocar conmigo y armamos el Culto en agosto de 2014 en el quincho de Alan.


Durante siete años la banda ha estado en actividad constante en una escena de la que poco se habla en el resto del continente. ¿Cómo circula la música en Paraguay y qué diálogos y relaciones tiene con el resto de Latinoamérica?


Creo que cualquier cosa que sale de Paraguay tiende a pasar desapercibida para el resto del mundo. Tenemos una historia de dictadura fuerte que impidió muchísimo crecimiento cultural y obviamente musical: los más grandes músicos en ese momento hicieron obras enormes desde el exilio, lo cual es muy loco. Los ecos de esa dictadura siguen sonando en algunas costumbres de acá, pues siempre nos vimos llegando tarde en una carrera detrás de los otros artistas latinos. Pero ahora con internet ya es otra la historia: vamos a ser parte de la conversación y estoy seguro de eso.

Antes de abordar Domar serpientes, quisiera hablar de El radio de la luz. ¿Qué hay detrás conceptualmente del disco? ¿Cómo muta el sonido del EP a este álbum que están presentando?


El radio de la luz fue tirar a la olla todo lo que nos gustaba en ese momento e intentar sonar a nuestras referencias, con todo el corazón de por medio, siendo nosotros mismos. Algunos de estos referentes fueron King Krule, El mato, Usted Señalemelo o Mi amigo invencible. Se hizo tocando en sala de ensayo y casi no tuvo preproducción, fuimos directo a un estudio, de cabeza al agua y salió lo que salió.


En este álbum hay años de diferencia que nos hicieron abrir como artistas, ver formas de hacer las cosas que antes no se nos cruzaba por la mente hacer. Es natural, todo este tiempo estuve tratando de aprender a producir, estuve absorbiendo los discos que amaba y la composición y los sonidos los mezclamos con mucho cuidado y amor. El encargo de que sonara todo hi fi fue del productor Mauri Román que estuvo presente en todo el proceso.



Al ser un disco pandémico, ¿cómo funcionó la creación y construcción de las canciones? ¿Esta distancia obligada de los primeros meses de encierro los obligaron a tomar decisiones importantes en materia de producción, mezcla y ensamble?


Se dio natural, el contexto desesperanzador del mundo tuvo demasiado que ver en el sonido y las decisiones artísticas. La distancia hizo que lo hagamos prácticamente solos Mauri y yo, pero al mismo tiempo esa sensación de fin del mundo nos dio la libertad de hacer lo que quisiéramos y terminó en un viaje sonoro muy hermoso.


Domar serpientes es un documento heterogéneo de una belleza minimalista muy emocionante. ¿Cómo funciona el diálogo entre géneros a nivel interno en la banda? Hay trap, lo-fi, jazz, electrónica, pop y folk. ¿Cómo se entretejen estos discursos sonoros en el estudio?


Creo que, dentro de todo, el disco giró mucho en torno a la guitarra criolla, estaba escuchando mucho a Sufjan Stevens, Elliot Smith, los Stones y, al mismo tiempo, a Frank Ocean y Mac Miller. Creo que ahí se explica un poco todo. A nivel interno compartimos mucho ciertos gustos y hay otros mucho más personales, creo que el elemento folk vino más de mi lado.


Hay un homenaje muy bonito a Nacha Pop hacia la mitad del álbum. Cuéntenme de esta versión de “Lucha de gigantes” y de la colaboración con Chirola.


Sí, vi por primera vez (al menos de grande) Amores Perros en el 2020, durante la pandemia. Me pegó muy fuerte la oscuridad de la película, también la utilización de esa canción en ese contexto, que no la conocía. Tuvo mucho sentido: era muy fuerte lo que me hacía sentir esa canción. Un fin de semana fui a visitar a Chirola a su casa en San Bernardino y, cantando y hablando, surgió el tema de conversación de esa canción. Significaba mucho para él por razones muy locas, la canción se la había mostrado un cantante argentino muy famoso, que no sé si puedo nombrar [risas], en un contexto muy loco. La cuestión es que ambos teníamos una conexión especial con la canción e hicimos un pacto de sangre de hacer esa versión.




Siguiendo por esa onda, es bonito encontrar en el álbum un trabajo conjunto al lado de La Secreta y Matías Caballero, ¿cómo se dan estas colaboraciones? ¿Son decisiones premeditadas o una resolución que toma la banda porque la canción así lo exige?


Todo fue surgiendo naturalmente. Matías es mi amigo, mi hermanito super talentoso que admiro a mil, canta hermoso. Le había mostrado la canción y le encantó. Entonces le invite a poner su voz en “Abasto” y quedó precioso. Mike de La Secreta es un personaje muy loco y un músico que la rompe, fue mi profesor un tiempo, aprendí demasiado con él, me hizo cantar mejor y entender muchas cosas y creo que yo a él también le mostré algunas.


Para finalizar, hay un elemento simbólico muy fuerte en el arte del disco. Ahora que está reciente la polémica del Nevermind de Nirvana, quisiera que me contaran un poco del arte detrás de la tapa, porque son conversaciones que ya no se están dando a la luz del consumo de música digital.


La portada para mí está en un limbo entre funeral y bautismo, con muchos elementos católicos y latinos: hay un San la muerte, hay un rosario, hay flores, y el personaje que está en el agua podría tratarse de un cadáver. Entonces juega un poco con toda superstición regional, la muerte y la resurrección, sin querer sonar muy complicado ni pretencioso, es algo así. Estuvo a cargo del fotógrafo Stephen Kei, un amigo al que admiro muchísimo.



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