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joliette: ruido en estado de fractura

  • Foto del escritor: Ignacio Mayorga Alzate
    Ignacio Mayorga Alzate
  • 29 ago
  • 9 Min. de lectura
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Hay bandas que tienen sentido desde el ruido, la disonancia y lo agónico. Joliette es una de ellas. Nacieron en Puebla hace casi quince años, en medio de una escena que se fue apagando mientras ellos insistían en encenderla a fuerza de guitarras disonantes, baterías quebradas y la convicción rabiosa de que hacer música es también (re)inventar un lugar en el mundo. Desde entonces han tocado más de 800 conciertos en cuatro continentes, han atravesado cambios de formación y de ciudad, y han transformado la furia adolescente del screamo en un lenguaje propio en el que conviven el desgarro y la precisión.


Desde su formación en Puebla en 2010, joliette se ha consolidado como una tormenta ominosa del post‑hardcore latinoamericano. Con una discografía que evolucionó desde el EP Voltean / Están Felices hasta Luz Devora (2019), la banda ha mantenido una identidad ferozmente auténtica, combinando influencias del screamo, el math‑rock y el post‑rock en una amalgama que autodenominan “post‑todo”, etiqueta en la que cabe, también, la idea de una sociedad post-apocalíptica de la que sólo sobrevive el alarido. En junio de 2025, joliette regresó con Pérdidas Variables, un álbum profundamente arraigado en la Ciudad de México, que se despliega como una meditación sonora sobre el miedo, el colapso, la memoria y la rutina urbana.


Pérdidas variables es quizá el gesto más claro de su madurez incómoda. Es un álbum escrito entre giras y conversaciones sobre lo que significa vivir en una ciudad que tiembla —literal y emocionalmente—. El metro, los sismos, la rutina, la pérdida: todo se cuela en ocho canciones que se desdoblan como crónicas urbanas hechas con guitarras puntiagudas y silencios medidos al milímetro. Es un disco que no sólo habla de la Ciudad de México, sino de la forma en que una ciudad puede habitar a quienes la recorren, amén del Situacionismo.

Con este nuevo disco, joliette no busca confirmar lo que ya sabemos de ellos, sino poner a prueba la elasticidad de su propio sonido, tensando las cuerdas hasta el límite que amenaza el quiebre y la ruptura, la herida del nylon que corta la mano que crea. Esta conversación va más allá de su nuevo álbum, pues aborda la forma en que cuatro músicos han aprendido a sobrevivir al ruido, a las mudanzas, a las giras interminables y a sí mismos.

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En este disco —su cuarto LP— joliette imprime una mezcla sonora implacable: baterías sincopadas que golpean como truenos, guitarras que rugen como la colisión de energía en las nubes de tormenta y la voz de Gastón Prado que se alza con cruda urgencia emocional. Pérdidas Variables se siente como una ciudad latiendo y quebrándose bajo el peso de la ansiedad y de su historia, que abre las grietas para escarbar con uñas la búsqueda de una identidad fragmentada.


A propósito del lanzamiento y su reciente visita a Bogotá, conversamos con Juan Pablo Castillo, vocalista de joliette sobre sus orígenes, sus influencias fundacionales, el tránsito de Puebla a la Ciudad de México y cómo ese entorno urbano resuena ahora en su alarido creativo. Exploramos cómo construyen sus tensiones sonoras y emocionales, desde la urbana devastación de “Arsénico” hasta la introspección onírica de “Nimbus” y el silencio cargado de “Gris Protagónico”.


¿Cómo nace joliette? Cuéntenos cómo se conocen, qué los lleva a tocar juntos y qué referencias o intereses compartían en esos primeros encuentros que dan origen a la banda.


joliette nace en el año 2010 tras el final de las bandas previas de cada integrante. Las cuatro personas que empezamos joliette nos juntamos por las ganas de querer hacer música y de sacar adelante nuestras inquietudes creativas. Todos ya nos conocíamos de años antes, bandas previas, compartir shows, gustos musicales. Gastón (vocalista) y Juan Pablo (guitarra) nos conocemos desde quinto año de primaria (1999). Irónicamente de esa alineación original somos los únicos dos miembros que siguen dentro de la banda. 


En esa primera etapa de joliette nuestros objetivos eran simplemente poder grabar un buen material que sonara más profesional que nuestras bandas previas y, con suerte, poder salir a tocar fuera de la ciudad. Varias de las influencias sonoras en esa etapa incluían a Glassjaw, Underoath, At the Drive-In, Alexisonfire o Deftones. Habíamos tenido la oportunidad de ver a varias de ellas en vivo y simplemente queríamos poder lograr algo así en el escenario.


En su propuesta hay una mezcla compleja de géneros: post-hardcore, math rock, screamo, metal. ¿Cómo llegaron a ese lenguaje común? ¿Fue una decisión estética pensada desde el inicio o un resultado del ensayo, el error y la conversación entre ustedes?


La mezcla de géneros que ha logrado joliette a lo largo de los años viene de dos factores claves. El primero, el aporte que cada integrante tiene a la hora de hacer la música. Existe un tira y afloja en el proceso creativo en el que cada uno aporta, el cual ha dado como resultado esta mezcla de elementos, rítmica complejas y sonidos. El segundo, las bandas con las que hemos tenido la oportunidad de compartir escenario en diferentes partes del mundo. Cada vez que hemos tenido la oportunidad de viajar tratamos de contagiarnos un poco de los sonidos de cada lugar que visitamos y eso ha sumado mucho a lo largo de los años. 


Ustedes vienen de Puebla, una ciudad con una tradición muy distinta a la Ciudad de México. ¿Qué elementos de esa primera etapa —sociales, sonoros, emocionales— siguen presentes en su música, a pesar del cambio de ciudad?


A pesar de que el sonido de la banda nace en Puebla creo que muy poco de eso queda presente hoy. Pienso que una de las varias razones en la cual congeniábamos los cuatro integrantes que iniciaron la banda era el no sentirnos parte de la ciudad y querer tener la oportunidad de salir y buscar cosas nuevas. Puebla tuvo una época increíble para la música alterna y para proyectos nuevos, especialmente en la zona de Cholula en donde por varios años había lugares en donde bandas tocaban todos los fines de semana. Pero desafortunadamente al cierre del lugar más emblemático de la zona, Pulque para dos, el resto de los lugares fueron cerrando uno a uno hasta que no quedó ninguno y buscar un espacio para tocar se volvió toda una odisea. 


¿Qué implica mudarse a la Ciudad de México como banda? ¿Cómo afecta eso su identidad, su relación con el sonido y el modo en que escriben sobre lo que los rodea?


El cambio de ciudad fue un proceso que se dio de manera natural y a lo largo de varios años. Al empezar a tocar más y más en Ciudad de México nos dimos cuenta de la enorme variedad de escenas que existían en la ciudad al igual que una mayor cantidad de espacios para tocar. Nos tocó vivir un periodo muy particular (2014-2018) en la ciudad en el cual había muchas bandas activas, muchos sonidos nuevos y el público estaba muy perceptivo a géneros alternos, así que lo más lógico fue establecernos en la ciudad ya que cada semana había un espacio para poder tocar.


Fue justo esta interacción con bandas y géneros nuevos que hicieron que cada vez nos fuéramos sintiendo más cómodos con nuestro sonido y no aventuráramos a experimentar en otras direcciones. Los constantes tours y shows hicieron que la relación interna de la banda evolucionara exponencialmente. Al rededor de esta época empezamos a tener la oportunidad de tocar fuera del país, conocer otras escenas, otras formas de funcionar como banda, de gestionar el proyecto y definitivamente esos años y experiencias fueron un antes y después sobre como queríamos que joliette siguiera adelante. De todos los viajes regresábamos muy inspirados y con ganas de probar nuevas cosas y hacer más.


El disco Pérdidas Variables está atravesado por una sensación de inestabilidad urbana: el metro, los sismos, la pérdida, la rutina. ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Las letras nacen de conversaciones colectivas o parten de experiencias individuales?


El proceso de composición del disco se empezó a gestar como la mayoría de las cosas en joliette: en el camino. Durante las giras del 2023 y 2024 hablamos mucho entre nosotros sobre qué nos gustaría lograr sonoramente, pero también salió a flote un comentario que recibíamos constantemente por parte del público extranjero: “joliette suena a la Ciudad de México.” Esta idea nos gustó y nos quedó rondando la cabeza por muchos meses. Poco a poco fuimos dándole forma en un discurso general que fue tomando más forma al momento de que la música empezó a quedar plasmada.


Una vez que el plano del disco quedó trazado, Gastón, nuestro vocalista, se encargó de plasmar líricamente lo que por meses estuvimos platicando. Retomó las ideas sobre las cuales se hizo la música y fue mezclando lo que como banda discutíamos y le sumó experiencias personales para así irle dando forma a cada uno de los elementos de la ciudad que quisimos plasmar a lo largo de las ocho canciones. 


En “Arsénico”, por ejemplo, aparece esa conexión entre la ciudad construida sobre un lago y la presión emocional. ¿Sienten que hay una dimensión tectónica —literal y metafórica— en su manera de pensar la música?


Cuando la banda empezó hace más de diez años nuestro show era físicamente más explosivo, evidentemente éramos más jóvenes y con mejor condición física, así que cubríamos ciertos elementos energéticos del show en vivo con movimientos físicos. Brincando, aventando los instrumentos, corriendo por el escenario, etc. Pero con el paso del tiempo la banda ha evolucionado a suplir esa explosión de energía física con una explosión de energía sonora. Seguimos en la búsqueda de tener una presencia sonora cada vez más grande y me parece que justo ahí se podría decir que estamos en la búsqueda de llegar a una dimensión tectónica que genere más presión energética en nuestro en vivo. 

Nimbus” ofrece un momento de pausa en medio del caos cotidiano. Con una atmósfera sensorial, describe la ciudad bajo una lluvia intensa. ¿Qué papel juegan el ambiente, la textura y los silencios en su forma de construir una canción?


Justo esos son algunos de los elementos que para estas canciones y en general en esta etapa de joliette hemos tratado de cuidar más, crear texturas que lleva tiempo desarrollar, llevar al escucha por diferentes puntos, diferentes ambientes. Y en general en la música rápida y estruendosa como la que hacemos, los silencios marcan la diferencia. La manera de hacer que algo suena más pesado o explosivo no es hacerlo más ruidoso, es más de saber combinarlo con un momento previo de calma o silencio para preparar el momento.

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Han tocado en más de 40 países, muchos de ellos fuera del circuito hispanohablante. ¿Qué pasa con su música —tan marcada por un contexto específico— cuando se presenta en lugares como Japón, Bulgaria o Canadá?


Una de las cosas que a lo largo de los años nos ha traído más satisfacción es el darnos cuenta de que nuestra música habla por sí sola y que el hecho de que esté en español no ha significado obstáculo alguno. Al contario, la mayoría de gente que se siente atraída a la música de joliette y que no es hispanoparlante, encuentra el idioma exótico en este tipo de música que por lo general se consume en otro idioma.


Este disco es mucho más narrativo y conceptual que trabajos anteriores. ¿Hubo referencias externas —literarias, cinematográficas o visuales— que influyeran en la construcción de Pérdidas Variables?


Realmente no existió una referencia específica para el disco en general pero, definitivamente, el enfoque de cada canción tiene mucha influencia cinematográfica. Líricamente quisimos describir cada elemento de la ciudad de manera que el escucha pudiera imaginarse visualmente lo descrito.


Después de casi 15 años de actividad ininterrumpida, con más de 800 conciertos en vivo, ¿cómo se cuidan entre ustedes? ¿Cómo sostienen el impulso creativo sin repetirse ni agotarse?

Definitivamente al paso de los años y con la experiencia que estos nos han dado, el mantener una relación sana entre los miembros de la banda se ha vuelto lo más fundamental e importante. A lo largo de estos años hemos tenido varios cambios de integrantes y esos cambios siempre significan una restructuración interna que es lo que la mayoría de las veces terminan con una banda. Así que hemos aprendido que justo esos momentos difíciles son en los que tenemos que estar más unidos y comprometidos con el proyecto.


La primera mitad de la existencia de joliette se basó en tocar por todos lados, todo el tiempo y eso a la larga tuvo sus frutos pero también sus consecuencias. Conforme que crecimos la vida nos alcanzó y mantener ese ritmo en el proyecto se volvió insostenible. Fue ahí que tuvimos que generar un nuevo ritmo para la banda y en la creación de ese ritmo aprendimos que esos respiros entre tours, grabaciones, etc. son muy importantes para poder tomar perspectiva y que las ideas fluyan y esto no deje de ser divertido para nosotros. También aprendimos que no todos tienen que hacer todo dentro de la banda. Hay quienes componen, quienes organizan la agenda de la banda, quienes realizan la gestión y agenda de la banda, entonces al darnos cada quien su espacio y su área de maniobra se genera una relación más sana y mantiene todo entretenido y nuevo para cada nueva etapa.


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