Hello Yak es el animal de poder de Lina Posada, una paisa que ha encontrado en Bogotá su segunda casa. Con una presencia atronadora en el escenario y una fuerza musical que evoca varios sonidos clásicos de la historia del rock, la banda ha editado ya tres álbumes de estudio que los han llevado a girar por Europa, presentarse en Jazz al Parque y ser parte de una avanzada de agrupaciones lideradas por mujeres que, en nuestro país, le están devolviendo la importancia que merece al rock de guitarra. Desde que presentaron “El camino” como su primer sencillo hace ya un par de años, la banda ha mantenido una necesidad de innovación y cambio que, curiosamente, coincide con un afecto por lo retro. Posada tiene una voz con un color único y ha desarrollado una sensibilidad eficaz y emotiva para construir canciones que recuerdan la rebeldía en el amor, la fuerza transformadora del creer en sí mismo o que cuentan historias emocionantes con personajes escapados de un western de los años cincuenta. A propósito de su presentación en Rock al Parque, hablamos con Lina Posada sobre Quentin Tarantino, cantar en inglés y el poder inmortal del rockabilly.
Comencemos hablando un poco de la evolución que ha tenido Hello Yak desde el lanzamiento de su primer disco, El camino, hasta hoy que presentan su tercer disco.
Hello Yak ha tenido una evolución cien por ciento orgánica hasta este momento en el que convergen tantos eventos que logran hacer que la visibilidad de la banda aumente. Rock al Parque y Altavoz 2022, alianzas con agencias internacionales que empiezan a dar frutos, etc, Hemos trabajado en pro de una presencia en vivo y mediática honesta y coherente con nuestra evolución y proceso creativo.
No se tiene claro el sonido de una banda de la noche a la mañana, no suena “cañón” un grupo de músicos con un par de meses tocando juntos, también crece y se potencializa un montón la energía que se le entrega al público cuando llevas un periodo largo de tiempo parchando y tocando juntos. Así que siempre fuimos muy conscientes de lo importante que es darle espacio a la música para que se cocine bien.
Hay un interés en los sonidos más cercanos a los orígenes del rock and roll, aquellos del rockabilly. ¿Cómo llegaron a esa identidad y a explorar desde allí?
En el inicio, el proyecto estaba enfocado a hacer rockabilly en gran formato. De hecho, por eso participamos en la convocatoria de Jazz al Parque y logramos un espacio en el festival en la edición del 2017. Yo tenía en mente un sonido más jazzero, pero siempre ha habido un interés por el rockabilly y los subgéneros del sur de los Estados Unidos en los que nos encontramos todos los integrantes de la banda.
El cantar en inglés les ha abierto puertas en Europa. Pero en Colombia el público es muy cómodo en criticar esos ejercicios de composición. En ese sentido, ¿afecta más el contexto en el que se está inscrito o los intereses subjetivos al escribir su música?
¡En realidad el tema del inglés ha sido más cuestionado en Europa que aquí en Colombia! [risas].
Siempre he sido demasiado exigente con mis letras en español y me es difícil estar conforme y satisfecha con los textos de mis canciones. Pero, poco a poco he ido permitiéndome explorar más tranquilamente la manera de contar historias a través de nuestra música y este último disco es prueba de ello.
Hablemos un poco del Nueve ruinas en el que experimentan con otras estéticas más cercanas a las orquestas de los cuarenta y los cincuenta. Pareciera que conforme van más hacia el futuro, su mirada vuelve más hacia atrás en la música. ¿Por qué beber de estos referentes? ¿Cómo sienten que dialoga esto con el momento contemporáneo de la música en nuestro país?
¡Eso es muy acertado! Definitivamente miramos siempre hacia atrás. El sonido que hemos ido encontrando, nuestros referentes e incluso estéticamente coincidimos en un gusto por lo remoto.
Si hablamos de lo musical, nos gusta grabar en bloque como se hacía antes de estar tan obsesionados con capturar el sonido inmaculado de cada instrumento y aislarlo de la manera más prolija posible. Esto nos ha llevado a un color más vintage en nuestra música, por decirlo de alguna manera.
También nos abrió puertas a un ejercicio que disfrutamos muchísimo durante la producción de Nueve Ruinas porque surgió una inquietud por explorar un poco la raíz. Sin entrar en géneros folclóricos, se despertó un interés por indagar en sonidos profundos que conectancon la tierra y esto acompañado de la nueva cuota de letras en español, resultó en un disco con una voz muy interesante que nos acerca un paso más a la voz que Hello Yak quiere entregar como propia.
Si hablamos de Nueve Ruinas toca también hablar de Tarantino. ¿Cómo se inscribe la figura del director en la identidad sonora del disco? Porque está en las imágenes de promoción de los cortes, ya sea con referencias a From Dusk Till Dawn, Kill Bill o Deathproof.
Las producciones de Tarantino han estado, de manera muy coincidencial, presentes en la imagen y propuesta estética de la banda. Sin embargo, durante nuestra última gira, uno de los anfitriones sintetizó nuestro repertorio en un subgénero inventado: “Rock and Roll Tarantinesco”. ¡Nos encantó!
No nos gusta amarrarnos a un género, nos gusta crear libremente y que nos guíen otros asuntos, pero este término nos llamó mucho la atención porque incorpora lo estético dentro de lo musical de una manera muy coherente con nuestro sonido.
No quiero prender las alarmas, pero su presentación es la inmediatamente anterior al de Christina Rosenvinge. Quería saber si Que me parta un rayo significa algo para ustedes.
¡Yo estoy muy emocionada! Lloré por los primeros niños que me gustaron con “1.000 pedazos” y hasta hoy bailo “Yo no soy tu ángel” y “Voy en un coche” con mis amigas haciendo de la botella un micrófono, al final de las fiestas. Will, por otro lado, tenía 14 años en ese momento… Estaba en plena “cambio climático” y moldeando su lado rudo al son de Metallica, Guns N’ Roses, Nirvana, Aerosmith. Así que Christina quedó en un segundo plano en ese momento. Los otros dos señores, César y Sergio, tenían dos añitos. Pero, en resumen, estamos felices de compartir escenario con semejante mujerón que tiene tanto camino recorrido, tantas presentaciones encima… ¡Nos sentimos muy honrados!
Antes de Rock al Parque, sin embargo, se presentaron en Altavoz. ¿Cómo fue el retorno musical, y por todo lo grande, a la ciudad de Lina?
Fue un momento muy importante para nosotros, no solo por la carga emocional y lo que significó para mí tocar en la ciudad en la que nací, sino también por lograr hacer parte de uno de los festivales más importantes de nuestro país. Altavoz lleva, creo que poco menos de 20 años haciendo bailar y rockandrollear a los paisas y la gente de otros lugares que decide asistir al evento y era fundamental para nosotros comenzar a tocar fuera de Bogotá. Porque, aunque hemos hecho dos giras europeas, no hemos tenido la oportunidad de recorrer el país.
¡Esperamos que este sea el inicio de nuestro camino por Colombia!
Para cerrar, me gustaría saber cómo fue volver a “El camino”, su canción más popular, para este nuevo disco, con una identidad totalmente distinta, quizás más misteriosa y nocturna.
Fue un ejercicio divino y de mucha relevancia dentro del proceso de Hello Yak. Este tercer disco, Nueve Ruinas, es especial porque es el que más se acerca a la voz que colectivamente estamos afianzando y robusteciendo. Justamente “El Camino” que fue el primer sencillo del primer disco de la banda, nos sirvió de conejillo de Indias para explorar un elemento que antes no se había considerado dentro del sonido y es la raíz. Sin entrar musicalmente en términos folclóricos, hubo un coqueteo muy bonito en ese sentido y nos encantó el resultado.
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